Capítulo 36.

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Justin.

Trabajar en una librería no es tan malo, el ambiente siempre es tranquilo, no hay ruido y todo parece estar siempre en orden. Solicité por este trabajo solamente porque mi madre me lo pidió y no porque en verdad quería hacerlo. Aunque admitía que el lugar no era tan malo, no me aburría y me gustaba ser útil para cualquier persona que solicitaba mi ayuda. Mis horarios variaron desde que entré a la universidad y con el gerente me llevaba muy bien, así que no fue difícil llegar a un acuerdo con él. Era Jueves y Mareena me había dicho que se pasaría por aquí. Así que cuando la vi entrar por las puertas de cristal, sonreí para mis adentros. Me estaba buscando, no dejaba de ver hacia todas partes y yo me apoyé en el barandal del segundo piso.

—¡Aquí arriba!

Miró hacia mí y me sonrió con aquella alegría que siempre la ha caracterizado cuando se trata de mi. Llevaba sobre su hombro su bolso y yo comencé a bajar las escaleras hasta reunirme con ella por las cajas. La besé, deleitándome una vez más de lo que se sentía probar sus labios cada vez que se me diera la gana.

—¿Tu turno ya acabó? —me preguntó con sus ojos brillando.

—Me temo que no termina en unas dos horas. Lo siento —musité con cierta vergüenza al saber que aquel detalle no se lo había explicado cuando le pedí que viniera por mensaje de texto. Pero quería verla, estos dos días no habíamos estado juntos por tanto tiempo ya que ella tenía varios trabajos pendientes. Me enorgullecía saber que Mareena había dejado de ser la holgazana que alguna vez fue.

Ella me sonrió con cariño. Maldita sea, la amaba con locura.

—No hay problema, estaré por allá —señaló el área de lectura—. Estudiando probablemente.

Pasaba a propósito por donde estaba ella solamente para verla de cerca. Mareena, al darse cuenta, rió y me ordenó que dejara de estar distraído y trabajar como se debía. A la distancia le di un vistazo y pensé, si alguien me hubiera dicho en el pasado que Mareena me quería como yo a ella, no lo hubiera creído... o tal vez sí. En el pasado Mare siempre me había dado la sensación de que sentía cosas por mí, pero era ingenuo, joven y enamorado de mi mejor amiga y siempre antepuse nuestra amistad por encima de mis sentimientos, porque, ¿qué tal si no funcionaba? Pero ahora que lo pensaba mejor, no pude haberle dicho que la quería en mejor momento. Ambos habíamos cambiado, todo era diferente ahora y estaba seguro que Mareena pensaba de la misma manera que yo.

¿Era por su cabello? ¿Por su forma torpe de ser a veces? ¿O porque nunca le había importado lo que la gente dijera de ella? ¿Por sus ojos los cuales siempre me han cautivado? ¿Porque era una mujer maravillosa e increíblemente fuerte? Mareena tenía tantas cualidades que me fascinan que nunca dejaré de pensar que soy un bastardo con demasiada suerte, todo lo que ella era me hacía mejor persona, desde que la conozco ha sido así. No se el momento exacto en el que supe que me gustaba, pero todo lo que Mareena Prescott ha sido siempre, me hace dudar si soy lo suficientemente bueno para ella. Ya la he lastimado una vez y no me permitiré a mí mismo volver a hacerlo.

—¡Bieber! —exclamó mi nombre una de mis compañeras de trabajo. Gia.

Gia tenía cabello pelirrojo, un color natural y brillante, era muy rizado y desde que la conozco, nunca la he visto con un peinado que no fuera una coleta alta, en un intento pobre de hacer que su cabello no se viera tan esponjado. Salí con Gia unas cuantas veces hace ya varios años después de haber terminado con Alondra, pudo haber funcionado, pero Mareena siempre seguía ahí y no podía volver a cometer el error y la falta de respeto que tuve hacia Alondra. Gia ahora tenía un novio, quien era muy bueno, según lo que me contaba Gia. Parpadeé varias veces tratando de volver a la realidad.

Volverte A Ver [j.b.]Where stories live. Discover now