51. Promesas (parte II)

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51. Promesas (parte II).

Richard acomodaba el cuello de la camisa de su hijo y terminaba de colocarle un pimpollo de rosa amarilla en el ojal del chaleco color marfil que usaba por encima de la camina blanca. 

Estaba orgulloso de su muchacho. Y sorprendido. Aún no comprendía cómo en una semana había conocido a una joven y se había enamorado para que en otros pocos días se estuviera casando. Él, el mismo que antes de su cumpleaños trigésimo segundo, alejaba cualquier atisbo de humanidad.

—Hijo, creo que has encontrado un verdadero tesoro. Cuídalo. Sigan siendo amantes —guiñó un ojo con complicidad, lo que logró ruborizar a Steve al recordar que no habían sido discretos—. Pero, ante todo, sean amigos, confidentes, compañeros. Un día en que no le hagas saber que la amas, es un día desperdiciado. Y hoy estás decidiendo dejar de ser el idiota que fuiste por los últimos diez años.

—¡Hey! —Su padre palmeó su mejilla perfectamente afeitada de forma sonora para reprender su queja—. Tienes razón. Fui un imbécil, y aun así, mi niña me aceptó. —Los dos se mantuvieron en un mudo diálogo, el cual terminó siendo el joven en darle palabras—. Ojalá mamá estuviera aquí.

—Lo está hijo. Estoy seguro de que ella la guio hacia ti.

Steve se perdió en esa afirmación por unos segundos. Sí, de alguna manera, su madre había sido una figura clave en el tablero en el que los dos jóvenes terminaron encontrándose.

—Tienes razón papá —devolvió la cariñosa palmada contra la mejilla del mayor.

—¿Nervioso?

—Para nada. Es tan natural como respirar.

***

En otra habitación, Aurora, en soledad, se contemplaba en el espejo de cuerpo entero, donde estaba terminando con su preparación. La mayor parte había corrido por cuenta de las tres mujeres empleadas de los Sharpe.

Rebosaba de felicidad y calma ante una nueva experiencia. 

Steve y ella se prometerían amarse y acompañarse el resto de la vida. Y las promesas, no se rompen.

Cuando escuchó que llamaban a la puerta, se acercó para averiguar quién la buscaba. Al abrir, dio un pequeño grito de alegre sorpresa al encontrarse al alto y fuerte agente que se había vuelto su amigo.

Chris no había estado muy seguro de asistir ese día. Pero no había podido negarse cuando Aurora le suplicó su presencia el día que le entregó sus documentos. No con esos ojos que le quemaban el corazón. Después de todo, él también era importante para ella. Al menos, podría darle el obsequio que le tenía preparado.

—Aurora, disculpa que te interrumpa en este momento. Pero tenía que hablarte antes de la ceremonia. ¿Puedo pasar?

—¡Claro Chris! —Le cedió el paso y cerró la puerta una vez el hombre entró.

Él se dio vuelta y se quedó sin aire. La visión de la muchacha lo impactó. Lucía esplendorosa, de una manera delicada y elegante. 

Brillaba.

Todo en ella era pura luz.

Después de lo que habían vivido, se alegraba que ella fuera dichosa. Aunque fuera con Steve. Sin embargo, ese pensamiento arañó su pecho por dentro.

—Quería agradecerte por lo que hiciste por mí. Por sanar mi constante dolor de cabeza —frotó su gran mano sobre su nuca—. No estoy seguro de cómo lo supiste, y mucho menos cómo lo hiciste, pero te lo agradezco de corazón.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now