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Me deslizo por la puerta hasta quedar sentado en el suelo. No sé cuanto tiempo me quedo ahí, mirando al suelo, muerto en vida. Me duele respirar, me duele vivir si ella me desprecia de esa manera.

Luego de unos minutos sentado, mirando a la nada, a gatas, intento levantarme y caminar hasta el sillón. Me desplomo boca arriba y respiro con fuerza. Estoy triste, muy triste. Contemplo seriamente la posibilidad de suicidarme... De repente me imagino a Ivanna en brazos de otro hombre. Feliz, plena y siguiendo con su vida mientras yo me pierdo en el olvido y termino pudriéndome bajo dos metros de tierra en un cajón.

No. Eso no. No voy a permitir que este con alguien más. No puedo soportar la idea de que este en brazos de otro hombre. Evito pensar que en todo este tiempo que estuvo lejos de mí, se besó y se acostó con otros tipos. Mis manos se vuelven puños. Saco esas ideas de mi mente. Simplemente no puedo ni pensarlo.

Me siento en el sofá y miro hacia la cocina. Podría agarrar una cuchilla, matarla a puñaladas, luego cortarme las venas y si es posible perseguirla hasta en el infierno. Me deprime la idea de que todo esto termine en una tragedia ¿Pero que puedo hacer si ella se niega a estar conmigo? Yo no puedo vivir sin ella y no voy a permitir que siga su vida y tenga una relación con alguien más.

¿Cómo puedo resolver esto? ¿Qué puedo hacer para que ella por lo menos intente estar conmigo? Las lágrimas comienzan a salir y me da rabia. Me muerdo los labios y me limpio la cara con furia.

— Deja de llorar maldito cobarde.

Tengo que convencerla. Le daré a elegir entre estar conmigo y su vida. Tendrá que elegir y su desición definirá como terminará todo esto. Si, voy a hacer eso. Me levanto y camino hasta mi teléfono celular. Miro la hora. Son casi las 6 de mañana. Estuve varias horas tirado en el sillón. Marco el número de Abel.

— ¿Si? — Su voz suena ronca.

Lo desperté.

— Perdón que te llame tan temprano pero necesito que me hagas un favor.

Mi voz suena quebrada.

— Lo que sea Julián, dime...

— Necesito que vengas aquí a mi casa por si necesito que alguien nos lleve al hospital.

Abel se queda callado un segundo y se que está pensando en hacer preguntas o no.

— Okey. En 15 minutos estoy ahí.

— Gracias.

Corto la llamada. Ahora si. Busco mi navaja y la meto en el bolsillo de mi pantalón. Si ella se niega a estar a mi lado, la degollaré y luego me cortaré las venas. Estoy decidido. Y si eso llega a pasar dejaré que Abel nos encuentre y ahí terminará todo para nosotros.

Intento dejar de llorar pero es casi imposible. Cuando Abel llega, me mira y veo incomodidad en sus ojos. Llegar y encontrar a tu jefe llorando como un niño, con una chica secuestrada en su sótano no debe ser normal para él.

— Quédate aquí. — Le ordeno. — Si para cuando Martín llega, no subo, quiero que bajes al sótano tú sólo.

Mi voz suena vacía pero firme. Abel asiente. Creo que entendió que no quiero que Martín me vea muerto. Sería demasiada mierda para mi amigo. Camino hasta la puerta del sótano dándole la espalda.

— No lo hagas. — Me suelta Abel con voz temblorosa.

Freno en seco y no me volteo a mirarlo. Tardo en contestar porque una parte mía quiere decirle que se calle y no se meta en mis asuntos, pero otra muy grande entiende que esto debe ser aterrador para él y no debe ser fácil. Comenzó cortando el pasto de mi jardín y ahora es nuestra mano derecha en la compañía y también me ayudó con lo del secuestro.

— Intentaré con todas mis fuerzas evitarlo.

Y es cierto. Entro al sótano y cierro la puerta detrás de mí. Bajo las escaleras despacio mientras la miro ahí, acostada con los ojos entrecerrados. Me acerco al colchón donde está tirada, me pongo de cuclillas a su lado y ella ni siquiera me mira. La veo parpadear suavemente mientras mira hacia la oscuridad, a cualquier lado, menos a mí.

— Mírame. — Mi voz es suave.

No reacciona a mis palabras. Le tomo el rostro con una mano, le quito el cabello de la cara con suavidad y levanto su rostro para que me mire. Acaricio sus mejillas con el dorso de mi mano. Te amo, por Dios santo... Te amo demasiado... Te amo incluso más que a mi propia vida... Y me desgarra el alma saber que no te importa.

— No quiero que mueras. Lamento lo que te dije recién pero quiero que sepas que de aquí saldremos juntos... Y no voy a cambiar de opinión. — Mi voz tiembla.

Quiero abrazarla. La tomo en brazos para sentirla más cerca. Ella lanza un sollozo de ¿Dolor?... La acomodo en mi regazo y la estrecho con fuerza contra mi pecho. La agarro de la nuca y levanto su rostro para que me mire a los ojos pero me doy cuenta que está muy cansada y apenas puede estar despierta.

— Necesito una respuesta Ivanna. Ahora. Te llevaré con un médico y a un lugar limpio y fresco pero necesito que me digas que vas a volver conmigo. — Le ruego con voz tensa.

Es todo. Si ahora me dice que no, será todo, morirá en mis brazos. Ella abre los ojos y parpadea frenéticamente. Se me ocurre presionarla para que tome una buena desición.

— Si me dices que no. Entonces será todo. Te vas a quedar aquí y no volveré ni siquiera para darte ni agua o comida. Morirás aquí...

Comienza a respirar con fuerza. Esta asustada... sabe perfectamente que soy capaz de matarla.

— Y luego... cuando estés muerta. Me mataré yo también porque tú eres mi vida. — Las palabras salen de mi boca antes de que pueda detenerlas.

Su cuerpo se tensa por completo. Es ahora o nunca amor.

— Dímelo. — Le ordeno.

Levanta su mirada. Esta totalmente agotada pero aún así sé que quiere darme una respuesta. La miro, suplicándole con la mirada que me deje amarla, que me deje demostrarle que puedo hacerla feliz y que no me obligue a asesinarla. Inhala hondo y luego su voz sale temblorosa pero lo suficiente para que pueda entenderla.

— Esta bien Julián. Vamos a volver.

Saco mi mano del mango de mi navaja y le sonrío a mi prometida.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Where stories live. Discover now