25. Decepción

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25. Decepción.

Aurora se sentía desconcertada.

Anoche, el hombre al que adoraba la había despedido con ternura, aquella sutil que desprendía para ella. Habían disfrutado de un hermoso día juntos. De la mitad de una noche como amantes.

Y esa mañana, todo parecía diferente y no comprendía por qué. No entendía qué podría haber hecho para que la ignorara.

Theresa la miraba preocupada cuando la joven sólo se quedaba allí, de pie, ignorando el desayuno que aguardaba en la mesa.

—Señorita Aurora, le he traído otro té para que pruebe, uno de frutos rojos —la tomó con el cuidado de una madre y la guio hasta sentarla en la silla. La mirada de la rubia parecía ida, incapaz de levantarla del piso, donde se sentía caer—. Por favor, señorita, tiene que comer algo. El señor Sharpe es algo complicado. —Trataba de animarla, al tiempo que servía el humeante líquido en una de las finas tazas—. Seguro que tiene muchas cosas en las qué pensar. Ya se le pasará.

Pero Aurora no reaccionaba. Atravesaba la ventana con sus ojos, viendo más allá del mar. Un día cálido, lleno de vida y color, que no llegaba a su alma, cuando todo a su alrededor se sentía gris y desolado.

Una helada sensación recorrió su columna.

¿Se estaría arrepintiendo de tenerla en su casa? ¿Habría hecho algo mal? ¿Sería que ya no la deseaba? Su cabeza maquinaba diferentes escenarios y retomaba cuestionamientos sobre su propósito en la mansión. ¿Y si había descubierto el experimento que atravesaba sus venas? Después de todo, él había robado parte de su sangre.

Otra idea se le cruzó y llevó sus manos a su vientre. Acababa de percatarse que el señor Steve se derramaba en ella. Toda su esencia la había colmado ya cuatro veces.

¿Y si lo que pretendía era que engendrara un hijo para él? Sus mejillas se volvieron blancas como las suaves nubes que navegan en el azul del cielo en la mañana que ya se alzaba. No quería decepcionar al hombre que la había rescatado. Pero lo haría si esa era su meta. Porque ella no podría nunca concebir un bebé. No tenía esa habilidad en ella. El Dr. T así lo había programado. Al menos eso creía. Porque hasta el momento, nunca había tenido su período.

Cualquiera de sus hipótesis daba un mismo resultado.

Un corazón roto, lágrimas arrastrando su dolor y el temor de ver desilusión, desagrado u odio en aquellos cielos nocturnos que la hechizaban. O todo junto en su magnífico rostro.


La empleada no quitaba un ojo de la muchacha mientras se encargaba de limpiar la habitación. Ella también estaba desconcertada, pues por segunda vez consecutiva, las sábanas que debía cambiar no eran discretas al contar lo que en ellas había ocurrido entre ambos jóvenes. Si unas horas atrás se habían unido apasionadamente, ¿por qué primaba la indiferencia por parte del hombre?

A no ser... una despreciable idea cruzó por su cabeza. Pero la desechó enseguida. No creía que el señor Sharpe hubiera forzado a la joven. Podía ser gélido, rígido y obsesivo. Pero era un caballero. Además, la chica había estado embelesada por él, sonriendo y corriendo a sus brazos como una niña enamorada. Los dos contemplaban al otro de una manera que sólo evidenciaba una indudable y avasallante atracción. 

Si el hombre no echaba todo a perder.

***

Después del intento fallido del desayuno, Theresa había logrado que Aurora saliera de su habitación. No le costó mucho en realidad, porque no podía mantenerse encerrada, sintiéndose asfixiar.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now