Capítulo 48

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Taylah Velazco. Su nombre fue lo primero que me vino a la mente. Taylah era una chica de tez obscura, rizos pronunciados y unos estupendos ojos verdes. Se le conocía por ser la porrista más joven del tiempo en el que yo estuve en la preparatoria, ella era un año menor que yo. Taylah había estado en cada juego de temporada, animando a los jugadores de fútbol americano y de pronto, dejó de presentarse cada noche de juego, era una chica aislada y a pesar de tener amistades, nunca comentaba mucho de su vida privada. Pero como en cada preparatoria los rumores corren rápido, la mía no fue una excepción. Taylah había quedado embarazada y sólo tenía 16. 

—Si yo fuera papá tan joven, no podría soportarlo —me había dicho Justin aquel día en el que la noticia de Taylah estaba en boca de todo el colegio. 

Nadie nunca volvió a verla. 

En mi baño el silencio era doloroso, mis ojos picaban y me sentía como la mujer con menos suerte del mundo. No encontré las fuerzas para levantarme del suelo, es como si mi cuerpo y mente hayan sido desconectados y yo no quería que lo hicieran. Quería quedarme aquí, en mi baño, para siempre y que nadie viera mi miedo, coraje e impotencia. 

Sin embargo, Cloe siempre estaba conmigo en las buenas y en las malas. Seguramente por mi silencio y por mi falta de comunicación con el exterior, abrió la puerta de mi baño. Su ceño fruncido y frente sudorosa también mostraba lo nerviosa que se sentía, por mí. 

—¿Y bien? —dijo apenas en un murmuro. 

Su voz me trajo a la realidad y la prueba de embarazo cayó en el suelo, haciendo un bajo sonido al chocar contra el mármol. 

Cloe se agachó a recogerlo, pero se lo pensó mejor y se tiró a mi lado. 

—Oh.... Mare... 

—No digas nada —susurré con la voz rota, mi cuerpo de repente se puso frío y comencé a temblar—. ¿Cómo pudo pasar? Yo... ¡me cuidé! ¡Justin siempre se cuidó! 

Cloe pasó un brazo por mis hombros y me acercó con fuerza a su costado. Ni siquiera me había dado cuenta que ya estaba sollozando. Suerte que mis padres no estaban en casa, porque de pronto comencé a gritar. 

—No sé que decir... 

—¡Se supone que es seguro, Cloe! ¡Estas cosas no deberían de pasar! ¡No a mí! ¡No! 

Después de la albercada en la fraternidad, en la que vomité en el baño de Rayna, los malestares continuaron, sin embargo, no les presté la mínima atención porque no lo creí necesario. Es más, estaba completamente segura de que eran síntomas causados por el estrés que sufro diario sin tener que intentarlo. Incluso Cloe no insistió en investigar más sobre aquello porque también estaba convencida de lo que le decía. 

La prueba había salido positiva y yo sentía como mi vida acababa de arruinarse. 

¿Cómo iba a decírselo a mis padres? Sentí ganas de vomitar con el simple hecho de imaginar el rostro de mi padre, él era el más conservador de los dos, se había criado en la religión gracias a mis abuelos y todo el asunto del sexo antes del matrimonio lo ponía incómodo, porque cuando le dije en aquél entonces sobre Taylah, un gesto de desaprobación e incluso de decepción pasó por su rostro. Así que no me quería imaginar el rostro que pondría cuando se enterara que su hija estaba embarazada. No cumplía aún los 23, seguía estudiando y siempre me propuse que mi carrera sería primero, la familia después cuando ya todo estuviera estable. 

—¿Qué piensas hacer? —susurró Cloe sin dejar de acariciar mi cabello—. ¿Quieres que llame a Rayna? 

Negué. 

Volverte A Ver [j.b.]Where stories live. Discover now