39. Milagro

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39. Milagro.

—Buen día —saludaba el hombre desde la terraza. Sus palabras sonaban extrañas, como si le costara hablar. La observaba con atención, recorriendo la figura de la muchacha.

—Buen día —respondió con timidez Aurora, deteniéndose a unos pocos metros. 

No sabía por qué estaba allí, pero no había podido evitarlo, sintiéndose arrastrada como en el vórtice de un remolino. Mantenía fijos sus dorados ojos en los claros del hombre que sonreía, o al menos eso creía, porque su rostro parecía caído de alguna manera, aunque daba a entender que había sido un hombre muy atractivo en su juventud.

—Bueno muchacha, no te quedes allí parada. Ven a hacerle compañía a este pobre viejo —trató de reír, pero una tos lo interrumpió.

Aurora se asustó y subió corriendo las escaleras que la separaban del enfermo, pero él levantó lentamente la mano, dándole a entender que todo estaba bien. Ella, ahora de pie al lado del hombre, sonrió, o hizo su mejor intento. Siguió la indicación de su anfitrión y se sentó en la silla que le señalaba en frente de él, junto a una mesa que tenía apoyada una taza de té. Su movimiento fue esforzado, mostrando una mano deformada y debilitada.

—No temas pequeña.

Aurora no temía. Volvió a sonreír, a pesar de la pena que la embargaba. 

Sus pasos la habían llevado a aquel hombre, en aquella casa y sabía que tenía algo más que ofrecer.

—Hermosa mañana para pasear, ¿verdad?

La joven asintió, aunque no lo fuera para ella. No dejaba de observarlo con su mirada ambarina, recorriendo cada línea, cada arruga, cada gesto de dolor al intentar sonreír.

Él hacía lo mismo. No había visto jamás en su vida una belleza igual. Aunque pensó que era una triste belleza. Notaba un enorme abatimiento que la embargaba. ¿Sería por él? ¿Por la imagen que entregaba?

—¿Puedo ofrecerte algo de beber?

Esta vez, negó.

—¿Qué le ocurre? —Preguntó con dulzura, esperando no incomodar al dueño de la casa.

El tono angelical de aquella criatura le impresionó. No tanto como sus ojos y sus facciones, que parecían creadas en el cielo. 

Cuando la vio en la playa, con el sol remarcando su silueta, dorando sus líneas como si tuviera una aureola, creyó que era un ángel que venía a llevárselo. 

Si lo era, la estaba esperando hacía tiempo. Demasiado. Ya no soportaba el dolor constante.

—Una vieja lesión —su rostro se ensombreció. Algún desconsuelo lo dominó—. Mi cuerpo se apaga. Eso es todo. Lo que nos pasa a todos —alargó su mano, tratando de alcanzar la de la muchacha. Ella, comprendiendo su intención, se la tomó—. ¿Viniste por mí? —Preguntó en un susurro, que sonaba esperanzador.

Aurora abrió grande sus ojos, sin comprender a qué se refería, pero el hombre se lo aclararía.

—¿Eres el ángel que me llevará con mi Audrey?

—No, lo siento —sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¿Quién es Audrey? —Aunque imaginaba cuál podría ser su respuesta.

—Mi amada esposa. Falleció hace años y sólo he estado esperando reencontrarme con ella.

—¿Cómo era?

Los ojos de su compañero brillaron de emoción.

—Era intrépida. Hermosa e inteligente. Una madre y esposa amorosa —hablaba tan suave, como si cada palabra le costara. Pero no se desanimaba. Parecía apreciar tener a alguien nuevo con quién hablar. A quién contarle sobre su mujer—. Fuimos felices aquí. Los tres.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now