Capítulo 23.

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No me gustaba pensar o sentir que la vida me la estaba jugando mal, hay veces que cosas malas y desafortunadas pasan todos los días, que la verdad siempre sale a la luz, que no importa que tanto luches en contra de lo que sientes siempre te inclinarás por lo que deseas y yo desde hace siete años que lo quería y lo deseaba a él. No importaba cuantas veces luché en contra de mis sentimientos con Justin porque tarde o temprano me rendí, terminé enamorándome de él más de lo que tenía planeado.

Él siempre me apoyó, me levantó cada vez que caía, me refugiaba en sus brazos cada vez que mis padres peleaban, me apoyaba y creyó en mi cuando pocos lo hicieron. Fue el mejor amigo que pude pedir, nadie me entendía como él lo hacia, conocía mis gustos, lo que odiaba, lo que me daba terror y lo que me hacía feliz. Pero fue tan idiota al no darse cuenta que lo que más felicidad me traía era él. No importaban las veces que peleábamos por cosas estúpidas en el pasado, porque siempre uno de los dos terminaba cediendo para pedir perdón.

Pero el caso de ahora es que yo no podía ceder, no tan fácil, tenía que cambiar mi costumbre que tomaba cada vez que se trataba de Justin. Lo que pasó fue una jodida mierda, no podía quitarme esa imagen por más que tratara, ni tampoco podía dejar de ver sus ojos cuando le dije que se fuera de mi casa justo después de decirme que me quería. Pero al pensarlo mejor, tal vez sus palabras no fueron ciertas, si hubiera sido así no estaría invitando a salir a Sara o por lo menos me tendría un poco de respeto para no ser tan obvio.

Cloe pensaba que estaba completamente loca al dejarle de hablar, insistiendo que me tragara mi orgullo y le confesara que yo también le quiero como él a mi. Pero ella no entendía, simplemente no entendía lo que es ser pisoteada por tu apoyo, tu base, tu soporte.

Cada vez lo veía con más frecuencia al pasar los días, sobretodo en la cafetería. Había cierta felicidad en mí cuando me daba cuenta con quienes se sentaba todos los días. Eran en su mayoría hombres y las pocas mujeres que también se les unían, Sara no estaba entre ellas. Los veía hablar, si, pero Justin se quitaba con disimulo cada vez que ella lo tocaba, se saludaban y él se alejaba con semblante de disculpa. Quería pensar que lo hacía porque sabía que yo no dejaba de observarlo, pero me daba la sensación de que ni él mismo sabía que lo miraba y si lo hacía, lo ocultaba muy bien.

–¡Hoy hay partido de Lacrosse! –Rayna anunció cuando se sentó en nuestra mesa habitual–. ¿Vamos? Es importante.

–¿Lacrosse? –Cloe frunció los labios–. No entiendo ese maldito juego, nunca lo hice.

–Yo si voy –me enderecé en el asiento–. Ya llevo bastante sin ver un juego. ¿A qué hora?

–A las ocho, aquí en el campus.

–¿Tengo que ir? –dijo Cloe con aspecto molesto, pero no me engañaba. En el pasado, cuando en nuestra preparatoria el equipo de lacrosse jugaba, Cloe no perdía la oportunidad para hablarle a los jugadores.

–Oh, cállate –dije yo divertida–. No puedes negarte a universitarios.

–Mareena –contestó– veo que tienes una imagen mía muy distorsionada.

Riendo, mastiqué de mi manzana. Decidimos quedarnos dentro de la cafetería. Estos días el clima comenzaba a ser más frío, el viento por las mañanas no era muy agradable y ni hablar en la noche. Estaba segura que para el partido no podría irme con alguno de mis suéteres delgados. El día se comenzó a nublar poco a poco y yo temí que comenzara a llover, odiaba estar caminando bajo la lluvia con la sensación de mis píes mojados. Además de que mi cabello se volvía horrible cuando se secaba.

Al faltar tres minutos para la clase, las tres salimos de la cafetería corriendo no sin antes aventar como pudimos nuestra basura y regresar nuestras charolas. Sentía que iba a llegar tarde, tanto como Cloe y Rayna no pararon de correr junto conmigo.

Volverte A Ver [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora