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Me saco la máscara con furia. Martín se la saca también y mientras maneja a toda velocidad me mira fugazmente.

— ¡No me mires! ¡Sólo conduce!

Las lágrimas salen y no puedo parar de llorar. Estoy destruido. Podría pegarme un tiro ahora mismo.

— Cálmate Julián.

Me agarro la cabeza con ambas manos y comienza a respirar con fuerza.

— La vi... — Susurro.

— ¿Qué?

— ¡La vi! — Grito.

Martín abre los ojos como platos y me mira fugazmente. Mierda. No quiero que me vea así. Tan vulnerable y débil.

— ¿Cuando? ¿Por qué no dijiste nada? — Me pregunta alterado.

— Porque fue antes de que subiera al auto. La vi asomada en la ventana por un segundo y luego desapareció cuando cruzamos miradas.

Mí voz tiembla.

— Cálmate... hablaremos al llegar a casa. — Me dice con voz dura.

No le contesto nada. Pongo la cabeza entre las rodillas, como me enseñó el psiquiatra para calmar la ira. Me quedo ahí, escondido, hasta que llegamos a casa.

— Tenemos que entrar. — Me suelta Martín.

Niego con la cabeza mientras cierro los ojos con fuerza. Él directamente pierde la paciencia.

— ¡Sal del auto, Julián!

Niego con la cabeza frenéticamente. Él le pega un puñetazo al volante. Realmente está enojado.

— ¡No! — Niego con la cabeza.

Martín sale del auto. Levanto la cabeza y veo que estamos estacionados fuera de mi garage y justo, Gastón y Abel, están llegando. Miro a Martín rodear el auto, hasta llegar hasta donde estoy. Abre la puerta del auto, me toma de los hombros y me saca a los empujones.

— ¡Te dije que salieras del puto auto, Julián!

Me caigo al suelo y simplemente me quedo ahi... tirado... llorando y con ganas de morir. Abel y Gastón vienen hacia nosotros con cara de preocupación.

— ¡¿Qué mierda pasa aquí?! — Pregunta Gastón.

— ¡Es un maldito enfermo! ¡Eso es lo que pasa!

Martín entra corriendo a mi casa.  Gastón y Abel se acercan a mí e intentan levantarme del suelo. Es denigrante pero es que no puedo soportarlo más.

— Tranquilo amigo. Ven, vamos a que duermas un poco.

Tengo la cara contraída por el llanto.

— No quiero dormir... quiero estar con Ivanna. Llevenme con mi novia. — Les pido aún llorando.

Abel y Gastón se miran mientras me hacen pasar a la casa. Creen que no me doy cuenta, pero la verdad es que no puedo pensar en otra cosa que no sea en ella y en que fallé.

Entramos a la casa y no veo a Martín por ningún lado. Me ayudan a subir a mi habitación y me acuestan en la cama. Me quedo quieto intentando que mis malditas lágrimas dejen de salir, cuando escucho que en el living de mi casa, están discutiendo.

Me levanto con tanta fuerza que incluso me siento mareado al dar los primeros pasos. Me acerco a la puerta y puedo escuchar a Martín quejarse con Gastón.

— ¡Casi nos atrapa la policía! ¡Tenemos que internarlo!

— ¡Sabes que si lo mandamos ahi, no lo dejarán salir del manicomio jamás!

Se hace un silencio.

— Entonces que se quede ahí, encerrado para siempre.

Esas palabras dichas por el que se hace llamar mi mejor amigo, me destruyen por completo. Salgo de la habitación, sin medir mis acciones. Bajo rápidamente las escaleras. Volteo a Martín para tenerlo de frente y luego, descargo toda mi rabia en mi puño y se lo incrusto en la cara.

Martín cae al piso y sale un poco de sangre de su nariz. Me le quedo mirando con asco. Que te encierren a ti, pedazo de mierda. Levanta la cabeza y me mira atónito, pero su expresión dura escasos segundos. Se para con furia y se lanza sobre mí.

No se con que fuerza, pero nos peleamos como nunca antes en nuestra vida. Cuando me tiene contra el suelo, mi labio choca contra el piso. Siento un dolor punzante. Me volteo, lo derribo y me subo encima de él. Intento pegarle puñetazos pero el bastardo es fuerte. Me quita de encima e intenta pararse para seguir golpeándome. Patadas y puños se mantienen en el aire por varios segundos. Nos estamos lastimando sin medir las consecuencias. Todo se termina cuando intervienen Gastón y Abel.

— ¡Paren, paren! ¡¿Qué hacen?! ¡¿Están dementes?!

Me pongo de pie, me toco la boca y veo sangre en mi mano.

— ¡Yo no soy el demente! ¡Él es el enfermo mental!

Martín tiene la nariz con sangre y sólo se dirige a Gastón. A mi no quiere ni mirarme.

— ¡Ya estoy harto de su maldita locura!... Voy a ir con la policía. 

Reacciono de inmediato. No pienso dejar que por culpa de este imbécil, me encierren.

— Adelante... ve con la policía y yo le meteré una bala entre los ojos a Julieta antes de que puedas llegar a poner un pie en la comisaría.

Los tres se voltean a verme con cara de espanto. El pecho de Martín sube y baja frenéticamente mientras me mira con horror.

— Ganas no me faltan. — Contesto con sinceridad.

Martín salta hacia mí pero Gastón lo detiene por la cintura.

— ¡Hijo de puta! ¡Alejate de ella o te juro que te mato! ¡Loco de mierda!

Me grita con asco y rabia. Gastón y Abel se lo llevan para afuera de la casa, dejándome sólo. Hay sangre en mis pies y me doy cuenta que aún sangro por la boca. Corro escaleras arriba y entro al baño a lavarme la herida.

No puedo creer que todo terminará tan mal. No sé que voy a hacer ahora que estoy solo. No sé cuando la voy a ir a buscar... ¿Y si ella decide volver a su casa? Con todo esto... no me puse a pensar ni un momento en como debe sentirse Ivanna. Esto no me puede estar pasando.

Abro los ojos como platos al pensar que ella puede volver a huir. Y si se va ¿A dónde iría? ¿Volvería a casa de sus padres? ¿O tal vez iría a casa de sus abuelos, en el campo? O tal vez... podría irse lejos de aquí... A un lugar donde yo nunca pueda encontrarla. Se me hiela la sangre, al pensar en la posibilidad de no volver a verla nunca más. Todas estas cosas fluyen por mi mente, mientras que mi sangre también fluye junto al agua del lavabo.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Where stories live. Discover now