8. Paradise

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8. Paradise.

Definitivamente, Dai era una talentosa dando placer. Se retorcía sobre Arata como una contorsionista con total dominio y control para hacer volar al joven hasta la estratósfera.

Ascendía y baja sobre su pelvis, sintiendo su miembro entrar y salir, estremeciéndola con cada penetración, mientras él elevaba su pelvis para buscar más profundidad. Con cada empuje los gemidos se hacían más audibles.

La velocidad aumentaba y el sudor recorría la piel de ambos. La mujer lo montaba con experticia, balanceando su cadera. Las manos del hombre se apretaban sobre su carne con fuerza. Llevó una de ellas hacia arriba, posicionándola entre los omóplatos de la amante, obligándola a descender para que sus cuerpos sintieran el calor, la humedad y se friccionaran ambos pechos.

Sus bocas se devoraban con desesperación. Sus dientes apretaban los labios del otro. Jugaban mordiéndose el cuello, succionando, apretando, buscando dejar marcas en el otro que evidenciaran su encuentro.

Arata clavó sus dedos en el blanco trasero y una sacudida los hizo colapsar al alcanzar su clímax. La calidez de su esencia invadió a la mujer, que sonrió, lamiéndose el labio superior.

Un largo jadeo se liberó de ambos cuando quedaron laxos sobre la cama.

Una de las ventajas de la puta particular de Takeshi era que se aseguraba de mantenerla sana y con métodos anticonceptivos, para de esa forma disfrutarla cada vez que lo deseara con total libertad. Y eso en ese momento, era agradecido por el hermano menor.

Dai rodó hasta quedar al lado del hombre y cuando iba a enredar sus piernas entre las de Arata, éste abandonó su posición y se sentó en la cama.

Prepárate. Mi padre y Takeshi deben estar por llegar. Me iré a duchar. Haz lo mismo.

¿Contigo?

Su voz era un ronroneo entrenado para encender a cualquiera.

No eres tan tentadora. Ya me desahogué. No necesito otra ronda contigo.

Eres... —su rostro adquirió un color rojo intenso. Su cuerpo se erizó. Se arrodilló en la cama, apretando sus manos contra las sábanas de seda.

Ten cuidado con las palabras que le seguirán.

No te preocupes. Takeshi sabrá satisfacerme mucho mejor que tú —quiso provocarlo, aun sabiendo que no tendría éxito.

Veremos —se encogió de hombros—. Después que le muestre a mi muñeca especial, puede que tú ya no seas lo que más le interese.

Su orgullo había sido herido por una rubia, hermosa sin dudas, pero que ni siquiera hablaba ni comprendía lo que se le decía. Pero tendría que soportarlo, pues enfrentarse a aquel hombre que no dudaba en quitar una vida no era una idea inteligente. Se puso de pie, colocándose su kimono de seda, simulando ignorar la pulla.

Aunque fuera así, tu muñeca nunca será de su propiedad. Tú la quieres para otras cosas y no perderías la ventaja que tienes con ella ni siquiera para consentir los caprichos de tu querido hermano.

En eso tienes razón. Pero conociéndolo, buscará lo más parecido a ella para suplirla hasta que logre convencerme de cedérsela. Y tú, que ya no eres la misma jovencita, quedarás relegada.

Su mandíbula se tensionó, pero refrenó su lengua viperina. En lugar de responder al ataque, siseó con una sonrisa fingida.

Quieres jugar con él.

Me divierto con sus puntos débiles. Y ustedes, mujeres hermosas, son el más obvio de tus flaquezas.

Sin embargo, eso nos confiere poder a nosotras.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora