0.1. Proyecto Hércules

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0.1. Proyecto Hércules.

—Tiene que haber otra forma... hay algo que se nos está escapando... pero no podemos seguir así —hablaba gesticulando, manteniendo su cigarro Golden Bat entre los labios, justo en el límite, controlando su caída. 

A su interlocutor siempre lo hipnotizaba cómo mantenía ese pequeño cilindro de papel pegado al borde de su boca, aunque odiaba ese tóxico vicio. Estaba seguro de que algún día lo iba a matar. Cada vez que subía a la azotea de aquel enorme e imponente monstruo de hormigón dedicado a la ciencia, los fumaba de forma compulsiva, uno atrás del otro, como si quisiera compensar el período de abstinencia por el tiempo de trabajo en el laboratorio.

—Encontraremos la manera de mantenerlos con vida. Es importante que lo logremos. Evitaríamos muchas bajas —respondía sin quitar la vista en el humo que desprendía su amigo, siguiendo el dibujo gris que bailaba con el viento hasta desaparecer.

—Pero en el camino, estamos plantando restos de soldados, consumidos por el dolor. ¿Vale la pena que lo último que les dejemos a estos hombres y mujeres sea tal tortura?

—Ellos sabían cuáles podían ser las posibilidades de éxito cuando aceptaron ser voluntarios del experimento —resopló, con cansancio y algo de hastío. No era la primera vez que tenían aquella conversación y cada vez le costaba más infundir ánimos a su socio con cada protesta cargada de desasosiego—. Los necesitamos. Saben que su sacrificio podrá salvar a sus hermanos y hermanas.

—¿Y eso te deja tranquilo con tu conciencia Hank?

Apoyando las manos en el borde sólido de la azotea se quedó mirando al horizonte. A lo lejos, se avecinaba una tormenta. Podía ver cómo los vientos de una fuerza más allá de lo descriptible arremolinaba las nubes oscuras. Relámpagos iluminaban el cielo. Siempre le generaba escalofríos esas muestras de grandeza de la naturaleza. Pero en ese día, sentía que no tenían la misma intensidad que el tormento que se estaba generando en su interior. ¿Había estado equivocado? La ceniza del cigarro volando delante suyo y la voz de su compañero lo trajeron devuelta a la conversación.

—No estarás dudando, ¿no? El proyecto depende de ti. Nosotros dependemos de ti. No puedes echarte atrás ahora, Masao.

El hombre llamado Masao hizo un intento de sonrisa, una mueca torcida con un dejo de nostalgia. Todo su rostro era una clara evidencia de su agotamiento, frustración y tristeza. Sus líneas de expresión surcando su frente, sus ojeras y la mirada perdida lo envejecían mucho más de sus cincuenta años.

—Masao... ¿sabes?, Masao significa <<hombre correcto, que sabe discernir entre el bien y el mal>> —su cuerpo, de por sí pequeño, parecía más encogido ahora que nunca, como derrotado, o peor, avergonzado, buscando desaparecer de la vista del mundo—. Pero yo, he perdido la brújula moral. No sé dónde está mi norte.

El doctor Masao Tasukete, Dr. T como le decían sus estudiantes y los colaboradores más jóvenes, era bajo, bastante menudo, pero la falta de actividad física, al pasarse la mayor parte del día frente al microscopio o al ordenador realizando estudios y análisis, hacía notar una redondez en la cintura, cada vez más prominente. Era fácil que se quedara abstraído en su trabajo, desarrollándolo con extrema minuciosidad. Podía estar horas sin prestarle atención a nada ni a nadie, más que a su labor, olvidando a veces hasta de comer. Tal era su distracción que, sumido en sus pensamientos, siempre giraba por el pasillo equivocado, terminando en cualquier otro lado, menos en el laboratorio al que deseaba llegar. Eso era motivo de broma entre sus compañeros, de las que el mismo Dr. T era partícipe, reconociendo siempre sus despistes y aceptando los comentarios con una sonrisa. Especialmente porque era consciente que sólo era un juego sin malicia, ya que, en su campo, no había nadie mejor que él y era respetado y admirado por ello.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now