30. Sorpresa

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30. Sorpresa.

Despacio, Lucy se sentó.

—¿Qué preguntas? —Su voz era baja, casi inaudible.

—Bueno, puede comenzar respondiendo de dónde consiguió la muestra de ADN.

—¿Cuál?

—No perdamos tiempo. Eso me molestaría mucho. Y usted no quiere que yo me moleste.

—No lo sé —las lágrimas no demoraron en caer por su rostro.

—Intentémoslo otra vez.

Se acercó a ella y con una gran velocidad, le propinó un golpe con el puño, haciéndole sangrar la boca, aturdiéndola por unos segundos. 

La adrenalina comenzó a correr descontrolada por sus venas.

—¡Realmente no lo sé! —Gritó. Su rostro comenzó a hincharse y sentía el sabor metálico de la sangre en su boca.

—¿Cómo lo consiguió? —Volvió a golpearla con el otro puño, hiriéndole el pómulo.

Con el nuevo golpe, sentía la tibia sangre calentando su mejilla.

—Simplemente... me dejaron la muestra en una casilla de correo. No sé nada más.

—¿Dónde? ¿Y el número de la casilla?

—E-En e-el... —no podía dejar de tartamudear—. U-U-United P-P-Post Office de Man-Manhattan. 959.

—¿Dónde tiene la muestra?

Lloraba más fuerte, sacudiendo su cuerpo. Su mente estaba en blanco, resultándole extremadamente difícil responder a lo que le preguntaban.

Otro impacto obtuvo la respuesta ansiada.

—Una parte aquí y el resto en mi casa, en el refrigerador - gimoteó.

—¿Cómo le pagan?

—Me dejan el dinero en el mismo lugar.

—¿Y cómo se contactan con usted?

—Me mandan un mensaje desde un número bloqueado al móvil.

—¿Cómo le responde usted?

—Los llamo desde un teléfono público a un número que me indican. 

—¿Cuál es el número?

—Está registrado en mi teléfono como <<S>> —sorbió por la nariz—. Por favor. No sé nada más —mantenía la cabeza caída, con las lágrimas rondando hasta caer sobre la tela de su bata blanca que cubría su regazo.

—Le creo. Va a dejarle un nuevo mensaje indicando que tiene algo para él. Lo que sea. Debe asegurarse de que vaya al casillero mañana.

—No responde enseguida. Pueden pasar días —sollozó sin dejar de temblar. Tuvo que escupir la sangre que se le acumulaba en la boca.

El militar asintió. Tomó su teléfono celular y buscó la grabadora.

—Muy bien, ¿lista? —Acercó el aparato—. Cuando usted lo desee, doctora.

Ordenó cómo pudo sus palabras. Si fuera una espía, habría un código, alguna clave que pusiera sobre aviso a su contacto. El llanto brotó con fuerza. No era una fantasía. Era una cruda y violenta realidad.

Sorbió por la nariz otra vez, tratando de ocultar su temor. Comenzó a hablar sobre la grabadora. Su voz era dubitativa e insegura. 

Lo siento. Continué con más pruebas pero los resultados no son concluyentes. Las muestras entregadas serán devueltas en el lugar de siempre —no pudo evitar un gemido quejumbroso al finalizar.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Where stories live. Discover now