Nela Schrödez tiene un billete de ida, pero no tiene uno de vuelta.
Adaptarse a un nuevo país nunca es fácil y menos cuando se acaba de perder lo más valioso que una persona tiene, pero es más complicado cuando se descubre que nada es lo que parece...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Capítulo dedicado a PurpleJupiterrr por todo su apoyo hacia la novela y por sus comentarios y amor hacia esta historia. Me encanta dedicaros capítulos y más cuando me ofrecéis tanto cariño. ¡Espero que lo disfrutes!
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Vierunddreißig: Jaque mate.
Si pudiera describir el silencio diría que los matices importaban.
Siempre.
No era lo mismo un silencio donde un grito se ahogaba y el dolor te destrozaba con tanta contundencia que rompía algo dentro de ti que otro tipo de silencios.
Existía el matiz del silencio tras una noticia fatídica y que te desquebrajaba hasta tal punto que tenían que pasar horas, días, meses e incluso años para que pudieras asimilar lo que había sucedido y, aun así, una parte de ti, por muy pequeña que fuera, aún dudaba de la veracidad de lo ocurrido.
Estaba ese silencio cómodo que te hacía sonreír automáticamente porque estabas compartiendo tiempo con una persona especial. Ese silencio que podríamos definir como el silencio de dos personas conectando su alma con una mirada, con tanta intensidad y amor que es que las palabras sobraban.
No todos los silencios eran malos o buenos, también existían los silencios traviesos, por ejemplo, cuando hacías alguna diablura y te obligabas a ti mismo a quedarte bien calladito porque si hablabas conseguirías algún tipo de reprimenda.
Estaban los silencios llenos de orgullo, donde por mucho quisieras hablar, la sonrisa que surgía en tu rostro, no te permitía decir nada coherente. Y para mí, era uno de los silencios más bonitos y puros que alguien podía recibir.
Y luego estaba el silencio triste, un silencio duro de digerir porque era un silencio que no tenía consuelo. Que dijeras lo que dijeras, era inútil e inservible. Ese tipo de silencios donde querías ser interrumpido por cualquier ruido porque no había palabra en el mundo que te hiciera escapar de esa situación.
Y yo estaba en uno de esos silencios tan incómodos.
—Toma —Me ofrece el folio de nuevo, tomando las riendas de la situación antes de que alguno de los dos nos sintiéramos superados—. Tu madre hablaba de mí —Se limpia las gafas en la camisa, descolocándose el perfecto traje y mostrando una imagen de sí mismo más humana—. Y creo que ella sabía que había algo fuera de lugar, y por eso decidió mandarme ese tipo de señales. Al menos intentarlo.