22. Ángel

198 44 300
                                    

22. Ángel.

Bajaron a la planta principal de la mansión tomados de la mano. 

Un impulso dominante por parte de Steve, que sin embargo, ambos sentían completamente correcto. Encajando a la perfección cómo lo hacían sus cuerpos.

Le gustaba tener los dedos entrelazados con el alto rubio que la guiaba por delante de ella con cierta posesividad.

No podía dejar de contemplarlo. Su perfil le atraía como la luna a la marea. 

Él pareció darse cuenta y giró, atrapando su mirada en el acto, lo que provocó que ella se sonrojara y fijara su vista al frente, apretando su labio inferior con sus dientes y concentrándose en la gran sala que se abría por delante.

El contraste entre timidez y voracidad erótica de la muchacha le fascinaba. Era su turno de perfilarla con los ojos.


Avanzaban por la mansión que todavía no conocía y que tenía curiosidad por descubrir para saber dónde vivía el hombre que le estaba sujetando la mano. Cuando llegaron al amplio comedor, con vista al mar a través de más ventanales, quedó deslumbrada por la luz que inundaba el lugar. Todo lo que conocía era oscuro, frío y cerrado. Allí era lo opuesto. Los techos eran altos, blancos, con vigas de madera natural. Había una gran mesa de madera con muchas sillas y más lejos, una sala de estar frente a una enorme chimenea. Apagada por la época estival.

En uno de los extremos de la mesa hábilmente tallada, tenían preparado dos desayunos generosos. Se podía disfrutar de gran variedad de opciones: huevos revueltos, tocino, fruta, cereales, tostadas con dulces, bizcochos. Y para beber, café, té y jugo.

Aurora no había visto nunca tanta comida junta. Ya quería probarlo. 

Entonces se dio cuenta que había dos figuras de pie, pegadas a una pared. Estaban tiesas como estatuas, ambas uniformadas con un sencillo vestido gris claro con un delantal blanco. Una de ellas era pequeña, algo arrugada, de apariencia frágil y encorvada. Era mayor que la otra, que tenía una cara redonda y bonita. Tan alta como ella, pero de proporciones más generosas en el busto y en la cadera. Su piel era casi tan oscura como la de Andrew. Tendría unos cuarenta años. De hecho, desconocía que Andrew y ella habían sido compañeros de preparatoria. 

Cuando Steve Sharpe compró la casa en la que trabajaban, pocos años atrás, Andrew fue el que contrató a Josephine porque sabía que era una mujer de confianza. Y ésta, a su vez, había recomendado a Theresa. El trabajo en esa casa no les desagradaba. La paga era generosa y nunca había grandes inconvenientes. El señor Sharpe casi nunca traía gente a casa, a excepción del señor Brighton, que se manejaba con la misma naturalidad que el dueño. Y para la fiesta anual de beneficencia. Que tendría lugar en unos días. Lo único que las incomodaba, era la frialdad de Steve, por lo que trataban de no estar mucho tiempo en su presencia.

Sharpe le señaló a las mujeres y las presentó.

—Ellas son Theresa y Josephine.

Aurora se acercó a ellas y les sonrió.

—Soy Aurora —estrechó la mano de cada una. 

Primero tomó la de Josephine y continuó con la de Theresa. De inmediato notó sus manos deformes y supo que sufría mucho dolor. Sostuvo su mano un poco más que la de Josephine. La pobre Theresa sintió en ese apretón una indescriptible calidez.

Las confundidas mujeres no entendían nada quién era esa hermosa joven. Sólo les informaron que tenían que preparar una bandeja de bocadillos la noche anterior y el desayuno de esa mañana. Pero enseguida les agradó, con esa sonrisa luminosa que parecía llenar el lugar de alegría. Ojalá esa alegría pudiera afectar al frío señor Sharpe.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now