7. El hombre del traje blanco

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7. El hombre del traje blanco.

—¡El Rey de Oro! ¡El Rey de Oro! ¡A pelear!

Era su turno. Su oponente ya lo esperaba en el centro del octágono, saltando en el lugar y moviendo su cabeza de un lado a otro, haciendo círculos hacia atrás con sus hombros. Se preparaba para el combate que se desarrollaría en cuestión de segundos, para satisfacción y divertimento de los espectadores que gritaban a su luchador predilecto. Pues grandes apuestas circulaban en ese campo de batalla cuerpo a cuerpo de índole poco legal, pero que era un atractivo de obligación social para hombres y mujeres que buscaban emoción, sangre y adrenalina, fingiendo por unas horas pertenecer a un submundo alejado de las galas y fiestas de la alta sociedad.

Salvajismo, barbarie y ferocidad, que siendo a costa de otros, se disfrutaba mejor.

Sin mediar palabra, Steve ascendió los tres escalones que lo elevaban al punto de encuentro. Ignoraba a todos aquellos, que elegantemente vestidos, se volvían presas de la excitación, de instintos primarios de brutalidad. Parecían ser ellos los animales enloquecidos en lugar de los dos enjaulados que se prestaban para ser su entretenimiento.

Para no ser reconocido, ya que muchos de ellos también eran personajes de alto poder en el mundo de los negocios millonarios, se había dejado sus cabellos sin peinar. En lugar de llevarlo prolijamente hacia atrás, sus hebras de oscuro rubio caían hasta casi alcanzar sus pómulos de forma desordenada, pero que le daban un atractivo salvaje por las que las mujeres de la audiencia gritaban con lujuria.

Más de una se le insinuaba, anhelando un posterior festejo de triunfo entre sábanas, creyendo que era un pobre hombre dispuesto a cualquier cosa por la necesidad de dinero.

No le importaba.

No había ido a jugar.

Tampoco a llenar sus bolsillos ya repletos ni mucho menos los de otros.

Era un medio para canalizar su rabia perpetua con violenta frialdad. Desde hacía años el entrenamiento en combate con su maestro le resultaba ineficiente. ¿Cómo afrontar una verdadera lucha de vida o muerte cuando debía limitarse en la práctica?

En cambio, su actual oponente —uno descomunal y ansioso por descargar su poderío sobre él—, y todos los anteriores, habían sido sin saberlo, herramientas para su perfeccionamiento. Sólo servían para sus propósitos.

Sin perder el control, que años de práctica le habían llevado a dominar cualquier sentimiento, sometería al luchador sin duda alguna.

Pues la incertidumbre no tenía cabida en su vida. Cavilar sólo llevaba a una muerte segura.

Dada la orden de inicio, dejó que el gigante de rasgos nórdicos lanzara sus primeros ataques, que esquivó con cierta desgana y decepción. Demasiado tamaño para no ser más que un oponente deplorable que no significaba ningún desafío.

Una lástima, porque esperaba una pelea reñida. Sin más preámbulos, buscó dar verdadero inicio a la contienda.

Empujones, golpes de puño, patadas y esquives de dos cuerpos esculpidos, casi desnudos, que brillaban por el sudor que perlaba sus pieles, que recorrían el octágono, chocando con la reja recubierta de vinilo negro, para pasar luego a un contacto completo y fricciones entre ellos, continuando en el suelo.

Los que contemplaban desde afuera eran en su mayoría ignorantes del mundo de las artes marciales, que sólo veían en la jaula una danza erótica. Una variedad de posturas del kamasutra entre palancas, llaves, agarres.

Entre la sangre, carne y sudor, los gritos de los asistentes se volvían ensordecedores. El morbo los instaba a demandar más sangre. Ver dos hombres hasta matarse a golpes.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora