Capítulo 51

1.7K 106 10
                                    

Mareena 

El fin de semana a la partida de Justin hacia Nueva York, las cosas entre Justin y yo no podrían ser peor. Le mandaba mensajes, él tardaba en contestarme e incluso duraba un día sin hacerlo. Cloe no paraba de regañarme tampoco, porque ella estaba notando como este secreto me estaba carcomiendo y era porque yo no podía dejar aquella palidez en mi rostro, por más que quisiera tranquilizarme, no podía. El embarazo estaba siendo demasiado y era la mujer más cobarde del mundo porque no sabía como decírselo a mis padres y sobretodo a Justin. 

Hemos estado una semana separados, casi no lo veía y cuando lo hacíamos, se despedía apresuradamente de manera seca y sin mirarme con aquella calidez que sólo tenía cada que estaba conmigo. Estaba arreglando todo para su primer ida a Nueva York y en mi interior no podía sentirme menos orgullosa. Él estaba cumpliendo su sueño. Justin estaba destinado a grandes cosas, siempre había sido así. Lo quería proteger. El hijo que tendría con él retrasaría sus sueños y aspiraciones. Retrasaría todo para él, para mi. Pero era Justin, mi mejor amigo, mi novio, alguien que había pasado por tanto y aún así siempre encontraba la forma de sacrificar cosas por mi, porque siempre me había amado así como yo a él. Justin era un hombre único, alguien a quien yo no merecía. 

Me quedaba poco tiempo con él y lo sabía. Lo estaba desaprovechando. 

Como era de esperarse, el aeropuerto estaba concurrido, los taxis iban y venían, le pagué al mío lo que debía y fui hacia las salidas nacionales. Tal vez Justin aún no se iba, tenía el itinerario de su vuelo en mi mente y sabía que no había llegado tarde. Tal vez Justin no esperaba que viniera dada nuestra situación, pero no pensaba dejarlo solo en su primer paso a la realidad, a su sueño. Así que cuando vi la insignia de nuestra universidad en lo alto de una varilla del responsable del grupo, suspiré de alivio. Varias familias estaban agrupadas junto con cada alumno, pareciera que estaban recibiendo instrucciones y decidí quedarme junto a unos anuncios, no podían verme. 

Ubiqué a Sara de inmediato, estaba cerca de Justin y de Diane. Odiaba saber que Justin y ella se habían hecho cercanos por lo que estaba a punto de ''compartir'' y yo ni siquiera podía discutir de ello con Justin porque mientras le ocultara el hecho de que sería padre, ya no tenía ningún derecho de hacer ver mis celos respecto a Sara. Ella lo entendía en esto, pero en lo que nunca podría igualarme era en lo orgullosa que me sentía de Justin. Nunca. 

Cuando noté las breves despedidas, fue cuando me acerqué a Justin, quien estaba abrazando a Diane y al momento de separarse, sus ojos se encontraron con los míos y pude jurar cierto alivio en sus ojos. Le sonreí tímida, no sabía si había hecho lo correcto en venir a despedirlo, pero mis miedos desaparecieron cuando Justin me estrechó con fuerza entre sus brazos e inhaló hondo. 

—Pensé que no vendrías —susurró en mi oído. 

Sentí mis rodillas flaquear. 

—Que mal piensas de mi. 

Justin rió y se separó de mí. Es como si su rencor hubiera desaparecido porque me estaba viendo con amor, cariño, paz y felicidad. Yo hice lo mejor que pude para ocultar mi desgracia y lo besé. Diane se mantenía a una distancia prudente y se lo agradecí mentalmente. 

—Justin, yo... 

Me interrumpió antes de que pudiera decirle algo. 

—No tienes porque decirme nada —me dijo con voz suave. Se le veía emocionado—. Fue un error de mi parte comportarme así. Aquello ya no importa porque ¡conoceré Nueva York! 

Sonreí lo mejor que pude, de verdad. 

—Justin, espera... 

—Tengo que irme —me cortó de nuevo apresurado cuando vio que los alumnos comenzaban ir hacia las puertas. 

Ya no había tiempo. Era demasiado tarde para decir algo que le hiciera comprender el por qué de mi actitud. No iba a dejarlo ir sabiendo de mi embarazo, aquello lo distraería e incluso se quedaría. No. Justin Bieber no iba a frenar sus sueños por mi cobardía. 

—¡Te amo! —volví a abrazarlo con fuerza y mi voz sonó rota—. Disfruta, vive y sé el mejor. Por favor, no dejes de ser el mejor. 

—Mare —dijo mi nombre con dulzura—. ¿Estás llorando? 

—Cállate —lo regañé—. Estoy feliz por ti. Esto es un paso muy grande. No te detengas por nada ni por nadie, ¿me entendiste? 

—Me voy sólo un fin de semana. 

—Un fin de semana puede cambiar todo —susurré con miedo. Él no lo notó—. Ya vete. 

Justin me dio un último beso antes de girarse y caminar hacia las puertas. Sentía unas tremendas ganas de vomitar pero me contuve. 

—¿Quieres que te lleve a casa? —me preguntó Diane cuando ya no vimos más a Justin. 

La miré con pena. Ella tampoco tenía ni idea. 

—Si no es mucha molestia. 

Pero Diane me llevó de todas formas. 

■■■

Si quería hacer las cosas bien en mi vida tendría que empezar a decirle a mis padres lo que estaba pasando. Tenía que sincerarme a ellos y enfrentar la furia de mi padre para así agarrar coraje y decírselo a Justin en cuanto regresara. Estaba decidido. 

Ya habían pasado unos minutos desde que me bajé de la camioneta de la madre de Justin y me despedí de ella. Mis padres estaban en casa, lo sabía. Tuve que respirar hondo tantas veces que había perdido la cuenta, cuando por fin pude armarme de valor y entrar a mi propia casa. Sentía mi cuerpo entumido mientras caminaba hacia la sala de televisión. Ambos estaban ahí, con aspecto relajado y sin tener ni idea de lo que estaba a punto de decirles. Mi madre giró sobre el sillón al escucharme y cuando tomé el control para apagar la televisión, mi padre se giró confundido. 

—¿Mareena? —dijo mi madre. 

—Tengo que decirles algo —solté rápido y los miré a ambos con miedo, caminé con la poca valentía que me quedaba y me senté al otro extremo del sillón en forma de L. 

—De acuerdo —dijo mi padre—. ¿Todo bien? 

—Quiero que me comprendan —poco a poco mi voz comenzó a temblar pero me negué a llorar—. Quiero que comprendan que no fue mi intención y que haré lo que sea para recuperar su perdón... lo siento... lo siento tanto. 

Mi madre se puso pálida, mi padre me miró con recelo y desde mi posición podía notar como en ambos crecía el miedo. Yo comencé a llorar. Iba a decepcionarlos bastante, lo sabía. 

—¿Qué demonios está pasando? —demandó saber mi papá con molestia. Él odiaba cuando las personas se iban con rodeos y evitaban el punto. 

—Estoy... estoy embarazada... 

Vi como mi madre soltaba un jadeo y ponía una de sus delicadas y largas manos encima del muslo de mi padre. Y él como se ponía pálido poco a poco, parecía que estaba a punto de desmayarse. Juro que nunca me había visto con tanta conmoción e incredulidad en toda su vida. 

Volverte A Ver [j.b.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora