37. Revelaciones

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37. Revelaciones.

Cuando escapó de la habitación, chocó con Yoshida, que regresaba de la tercera planta. Aurora, estaba congelada. Petrificada. 

No creyó que volvería a ver a ese hombre en su vida y mucho menos esperaba encontrarlo en una fiesta donde, sin saberlo ella, acababa de comprar más jovencitas para llevar a su barco y ahora estaba por volver a la gala, para reunirse con Ken y disfrutar un poco más de la noche. Después de todo, tenía motivos para festejar por una excelente adquisición realizada. 

El japonés, al sentir que lo impactaban desde atrás en el pasillo, primero creyó que era una invitada ebria que salía de una habitación después de un rápido polvo con otro asistente. Pero luego se dio cuenta que se trataba de su Demonio Blanco.

Aurora seguía paralizada. Había imaginado alguna vez enfrentarlo. Pero ahora que lo tenía en frente, no podía moverse. El olor a mandarina le penetró hasta el cerebro, revolviéndole el estómago y regresándola a sus más terribles pesadillas. 

Entonces, el largo brazo del señor Steve pasó por al lado de ella. Tomó del cuello al japonés y lo llevó contra la pared más cercana a ellos, chocando con una mesa que tenía unas copas vacías encima, que algunos invitados habían dejado antes de entrar a los baños.

—Eres un enfermo que merece morir mil veces —acusó con frialdad.

—¿Yo soy el enfermo? Tú eres el que pagó quince millones por un coño.

Estaba por golpearlo con su otro puño, pero la mano suave y firme de Aurora lo detuvo y él bajó la mano castigadora. Su ceño fruncido no escondía su confusión ante el gesto de clemencia de la muchacha. 

Ubicada entre los dos hombres, capturó una de la copas. Actuaba como poseída. La partió al apretarla en su palma, cortándosela, sujetando el tallo de cristal. Enseguida emergió la sangre tibia de su carne. 

Habló en japonés, muy cerca de la cara del pequeño hombre.

Te dije que, si te volvía a ver, no vivirías un día más. 

Tomó la copa partida y le cortó la mejilla. Él estaba tan asustado que no pudo emitir sonido alguno.

La mutante aspiró el dulce aroma del terror que emanaba por cada poro como una fiera ante su presa.

—Tal vez —añadió. Lo miró con los ojos encendidos, con furia. Luego la intensidad bajó, pero mantuvo el dorado lobuno—. Hoy no será el día. Pero recuerda, yo me curo en segundos, tú, tendrás a partir de ahora esa marca que te recordará que no te queda mucho de vida. Yo, Shiroi Akuma te perseguiré.

En cuanto dijo estas palabras, se dio media vuelta y encontró el rostro de Steve, que la observaba asombrado.

Desconociendo que su proceder había revolucionado cada fibra en el cuerpo de Steve, que la admiraba como la diosa de la venganza que había surgido ante sus ojos. 

Estaba hechizado.

Y muy excitado.

Sin embargo, Aurora se sintió avergonzada y volviendo a tomar el vestido roto con la mano sana, caminó a prisa hasta las escaleras, para bajarlas y salir de allí. 

Necesitaba respirar. 

Huir. 

Huir de Yoshida. 

De Durand. 

De la mirada de Steve. 

De lo que había hecho. 

Se había defendido, manteniendo el control sobre sus sentidos. No hubo ceguera de ningún tipo, sino certidumbre. Ese momento había sido sublime, sin embargo, ahora la embargaba el temor de lo que Steve podría pensar. Descubrir.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now