Capítulo Veinte

1K 86 1
                                    

Narra Emiko

—Ya es suficiente.— Detuve el puño de Goku a centímetros de darle en la cara a Zamas. —Ya tuviste tu pelea, así que por favor ya cálmate.

—Si claro, lo siento Emiko, me emocione demasiado.— Sonreí levemente extendiendo mi mano a Zamas para ayudarle a ponerse de pie.

—Tú y yo tenemos una pequeña charla pendiente.— Él me miró unos segundos antes de aceptar mi mano y levantarse. —Vamos.

—No vayas a tardar demasiado Emiko, tengo ganas de comer postre así que apresúrate.

—Tranquilo papá, Wiss tiene algunos dulces para ti... y si llegas a desesperarte mucho pueden ir a casa ustedes, luego puedo pedirle a Kusu que me acerque.

—De acuerdo querida, ve tranquila.— Asentí levemente antes de comenzar a caminar junto a Zamas.

—¿De qué quería hablar conmigo señorita?

—No es necesario que seas tan formal conmigo Zamas, háblame con confianza.— Sonreí de lado antes de detenerme frente a un muy bonito estanque con flores y pequeños peces. —Tomemos asiento un momento.

—Claro. — Ambos nos sentamos a la orilla del estanque, yo me acerque un poco al agua para observar los peces por lo que acerque un dedo causando que varios se asustaran y alejaran.

—Uhm... bien Zamas, seré sincera contigo... desde que llegué pude notar cierta incomodidad en tu interior, ¿me dirías que es?

—No sé de qué habla, yo me siento tranquilo y en armonía.

—Me refiero a tu alma... cuando sujete tu muñeca luego de que Goku se te acercó... pude notar muy inquieta a tu alma, ¿fue por la presencia de un humano en este planeta? ¿O porque un humano estaba junto a un dios de la destrucción y su hija? Sé sincero conmigo, no te juzgaré.— Le miré de reojo notando que miraba fijamente el agua por lo que volví mi mirada al frente.

—Tengo muchas dudas sobre la existencia de los humanos...

—Mmm, por su forma de actuar y pensar, ¿no? Es normal... yo también me suelo preguntar si es correcto permitir que haya tantos humanos ignorantes en mi universo...— Noté que su mirada se centró en mi por lo que suspiré levemente. —Aunque... luego de convivir un poco con los terrícolas, me di cuenta que no todos son iguales.

—Con todo el respeto, creo que está equivocada con eso.

—Tal vez sí o tal vez no... nunca nadie puede asegurar quién está en lo correcto y quién no, después de todo, al igual que los humanos los dioses cometen errores, ya sean grandes o pequeños.— Cerré mis ojos respirando hondo antes de girarme a verlo con una pequeña sonrisa. —Lo que quiero decirte es que... no deberías juzgar tan pronto a todos los humanos, sé que cometen los mismos errores una y otra vez pero es parte de su naturaleza... supongo que tu maestro ya te lo ha dicho, pero los únicos que tienen el derecho a juzgar las vidas son los dioses destructores.

—Sí... me lo ha dicho un par de veces.

-—Aún eres joven Zamas, y te quedan cosas por aprender antes de que tomes el puesto de supremo Kaiosama... por eso quisiera que te tomes un poco de tiempo para ver bien a los humanos, trata de empatizar con ellos y de comprender que no son perfectos, por lo que nunca conseguirán tener una vida perfecta y pacífica.— Rebusqué entre mi ropa antes de sacar una bolsa de tela para dársela. —Toma.

—¿Qué es esto?— Él agarró la bolsa con cierta curiosidad antes de abrirla y ver el contenido.

—Son hojas de té verde y de menta, ayuda bastante con el estrés y para poder relajarse y pensar con mayor tranquilidad las cosas... le hago este té a mi padre todas las mañanas para que esté lo más relajado posible durante el día y no tome decisiones precipitadas.— Me levanté del suelo al mismo tiempo que él para luego limpiar un poco mi falda antes de sonreírle. —Si llegas a sentir esas emociones negativas abrumarte de nuevo... puedes pedirle a la señorita Kusu que me mande a llamar y vendré para que hablemos.

La hija del dios destructor.Where stories live. Discover now