21. Mi nombre es...

217 42 279
                                    

21. Mi nombres es...

Se quedó sola. 

No sabía qué hacer. No podía dormir. En parte porque temía que todo fuera una fantasía. Que estuviera en un sueño y si cerraba los ojos, todo desaparecería cuando los volviera a abrir. No podría vivir con la decepción de encontrarse nuevamente entre las paredes metálicas del buque. De sentir el aroma de mandarinas, de sudor y semen de los hombres que la habían torturado. No después de haber probado el paraíso. El verdadero paraíso y no aquella versión perversa que Yoshida le había entregado. 

De haber visto el cielo. Y no estaba pensando en la bóveda celeste, sino en aquel cielo profundo y misterioso en el rostro de su salvador, el que la había conquistado aquella noche. 

Tampoco podía dormir porque su piel le quemaba con el recuerdo del tacto de ese mismo hombre, que acababa de poseerla. Estaba eufórica. Lo había disfrutado mucho. Había solamente rozado sensaciones parecidas. 

Quería volver a sentirlo. Una explosión había ocurrido en todo su ser, comenzando desde sus entrañas y alcanzando su corazón. Pero no era el único motivo por el que quería repetir la experiencia. Cuando apenas posó sus dorados ojos en ese cielo oscuro que poseía el señor Sharpe, lo vio hundido en un profundo dolor y estaba ahogándose. Supo por fin cuál era su propósito. Ayudarlo a que curara su alma. Ella lo rescataría también a él con cada orgasmo.

Estaba satisfecha con su resolución. 

Giró sobre sus talones y volvió a la mesa a comer unos bocadillos más. De reojo percibió otro mobiliario que la encantó. El mueble en sí era hermoso. Muy bien construido y robusto. De excelente calidad. Pero lo que le interesaba era lo que contenía. Entre varios objetos decorativos de costosa calidad que ocupaban los estantes, había libros. 

Era una modesta biblioteca. ¡Una maravilla!

Extrañaba leer. Lo que fuera. Los libros que conocía eran de ciencias: genética, medicina, fisiología, química, física, biología. Ahora leería sobre nuevos temas. Era feliz cuando lo hacía. Las páginas que había repetido en su mente fueron lo que la mantuvieron cuerda en su encierro.

Caminando hacia el mueble, rozó las enormes cortinas que cubrían todo el lado de la habitación. Sólo por curiosidad, las deslizó y encontró otra sorpresa. 

Una ventana.

Se olvidó de la biblioteca y concentró tu atención en la cortina y el tesoro que ocultaba detrás. Con entusiasmo y energía, despejó la zona, dejando desvelado completamente el ventanal. Tenía ganas de gritar de felicidad. Dio pequeños saltos en el lugar al tiempo que aplaudía. Cualquiera que hubiera conocido al Dr. T, reconocería esta pequeña danza de celebración. Tomó el picaporte y se quedó quieta. ¿Y si estaba cerrado? Lo giró y magia. 

Salía a otro mundo. 

La terraza donde se encontraba era del largo de toda la habitación. Con otra mesa con sillas, una tumbona y macetas con plantas. Algunas de ellas, desprendían un delicioso perfume en la noche cálida. Pero lo que realmente conmovió todo su ser, fue cuando levantó la vista y vió a sus compañeras, las estrellas. Y esa enorme luna que la custodió en el vuelo en helicóptero hacia su nueva vida. 

Alzó los brazos y dio vueltas.


Steve subió a su dormitorio, en la última planta. Estaba justo encima de la de ella. Dos de las cuatro paredes eran de vidrio. Dos grandes ventanales de cristal blindado, desde donde podía apreciar la extensión del mar. Un extremo de la alcoba parecía una pequeña sala de estar con un cómodo sillón, una mesa baja y un televisor de pantalla plana contra la pared, sobre un enorme y elegante hogar a gas, que se encontraba apagado.

Demonio Blanco - Lágrimas de Oro - (Shiroi Akuma #1) - #HA2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora