3. Nada personal

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3. Nada personal.

Cumplió con lo pedido por el doctor y corrió hacia el oeste, a esperarlo en el bosque que estaba a unos seiscientos metros de la casa. Lo aguardaba protegida detrás de los árboles y recostada sobre la fría y escasa hierva. 

Imaginaba que ya estaría por salir. 

De repente, todo explotó. Vio cómo la casa reventó, con una energía violenta que la asustó. 

Gritó. 

Con todas sus fuerzas. Estaba por salir corriendo hacia la casa, cuando del otro lado, por el único camino de acceso, vio llegar dos vehículos sacudiéndose, con las luces encendidas. Se agazapó más contra el suelo y ahí se quedó.

—Doctor Masao —susurró... 

Sus ojos le ardían y su visión se tornó borrosa de forma abrupta y sin aviso previo. Sintió algo húmedo y tibio recorrerle la mejilla. Las gotas alcanzaron sus labios y percibió la salinidad. Se tocó con la yema de los dedos y abrió grande sus ojos al comprender lo que ocurría. 

Lágrimas. 

Sólo había leído sobre ellas. Sabía todo sobre los procesos fisiológicos de su producción a cargo de las glándulas lagrimales, pero su experimentación la confundía. Algo le presionaba en el pecho y le costaba respirar y un gemido se escapó de su garganta. Y antes que le sucedieran más, se tapó la boca, ahogando los sollozos que no podía controlar.

Estaba llorando por primera vez. Y no sería la última.

***

Media hora después del descubrimiento de la sombra que había estado vigilando a los habitantes de la cabaña, dos vehículos militares imponente llegaron de forma intempestiva hasta frenar a unos metros de la entrada de la casa del doctor Tasukete. Un grupo sincronizado y coordinado de hombres descendieron de ambos transportes y comenzaron a desplegarse sin perder el control, gracias a años de práctica y experiencia en todo tipo de situaciones.

Los soldados corrían rodeando la casa que aún no se consumía completamente por las llamas, en busca de un grifo y una manguera que sirviera para aplacar el fuego antes de que fuera demasiado tarde. Uno de los hombres del capitán volvía con la larga serpiente de goma en la mano, lista para combatir a su enemigo. Como el incendio procedía del sótano, concentraron su atención en inundar el lugar de origen antes que se propagara por el resto de la casa. Una tarea que parecía titánica.

Mientras tanto se escuchaban gritos de llamado. Buscaban al compañero que había sido enviado para patrullar en la propiedad del científico pero al no encontrarlo por los alrededores y viendo el estado de la cabaña, sólo pudieron imaginar que el soldado estaba en el interior, comido por el fuego. Lo que esperaban es que el pequeño japonés no lo acompañara.

—¡Apaguen el fuego y encuentren el suero! 

Cale Cameron impartía órdenes entre sus subordinados. Se enfocaba en vencer las llamas, que poco a poco parecían ir menguando, derrotadas ante el continuo ataque del chorro de agua, junto a los extintores que encontraron en el interior que no habían sido alcanzado por el fuego.

—No hay luz en la casa, señor —indicaba Doyle, el único que ante la furia del imponente negro podía dirigirle la palabra sin temor a que le arrancase la cabeza—. El fuego provocó un cortocircuito. Lo mejor será esperar hasta la mañana para revisar la propiedad.

—No —respondió tajante el hombre al mando—. Busquen con las linternas y utilicen los reflectores de los vehículos para alumbrar a través de las ventanas —sin dejar de mirar hacia la estructura, compartió los siguientes pasos a seguir—. Estaremos toda la noche. Al amanecer, la visión será mejor, pero al menos habremos avanzado algo y espero que hallemos las respuestas que necesitamos. Si el doctor escapó, debemos darle alcance lo antes posible. No tiene mucho tiempo de ventaja y es un hombre mayor.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now