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Abro los ojos despacio. Me encuentro nuevamente con la calma de la habitación de hospital y la misma enfermera de la última vez, a mi lado, revisando mi suero. Observa que estoy despierto y se inclina hacia mí.

— Buenos días Julián. Que bueno que te despertaste ¿Cómo te sientes?

Siento la boca seca pero me duele mucho menos la cabeza. Por lo menos ahora puedo moverme y hablar.

— Me gustaría un poco de agua.

La enfermera asiente. Trae un vaso de agua con un sorbete y luego me ayuda a levantar la cabeza para tomar unos sorbos de agua.

— Estas mucho mejor. Si mañana sigues mejorando, podremos darte de alta para que termines tu recuperación en tu casa. 

Miro para todos lados buscando a Ivanna.

— Disculpe... ¿Donde está mi prometida?

Mi voz suena ronca y ahogada. La enfermera levanta las cejas, perpleja.

— ¿Prometida? — Pregunta confundida.

Asiento. Mierda. Esta a punto de decirme algo cuando Abel entra a la habitación. La enfermera sale a paso acelerado de la habitación, como escapando de mi pregunta. Él se sienta en una silla a mi lado y veo preocupación en su mirada ¿Que pasó?

— Abel... dime que Ivanna está bien.

Mi voz suena ahogada. Me cuesta hablar.

— Cálmate Julián.

Siento que todo mi cuerpo vuelve a temblar del miedo. Antes que Abel pueda decirme algo, Martín entra por la puerta. Tiene una botella de agua en la mano y también luce preocupado. Miro a mi mejor amigo conteniendo las ganas de saltar de la cama.

— Martín.

Él sólo se limita a mirarme y como pasa su peso de un pie al otro. Se está poniendo nervioso.

— Dime que está viva. — Le ruego.

Tarda en responder y son los peores segundos de mi vida.

— A ella no le pasó nada...

Su voz suena apagada. Todo mi cuerpo siente un alivio momentáneo al saber que Liliana no acabó con su vida. Pero luego la desesperación comienza a crecer en mi al no entender porque no está aquí conmigo.

— ¿Donde está?

Abel se levanta de la silla, me da la espalda y simplemente mira por la ventana. Martín tiene la vista en el suelo y luego la levanta lentamente.

— Amigo... Ivanna escapó.

Intento levantarme de golpe pero una fuerte puntada me da en la cabeza, tirándome a la cama de nuevo.

— ¡Julián, maldita sea! ¡Quédate acostado!

Esto no puede estar pasando. Siento que se me cae el alma a los pies y mi corazón se rompe en mil pedazos. Ella... escapó... sin importarle mi vida.

— No puede ser, no puede ser. — Me retuerzo en la cama.

Siento que las lágrimas hacen arder mis ojos y también puedo sentir como se desgarra mi alma. Aprieto los dientes y miro a Martín.

— ¡¿Cómo pudiste dejar que pasara?! — Le pregunto en un sollozo.

— ¡No creímos que se atrevería a escapar contigo en este estado! Julieta fue a buscarla a el hospital y luego la dejó en tu casa... desde ahi que nadie sabe en donde está. — Me contesta con desesperación en su voz.

Él también está perplejo por tal reacción de su parte.

— ¡Julieta miente! ¡La ayudó a escapar! ¡Tienen que encontrarla!

— ¡No! — Me contesta en un grito Abel.

Ambos nos quedamos mirándolo con los ojos abiertos como platos. Me incorporo en la cama, como puedo y me le quedo mirando.

— ¡Déjala que se vaya! ¡¿No crees que abandonarte con un tiro en la cabeza no es suficiente para que entiendas que ella no te quiere?!

No... Siento como mi respiración se vuelve agitada y se me nubla la vista. Jamás lo voy a aceptar. Jamás. Al ver que no le contesto lo mira a Martín.

— ¿Por que lo ayudas a seguir con esto? — Le pregunta como si yo no estuviera aquí a su lado.

— Porque intentó suicidarse dos veces Abel. La primera vez, lo encontramos con su madre en la bañera, se había tragado un frasco entero de pastillas y la segunda se puso una 9 mm en la boca en frente de mí y de Gastón. No puedo decir mas nada...

Junta las cejas, perplejo.

— No puedo creer esto...

— Creelo. — Lo interrumpo.

Me mira de golpe.

— Y si piensas que vas a alejarme de Ivanna estas equivocado. No importa cuantas veces ella intente irse. Sabe que la voy a encontrar.

Esta a punto de decirme algo pero no lo dejo hablar.

— Y si tú no entiendes eso... vete y no vuelvas más.

Martín me mira, estupefacto.

— ¿Qué...?— Pregunta en voz baja.

— Que estas despedido. — Le suelto mientras me quejo de dolor.

Me cuesta levantar la voz.

— ¿No te das cuenta que no te hablo como un empleado? Te hablo como tu amigo... pero si eso es lo que quieres...

Frunce el ceño y luego sale a paso acelerado de la habitación.

— ¡Abel, espera! — Exclama Martín

Antes de levantarse y seguirlo, se dirige a mí.

— ¡Julián, maldita sea! ¡Te vas a quedar solo por culpa de Ivanna!

Solo en la habitación, me acuesto despacio. Odio estar vivo. Odio está lejos de ella de nuevo. Odio que los demás tengan razón cuando me dicen que ya no vale la pena volver a  buscarla ¿En donde está? ¿Por qué se fue? Aprovechó la primera oportunidad par huir de mí. Le disparé a Liliana porque intentaba defenderla y ahora ¿Me abandona como un maldito animal? Ojalá Liliana esté muerta, todo está mierda es culpa de ella.

Pero Ivanna... no puedo entender porque me abandonó así ¿Eso soy para ella? ¿Basura? ¿Algo que no vale la pena? Siento la rabia y el rencor corriendo de nuevo por mis venas mientras sólo observo el techo. Perdido. Estoy perdido. Sólo hay rabia en mí ahora mismo. Pero esto no se va a quedar así. No importa en donde carajo se esconda. No importa si se cambia el color de su pelo, de sus ojos o si se construye una nueva identidad y vive una nueva vida... sea donde sea que esté, la voy a encontrar.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Where stories live. Discover now