Capítulo 8.

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Salí con mi toalla enredada a mi cuerpo mientras brincaba hacia el otro lado de mi armario para poder encontrar mi ropa interior. Escuché la carcaja de Cloe, seguramente mi golpe se había escuchado. Conseguí encontrar la ropa que quería y salí ya vestida con la toalla enredada en mi cabello. Cloe me miraba en el píe de la cama con su mirada divertida, claramente burlándose de mí.

—Deja de mirarme así idiota —le aventé la toalla en la cara y peiné mi cabello.

—Te tomas tanta molestia. Es Justin, él te vio en peores condiciones hace mucho tiempo.

Le di una mala cara. Era cierto, aunque Justin me había visto en peores condiciones que ahora, él nunca me había visto borracha y mucho menos con la resaca a todo su poder en mi cabeza. Cepillé una vez más mi cabello y me giré hacia Cloe.

Seguramente mis shorts negros con corazones se veían ridículos en mí, pero no había tiempo para que yo pudiera escoger algo mejor, me puse mi sueter gris y esperé a que Cloe se riera de mí como siempre lo hacía cada vez que yo lograba hacer el ridículo enfrente de ella.

—Bien —me dijo—. Eso me gusta.

—¿De verdad? —abrí mis ojos y me inspeccioné a mi misma—. ¿No es muy ridículo?

—Todo en ti es ridículo, Mare —bromeó mientras se levantaba y avanzaba hacia mi puerta—. Yo mejor me voy, no quiero estar aquí para cuando él llegue.

—Tú no te vas a ninguna maldita parte —le dije y me puse a su lado rápido—. ¿Qué se supone que le diré, huh?

Cloe me palmeó el hombro y me dio una sonrisa pequeña. Hasta ella no sabía que hacer conmigo.

—Estarás bien. Sólo no actués como una verdadera idiota por primera vez.

Le di un fuerte golpe en el hombro y la saqué de mi habitación. Sinceramente Cloe nunca había sido la mejor en cuanto a los consejos. Una vez ella me animó a decirle por primera vez a Justin los sentimientos que sentía por él. Estuve a punto, Cloe me había convencido un día en la escuela mientras desayunábamos, pero al momento en que aquella tarde salí con Justin no pude decírcelo y dejé pasar aquello.

—Muy graciosa, Cloe. Ya vete de aquí —la aventé por el corredor de la parte de arriba y vi como desaparecia por las escaleras.

Me abalancé básicamente a la puerta en cuanto la escuché sonar. Di unas cuantas inhalaciones para poder calmar mi estado nervioso. Giré el pomo de la puerta y ahí estaba él con las manos en los bolsillos de sus pantalones negros ajustados, su camisa de cuadros rojo con negro y su reloj en la mano izquierda. Alzó sus ojos mieles hacia mí en cuanto escuchó la puerta abrirse. Crucé mis piernas debido al viento que entró y me hice a un lado dejándolo pasar.

Justin giró los ojos a un lado a otro, seguramente convencido de que todo seguía igual que hace cinco años. Los muebles, su acomodo, las fotografías, todo. Justin casi rompió el jarrón que estaba en el centro de la mesa de mi sala, después él me había asegurado que si se hubiera roto, él me echaría la culpa de todo.

—Vine a ver como estabas —explicó mientras se giró hacia mi y me daba una media sonrisa pero la borró al instante.

—Mmm, he estado mejor. Mi cabeza no ha parado de doler —me rasqué la nuca y pasé por su lado, sentándome en el sillón—. ¿Quieres sentarte?

El tono tímido que me salió, hizo que me dieran ganas de darme un fuerte golpe en la cabeza. Antes él se hubiera sentado con toda la libertad del mundo pero todo había cambiado ya.

Justin asintió con los labios fruncidos. Se acomodó en el sillón individual que estaba en diagonal conmigo. Repuse las ganas de poder suspirar.

—Quiero agradecer todo lo que hiciste ayer por mi —comencé a decir—. No quiero imaginar lo idiota que me vi.

—No fue problema, Mare.

Yo asentí y bajé la mirada hacia mis dedos, revolviéndolos sobre mi regazo. ¿Ahora qué?

—Lo siento —me dijo después de unos momentos. Aquello me interesó y levanté de nuevo la mirada hacia él—. Sé que no debí tratarte como lo hice hace unos días, pero soy muy orgulloso.

Yo le di una cálida sonrisa y repuse el impulso de palmear su rodilla que estaba cerca de mí.

—Creo que me lo merecía —admití y era cierto, me merecía que me tratara de aquella manera, por que sin duda lo que yo le había hecho era algo mucho peor.

—Lo mio con Alondra no duró mucho —me dijo mientras sus ojos penetraban los míos. Maldita sea. Me lo iba a contar—. Después de que te fuiste, Alondra se acercó más a mí. Me agradó así que la invité a salir, después de nuevo, y otras muchas veces más. Supongo que lo hice porque me sentía solo y enojado —tragué saliva al ver como el dudaba de sus mismas palabras, hasta yo lo haría—. Después le pedí ser mi novia y no sé, fue extraño al principio, pero después me acostumbré a tener una relación seria con alguien.

—¿Por qué rompieron? —me entrometí en su explicación antes de que pudiera callarme la boca.

Justin se removió un poco incómodo en el asiento y me miró con duda.

—Un día dije algo que la molestó demasiado.

Sabía que me ocultaba algo más, pero no se lo quise preguntar. Justin no quería hablar más del tema y yo se lo respeté, simplemente porque aquello era lo que le debía después de todo lo que él había hecho por mí.

—Vuelvo a pedirte que me perdones, Mare —sus ojos me miraron esperando a que yo dijera algo.

—Claro que te perdono, Justin, ya lo sabes —le contesté y por fin pude sonreír sin sentirme completamente avergonzada.

—¿Borrón y cuenta nueva?

—Borrón y cuenta nueva —repetí.

Después sentí como Justin me obligaba a ponerme de píe. Me envolvió en un fuerte abrazo. Sentí en mi mejilla la suave tela de su camisa y me apreté contra él. Supuse que ahora yo estaba bien con él, y lo juro, no había nada más que me hiciera feliz que estar envuelta en sus brazos justo como él sabe hacerlo.

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