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¡Al fin tierra firme! Tras varias horas durmiendo, en las que Enzo no se separó de mí ni dejó de abrazarme –regalándome un tranquilo y plácido sueño–, nos despertamos debido a una pequeña zona de turbulencias que atravesamos. El resto del vuelo pasó rápidamente. Además, aproveché el tiempo repasando junto a Enzo el proyecto y el convenio que proponíamos sobre el mismo, del cual tuve que aclararle algunos conceptos legales. Me sentí cómoda y bien trabajando junto a él. Finalmente, aterrizamos en Bali un poco antes de las seis de la tarde (hora balinesa).

El aeropuerto de Ngurah Rai era bastante grande. Contaba con una arquitectura que mezclaba la típica sobriedad y modernidad de los grandes aeropuertos internacionales con las tradicionales edificaciones indonesias, fascinándome. Ya con ver aquello en cuanto aterrizamos, vibré de la emoción, y es que todavía no podía creerme que estuviese en uno de mis destinos soñados del mundo. Por mucho que se tratase de un viaje de negocios, quería empaparme del lugar, de su cultura y de su gente lo máximo posible –sin olvidar que, además, estaba junto a Enzo–.

Justo al salir del gran edificio, caminata durante la cual Enzo tuvo que pararse en varias ocasiones a esperarme por mis continuas distracciones, vimos a un hombre sosteniendo un cartel con nuestros nombres. Enseguida, Enzo se acercó a él y le saludó en la lengua local para después comenzar a hablar y darle las gracias en inglés por haber venido a por nosotros con el fin de llevarnos al hotel, el cual entendí que se encontraba a tan solo veinte minutos de allí.

Durante el corto viaje en la furgoneta que aquel hombre condujo, no presté demasiada atención a la distendida conversación que Enzo comenzó a mantener con Bima, que así supe que se llamaba el conductor. Enzo parecía haber estado allí con anterioridad, pero le preguntó a Bima sobre los mejores lugares que visitar durante nuestra estancia, pregunta a la que el hombre contestó encantado.

Yo, una vez más, me distraje observando el hermoso paisaje que comenzamos a atravesar. Podían percibirse varios templos asomados al mar por toda la costa que parecíamos estar rodeando, donde también se distinguían hermosas playas de arena blanca y cristalinas aguas. Más hacia al interior, podían divisarse los famosos volcanes rodeados por verdes arrozales y exóticos bosques. Mirase donde mirase, solo veía belleza y eso me daba ganas de visitarlo absolutamente todo.

Cuando llegamos a nuestro destino, me quedé impresionada. En lo que Bima nos dijo que era el corazón de Jimbaran, una de las bahías más hermosas de la isla, se encontraba un gigantesco resort integrado con el paisaje. Junto a nuestras maletas, nos dirigimos a lo que era el edificio principal del resort y pude ver cómo este se hallaba dividido en lo que parecían bonitas villas privadas, algunas con impresionantes vistas al océano Índico. El complejo también contaba con una piscina al aire libre casi al borde del mar, pareciendo que el agua de la misma te llamase para sumergirte en ella y quedarte allí por un buen rato. No podía estar más extasiada con todo lo que veía y, aunque sabía que Enzo me observaba divertido, me dio completamente igual.

Una vez llegamos a la recepción, cogí todo tipo de folletos y de trípticos para saber qué actividades se podían hacer en la isla mientras Enzo hablaba con la recepcionista, iniciando lo que parecía el check-in. Pero todos esos folletos quedaron en un segundo plano cuando toda mi atención se dirigió, como si de un imán se tratase, a la figura de Enzo.

Él se encontraba de perfil, parcialmente apoyado en el mostrador de la recepción mientras hablaba, pudiendo encandilar a cualquiera con su sonrisa. Sus anchos hombros le daban a su espalda una amplitud más que atractiva y su altura podía llegar hasta a imponer. Eso, sin hablar de cómo su tez dorada por el sol del verano potenciaba el azul de sus ojos y el blanco de su sonrisa.

Y suspiré, sin poderlo evitar, como una tonta enamorada. Justo en ese momento, Enzo se giró hacia a mí, sonriéndome al percatarse de que le había estado mirando, logrando que me sonrojara. Incluso después de todo el tiempo que hacía que nos conocíamos y todo lo que habíamos compartido juntos, continuaba sonrojándome frente a él.

Y de nuevo, tú © [TERMINADA]Onde histórias criam vida. Descubra agora