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No podía dejar de observarla. A penas podía verla a través de las rendijas del panel de bambú que me privaba de poderla admirar con libertad, pero ni así era capaz de despegar mi mirada de su figura o de la sinceridad de la sonrisa que no se desdibujó de su rostro en ningún momento.

Mi madre llevaba minutos hablándome sobre conocidos suyos que podían ayudarme en la financiación de la fundación, pero en cuanto escuché los nombres que tantas veces había leído en los informes de mi padre, aquellos que estuvieron implicados en los problema de F&A de alguna forma u otra, dejé de escucharla por completo. Mirar a Lara era lo único que necesitaba en ese momento para intentar que aquella cena con mi madre pasase lo más rápidamente posible. Y es que ni siquiera sabía por qué había aceptado ir con ella.

Supongo que esperaba erróneamente que alguna vez cambiase, que pensase un poco en mi felicidad y dejase de lado su obsesión por el status social o el dinero, pero tan solo con ver la manera en la que se había dirigido a Lara y a su madre me habían devuelto a la única realidad que existía: aquella en la que mi madre había hecho todo lo posible para separarme de la mujer más increíble que había conocido en mi vida, a la que amaba con todas mis fuerzas y que me hacía feliz como nadie. Pero ya no me importaba si no quería aceptarla, tan solo velaría por que no pudiese volver a hacernos daño y no le faltase al respeto ni a ella ni a su familia.

–Hijo, deja de mirar ya a esa joven –comentó mi madre con ese desprecio que tan poco me agradaba en sus palabras– . ¿Pero qué le ves? Vale que es guapa, pero has estado con mujeres mucho más bellas que ella y que pegaban mejor contigo.

La observé. El rostro de mi madre quería aparentar preocupación. ¿Pero preocupación de qué? Yo estaba enamorado de Lara y eso no iba a cambiar me dijese lo que me dijese ella o cualquier otra persona.

–¿Todavía no lo entiendes? –respondí a modo de pregunta.

–¿El qué? –cuestionó ella, fingiendo confusión.

–La quiero, mamá. Estoy enamorado de ella. Lara es una mujer muy especial, trabajadora, luchadora y con un corazón tan grande que me da pena que no seas capaz de verlo. Me importa más bien nada su status o el de su familia –expliqué.

–Estás cegado –se quejó– ¡Esa mujer va arruinarte la vida!

–No –dije con contundencia–. La que casi me la arruina fuiste tú misma intentando separarnos. Soy feliz con ella, así que ve aceptándolo de una vez.

–¿Lo ves? ¡Esa barriobajera va a conseguir que me separen de mi hijo! –exclamó haciéndose la ofendida. Me ponía de los nervios.

–¿Te estás oyendo? La única que está haciendo que tú y yo nos distanciemos más de lo que ya lo hemos estado siempre eres tú misma. Y deberías agradecer que esté ahora mismo contigo cenando o que incluso te dirija la palabra después de todo lo que hiciste, así que hazme un favor y no vuelvas a hablar de Lara de ese modo, ¿entiendes?

–Lo que tú digas –se resignó, aunque más bien lo hizo para no seguir discutiendo conmigo, pues tenía las de perder–. Espero que pronto te des cuenta del tipo de mujer que es.

Suspiré agotado. Ya no iba a contestarle. No quería ni tenía fuerzas para continuar con una discusión que no nos llevaba a ninguna parte. Tan solo quería que aquella maldita cena acabase de una vez y que incluso pudiese irme con Lara a casa. Necesitaba estar con ella para que aquel día que había sido tan largo y duro para mí ç, quedase en otra noche increíble junto a ella.

 Necesitaba estar con ella para que aquel día que había sido tan largo y duro para mí ç, quedase en otra noche increíble junto a ella

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Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora