24. Lecciones nocturnas

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24. Lecciones nocturnas.

Ya había anochecido. Todos se habían ido a sus casas y el silencio y la oscuridad ocupaban el interior de la mansión. 

En cambio, en el exterior, el sonido que llenaba la noche procedía de la piscina.


Steve había decidido nadar un poco, aprovechando la soledad de la casa. Le gustaba la frescura del agua en la noche. Uno de sus momentos favoritos.

En realidad, favorito no era la palabra que mejor lo describía, porque la soledad en su mansión se magnificaba profundamente. Y muchas veces el silencio en ella era abrumador.

A pesar de ello, era su tiempo. Uno que le servía para aclarar futuros planes y ordenar sus ideas. En ocasiones, dejaba la mente completamente en blanco, muchas veces con largas horas de nados que concentraban toda su atención en su cuerpo. Su ritmo, con cada brazada y patada; su respiración al captar oxígeno y soltándolo bajo el agua con burbujas que rozaban su cuerpo; músculos tensándose y relajándose. 

Esas noches las agradecía. 

Agradecía la calma del agua que acallaba los fantasmas que lo atormentaban. Las decisiones tomadas que lo habían arrastrado a su presente.

Esa noche cálida de verano, el agua le cedía una nueva pausa a su vida. Pero no a su mente, que no dejaba de caer una y otra vez en los increíbles y misteriosos oros líquidos que lo tenían loco.

Su recorrido acuático de punta a punta era frenético. La energía le desbordaba al recordar las tres folladas en veinticuatro horas que había tenido con su <<amante>>. Y todavía ansiaba más. 

Por eso estaba allí. Desahogándose, porque de lo contrario, se colaría en su habitación para meterse en su cama mientras durmiera para tomarla y desfogarse una vez más.

Como un puto ladrón, que desaparecería después del hecho.

***

En la terraza de su habitación, recostada en una tumbona, Aurora terminaba otro libro que había tomado de la gran biblioteca de la planta principal. Una novela más. <<El Conde de Montecristo>>, de Alejandro Dumas.

Esos textos le entretenían mucho. Era una experiencia totalmente diferente a sus primeras lecturas y las disfrutaba y confundía casi en igual proporción con todos los colores de las emociones humanas que ella poco conocía o comprendía. Su experiencia limitada mostraba más oscuridad que brillo y esas páginas le demostraban lo poco que sabía. Había mucho más, y muchas cosas que valían la pena y otras, que no quería volver a vivir. Cerró los ojos e imaginó a esos personajes, sus aventuras y aflicciones. 

Oía el murmullo del mar llegar a través de la ventana abierta y respiraba el olor a sal a más doscientos metros de su habitación. La salinidad se combinada con el aroma de las flores de las enredaderas que se mecían con la suave brisa, adheridas sobre las paredes exteriores.

Tuvo unas irresistibles ganas de caminar por el parque en compañía de las estrellas. Abrió los ojos y el espíritu de aventura de Edmundo Dantés se apoderó de ella. Sin pensarlo, miró hacia las ramas del árbol que se erigía a un lado de su balcón. Tomó en sus puños parte de la falda de su vestido para levantarla y facilitar un ágil salto a la baranda. Una vez sobre la fría piedra, calculó fácilmente la distancia a su objetivo.

Sus ojos se encendieron justo antes de impulsarse hacia la primera rama. Con la habilidad de una gimnasta, se balanceó desde ese brazo robusto y rugoso a otro de un árbol vecino y luego cayó al piso con sus pies desnudos y con total ligereza, irguiéndose inmediatamente.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now