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Estoy en la escuela, la secundaria en donde todo comenzó y en el gimnasio donde el infierno se desató. Estoy acostado, el pelo graso me cae por el rostro y a mi lado está ella. Acostada boca abajo, con los ojos abiertos y la sangre aún brotando de sus heridas.

Todo había salido mal, ella como siempre... intentando escapar de mí y yo agarrándola por el pelo para inmovilizarla. Lo último que recuerdo es el cuchillo entrando una y otra vez en su espalda. Ella no quería estar conmigo y yo no iba a permitir que se fuera con ese tal Bruno... ¿O era Lucían? Ya ni siquiera recuerdo con quien quería irse. Sólo sé, que no podía permitir que se fuera.

Incluso muerta me parece hermosa. Levanto mi brazo y acaricio su mejilla, dejando una mancha de sangre en su pálida y ahora fría piel ¿Por qué nunca se fijo en mí? ¿Por qué tuve que convertirme en un monstruo para poder estar cerca de ella? ¿Tan difícil era salir conmigo aunque sea una sola vez? Si tan sólo me hubiera dejado mostrarle lo importante que era para . Pero no. Yo sólo era basura... una maldita basura para ella. Aprieto los labios con fuerza.

— ¡Maldita seas!

Levanto la navaja que descansa a mi lado y se la clavo en la espalda con fuerza mientras rompo a llorar. No se mueve. Ya no le duele. Ya no siente nada. Está muerta. Le saco la navaja de la piel y la tiro hacia un lado. Me levanto despacio y me acuesto encima de ella. Comienzo a besarla por toda la cara. La adoro... la adoro con cada parte de mi ser.

Ivanna continúa inerte mientras yo beso, adoro y amo lo que queda de ella, sus restos... Me levanto del suelo despacio ¿Qué voy a hacer ahora? Tengo que sacarla de aquí. Voy corriendo hasta el sótano donde tuvimos relaciones por primera vez, en donde le quite su virginidad, agarro una alfombra y subo nuevamente hacia el gimnasio. El cuerpo de Ivanna continúa tirado en el suelo en un charco de sangre.

La levanto, la pongo en medio de la alfombra y comienzo en enrollar su cuerpo dentro. De pronto siento una presencia. Me siento observado. Levanto la cabeza y volteo. Abro los ojos como platos al encontrarme una pelirroja de pelo corto que me observa con una media sonrisa. Entorno la mirada. Samanta ¿Q había sido de ella?

— No necesitaste de ninguna de nosotras para acabar con Ivanna. Deja de mirarme como si alguna de las dos tuviera la culpa.

¿Nosotras? — Pregunto confundido mientras intento levantar la alfombra pesada.

Mi voz suena ronca y ahogada.

Si, nosotras.

Siento su voz y me da miedo. Me volteo de golpe y abro los ojos como platos mientras me abrazo a la alfombra. Liliana me observa del otro lado con una sonrisa triunfante.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Onde histórias criam vida. Descubra agora