29. Jazmín rosado

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29. Jazmín rosado.

La sonrisa de Aurora no podía ser más grande.

El señor Steve estaba por desayunar con ella, los dos sentados ante la pequeña mesa del balcón de la alcoba de la joven, aguardando a que Theresa terminara de servir. 

Como siempre, el hombre vestía un distinguido traje de saco y corbata, de impecable corte, que lo hacía lucir majestuoso, seguro y arrebatadoramente atractivo. Lo que a Aurora la tenía con constante taquicardia y mariposas en su estómago. O tal vez un zoológico entero.

La mujer de edad había colocado una enorme variedad de opciones y había vuelto a traer un té de frutos rojos para que probara Aurora, ya que la mañana anterior no había aceptado nada.

Saboreó la infusión y un largo <<mmmm>> vibró en su garganta, captando la atención de Steve y de una parte especial de su anatomía.

—Riquísimo Theresa, gracias.

—Me alegro que le haya gustado, señorita —giró para servir la correspondiente taza de café negro al hombre.

Steve se acomodaba la servilleta sobre su regazo tratando de calmar sus impulsos salvajes mientras la empleada hacía su tarea. Cuando elevó la vista, se topó con los iris de oro fundido fijos en él con intensidad. Aurora arqueó una de sus cejas y rodó sus ojos hasta señalar a Theresa. 

Captando el mensaje, carraspeó, algo incómodo.

—Gracias Theresa —masculló.

Pero fue lo suficientemente audible para que ambas mujeres lo escucharan.

—De nada, señor Sharpe —titubeó, sorprendida. Se giró hacia la criatura responsable de esa pequeña, y a la vez colosal, proeza. Pasó su mano huesuda y rugosa por la cima de la cabeza rubia y moduló un mudo <<gracias>> que fue recibido con una sonrisa—. ¿Se les ofrece algo más?

—No, Theresa, eso es todo. Gracias —repitió—. Puedes retirarte.

Aurora irradiaba felicidad.

—¿Qué tanto sonríes mi niña?

—¿Ve qué fácil es alegrarle a alguien el día? Unas simples palabras hacen todo mejor.

—No exageremos. Fue un simple gracias.

—Que usted nunca decía. ¿Vio cómo sonrió Theresa? —Este asintió, maravillado por la inocencia de la muchacha que horas atrás, lo recibía en el balcón desnuda después de su carrera matinal.

Sintió un cosquilleo volver a recorrerle la entrepierna al recordar la imagen que Aurora le había regalado.


Regresaba de correr por la playa. Había salido al amanecer, imaginando que ella estaría durmiendo. 

Cuando retornó, su corazón dio un vuelco otra vez, como el primer amanecer en que la vio de pie sobre la gruesa barandilla de piedra del balcón. Sólo que esa mañana, lo esperaba sentada, con las piernas balanceándose del lado de afuera, con las puntas de sus pies estirados como una bailarina. Usaba la bata de seda negra apenas anudada en la cintura, manteniendo la abertura de su escote muy bajo y las piernas deslizándose desnudas.

Ella sonreía, con coqueta picardía, provocándolo desde la distancia. 

Como un Romeo, se acercó hasta su imprudente Julieta, elevando su cabeza para contemplar el espectáculo que le daba.

Dejó de respirar cuando las piernas largas se separaron, mostrando el punto que reclamaba por su invasión. Bastó un segundo de aquella visión para que su erección se apretara en sus pantalones deportivos. 

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ