13. Rompiendo la primer regla

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13. Rompiendo la primer regla.

El francés posicionó el teléfono con cámara en alto sobre la muchacha, captando la mayor parte de su cuerpo. Se relamió los labios ante la expectativa.

—¡Espera! —Reclamó de golpe Clement. Shiroi lo observó abriendo sus ojos con sorpresa—. Tengo que ponerme cómodo —explicó. Se sacó la camisa y la dejó caer sobre la misma silla que sostenía su chaqueta—. Espero que no te importe, pero si esto está tan bueno como creo que será, no podré evitar tocarme al mismo tiempo.

—Creo.. que... está... bien —trató que la incomodidad no se plasmara en sus palabras. 

Había visto cientos de hombres masturbarse y eyacular sobre ella, que imaginar a Pierre como uno más cediendo ante sus impulsos primitivos la conmocionó un poco, pero se recuperó enseguida porque comprendía que en esa ocasión, el poder lo tendría ella de alguna forma. Sería ella la que lo provocaría intencionalmente y encontró que le gustaba la idea. Reafirmó su aceptación.

—Hazlo. Quiero verte.

—¡Joder! No me digas eso, mon trésor, que ya me harás estallar.

Soltó el botón de su pantalón y bajó la cremallera, dejando que su miembro hecho piedra se presentara apretado dentro de su bóxer. La mano libre se introdujo en su prenda, preparándose para la acción.

Ella rio, mordiéndose el labio.

—Entonces... —indagó despacio—. ¿Cómo empiezo?

Pierre tragó grueso. Estaba por subir el primer escalón de su fantasía. Su voz grave, llena de excitación comenzó a dar sus indicaciones.

—Cierra tus ojos —ella obedeció. Sabía que se dejaría llevar por él, guiar en el viaje que le ofrecía y sintió su pecho inflarse de orgullo. Le daría el mejor paseo de su vida—. Chupa tus dedos índice y medio. Mójalos bien en tu boca, succiónalos. —La observó cumplir con la indicación. Ver sus labios rosados y llenos de carne rodear sus dedos le hizo ascender a la cima de la montaña. Imaginaba su propia polla en esa boca. Tragó con fuerza—. Ahora, acaricia tu pezón con ellos. ¿Sientes su humedad en tu tierna piel? —Ella sintió—. Bien, juega con ambos pezones, pellízcalos y estíralos.

Seguía cada dirección de su maestro, dejándose llevar por las reacciones de su cuerpo. El juego en sus pezones le estaba dando descargas eléctricas que la recorrían de pies a cabeza, terminando por anudarse en el punto entre sus piernas. La ronca voz continuaba con las lecciones, instándola a magrear sus propios senos, generoso, turgentes y redondos. Una de sus manos fue dirigida lentamente, rozando con sus yemas por la línea central de su firme abdomen hasta alcanzar el centro palpitante de su placer.

—Frótate sobre tu pubis, busca tu clítoris y explóralo —ordenó. 

Así lo hizo. 

Separó por reflejo sus torneadas piernas. Sus rodillas se habían flexionado. Sus pies, sobre el colchón, presionaban hacia abajo. Sentía sus escasos vellos rizados y rubios bajo sus dedos. Sus manos, como si despertaran de un aturdimiento, se volvían más osadas. La que seguía sobre uno de sus pechos, se adueñó de este. La otra, como si reconociera lo que debía hacer, continuó su camino hasta el interior de su intimidad. Primero un dedo entre sus pliegues. Luego dos. Y no necesitó escuchar más. Actuaba por instinto. Metía y sacaba sus dedos, los hacía bailar en su cavidad mientras se retorcía entre las sábanas.

—¡Joder! Merde, merde, merde... me estás matando mon trésor.

No pudo contener su desesperación. Le resultaba un colosal esfuerzo mantener su mano vendada firme para registrar el espectáculo del que era principal asistente. El único. Y la falta de liberación le hacía doler. Su otra mano sería la encargada de satisfacer lo que no obtendría entre las piernas de la joven.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Место, где живут истории. Откройте их для себя