Capítulo 2.

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Febrero 2015.

Me dieron unas enormes ganas de llorar al ver a Cloe parada en mi antiguo hogar. Nada había cambiado. "¡Bienvenida Mare!" decía su pequeño cartél. En cuanto el coche paró, salté de mi asiento y corrí para abrazarla. La había extrañado con locura.

—Estás incluso más alta —me miró de arriba abajo. Su cabellera rubia estaba más larga y obscura—. ¿Qué tal Carolina del Norte?

—No es mejor que Boston, te lo aseguro. Hace un calor de los mil infiernos la mayoría del tiempo. No me gustó el clima húmedo.

—¿Y la universidad? ¿Qué pasará con ella? —me preguntó alarmada. Cloe se pasaba la mayor del tiempo preocupándose sobre la escuela.

Levanté la mano para hacerla callar.

—La terminaré aquí, Cloe. Ya te lo había dicho.

Con la única persona que había mantenido contacto fué con ella. Con él nunca sucedió. Yo esperaba que algún día él pudiera escribirme, un mensaje, un e-mail, una carta, algo. Pero no pasó. De alguna manera yo me lo merecía. Me había ido y lo había dejado solo sin decirle ninguna maldita palabra. Aunque yo tampoco fuí muy colaboradora en aquello yo tampoco me molesté en enviarle alguna postal.

Por miedo.

—Vamos, pregúntamelo. —Demandó Cloe al ver mi semblante pensativo.

—No iba a preguntarte nada... —dije. Ella esperó y me miró. Suspiré—. ¿Cómo está? —finalmente pude preguntar.

—Está bien. Hace bastante tiempo que no hablo con él, Mare —repuso—. Al principio no supo lo que pasaba. Estaba enojado. Enojado con todo mundo. Enojado...

Se calló.

—Enojado conmigo —terminé lo que ella quizo decir. Cloe asintió—. No lo culpo. No me sorprendería que no quiera verme.

Cloe negó con la cabeza. Ella nunca concordaba conmigo, aunque aquella fue una de las razones principales por la cual seguimos siendo amigas todos estos años que estuve fuera.

—Claro que quiere verte, Mare. De eso estoy segura. Pero bueno —agitó la mano para cambiar de tema—, estás de suerte, ya casi es tu cumpleaños y pienso darte la mejor fiesta de bienvenida.

Solté un leve quejido

—No, Cloe. Hace mucho que no los veo a todos.

—¿Y qué? Venga, déjame hacerlo. Sabes que soy la mejor en organizar fiestas.

En eso tenía razón. En su cumpleaños número diecisiete, recuerdo como Cloe pudo ser capáz de transformar completamente el jardín de su casa, en un casino, con todos los entretenidos juegos de cartas que habían. Toda la fiesta me la había pasado de lado en lado ayudándola a que todo estuviera perfecto. Aquello fue hace años. Lo veía tan lejano ya.

—De acuerdo —asentí dándome por vencida—. Es en una semana, ¿podrás hacerlo? —la reté.

Cloe soltó un bufido

—Por favor, yo puedo hacerlo, déjamelo a mí.

~*~*~

Entramos en el bar. Joey's, así se llamaba. Estaba segura que el lugar se había hecho mientras yo no estuve aquí. La luz era ténue, todo el lugar estaba decorado con negro y rojo, haciendo que se viera un poco menos. Sin embargo, el lugar me agradó bastante. Hace un día que había regresado y no sabía nada de él. Aún. Me senté enfrente de Cloe mientras veía el menú, moría de hambre y según mi amiga lo que servían aquí era bueno.

—Todos saben ya de tu fiesta de cumpleaños —me anunció mientras cerraba el menú y se inclinaba hacia mí.

—De acuerdo —fue lo único que dije—. Espero una gran fiesta.

—Y la tendrás —repuso con una nota de defensa en su voz.

—Voy al baño —me levanté de mi asiento y caminé por aquél bar. Encontré el pequeño letrero que indicaba el sanitario de las mujeres. Entré y me vi al espejo. No estaba tan cambiada. Mi cabello se había alisado un poco más mientras estuve en Carolina del Norte, mi piel estaba un poco mas bronceada y sólo había crecido unos cuantos centímetros, además de que me había decolorado las puntas de mi cabello.

Uno. Dos. Tres.

Empujé la puerta del baño que daba hacia la entrada. Una sombra apareció. Luego otra. Maldita sea. Estaba más alto de lo que recordaba. Pero su cabello seguía siendo tan reconocible como siempre; desordenado, peinado hacia arriba un poco y corto como él solía llevarlo. Me quedé ahí. Parada. Viéndolo sin poder cerrar mi boca.

Sus ojos me vieron. Se agrandaron a forma de sorpresa. Levanté con torpeza mi mano y sonreí con timidéz. Seguramente me veía estúpida, pero ¿qué hacía? No podría hablarle aún.

Nada. Me dije a mi misma. Despegué mi vista de él. Después de 5 años lo veía y me daba cuenta de lo mucho que lo había hechado de menos. De todas las personas que quería ver, él era la primera opción que se me venía a la mente desde que me fuí.

Corrí para sentarme de nuevo con Cloe dando la espalda hacia la entrada. No me giré para comprobar si seguía ahí, seguramente él me odiaba por lo que le hice, y aquello me provocaba una tristeza enorme. No creía ser capáz de aguantar las palabras que él llegara a decirme. Porque estaba más que claro que querría hablar conmigo, como yo quería hacerlo con él.

—Parece que has visto a un fantasma —se burló Cloe—. ¿Qué ha pasado?

—Justin. Justin ha pasado —Cloe frunció el ceño, dándo a entender que no entendía ni una maldita palabra que le decía—. Si serás idiota. ¡Está aquí!

Ella se removió y lo buscó por el lugar.

—Olvidé decirte —soltó una risa culpable y llena de nervios—. Justin siempre viene a este lugar.

Me quedé callada. Diciéndome una y otra vez que no debería enojarme con Cloe. Seguramente parecí aún mas cobarde cuando corrí alejándome de él. De nuevo.

–¿Lo ves? —le pregunté.

Cloe volvio a mirar el lugar y asintió levemente.

—No está muy lejos de nosotras —solté quejido. Tenía miedo. Que cobarde soy—. De hecho, está mirándo hacia acá.

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