PRÓLOGO

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El pequeño y sexagenario científico odiaba las tormentas. Siempre había sido así, y era aún peor sentir la intensidad de la naturaleza en medio de la nada, en su cabaña en Japón. Tal vez, esa animadversión se debía a que en el fondo, era un cobarde, cuyo único acto de verdadera valentía lo había realizado tarde. 

Y porque en cada estruendo, los gritos de todas sus víctimas, porque eso habían sido, volvían para atormentarlo.

Pero en aquella oportunidad, y sin saberlo, la tempestad sería la chispa de vida que tanto había necesitado. O temido. Así, en una lluvia torrencial y con el cielo estallando en fogonazos eléctricos, ella llegó a su vida, igual que lo había hecho su madre, diez años atrás. 

Cuando todo en su vida cambió.

Allí estaba la criatura, heredera de su secreto más importante y mejor guardado: un suero de perfección genética. 

Se encontraba de pie en medio de su laboratorio secreto, empapada por el líquido amniótico de la cámara de incubación que la había resguardado durante todos aquellos años, en que, como un Frankenstein había estado creando aquel ser sobrehumano.

El hombre de ciencia no podía moverse ante la visión que tenía, porque lo que se hallaba frente a él le daba miedo. El pánico angustiaba su corazón. Lo oprimía como si fuera un puño invisible. No pensaba en su belleza deslumbrante o en su erótica desnudez, ante la cual, cualquier mortal caería rendido a sus pies. 

O en sus ojos. Esos ojos lobunos que con su intenso y mágico brillo dorado lo mantenían congelado y mudo en un estado hipnótico. La luminosidad ambarina de esos iris delataba su condición quimérica, de la que él era el responsable. 

Convirtiéndolo en un monstruo por sus acciones o en un ingenuo e inocente creador de fantasías.

Temía que ella fuera una criatura salvaje, de instinto asesino, lista para atacar y matar. Después de todo, había sido creada para ser la soldado perfecta.

Sólo una pequeña luz en su interior trataba de espantar las tinieblas de sus temores, porque seguía siendo un iluso, y su ingenua alma quería creer que sería una salvación y no un arma. Una cura a infinidad de enfermedades. 

Su redención.

Pero no podía moverse ante la duda. ¿Qué tipo de criatura sería? Esa que, casi agazapada, se había arrinconado en una esquina del laboratorio, siguiendo cada movimiento del hombre, con aquellos orbes que echaban fuego. 

¿Sería fuego de condena o fuego dador de calor y vida?

¿Sería capaz de conocer lo que era el amor?

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now