(50)

7.4K 454 30
                                    

Estoy conduciendo muy rápido. Martín aún no se quita la máscara y no sé porque. Decido frenar en seco y me meto a un callejón. Miro a mi mejor amigo y sólo espero que me diga algo. Pero no, él sólo se queda ahi, sentado a mi lado, con la máscara puesta y respirando agitadamente.

No puedo aguantarlo más. Le quito la máscara de golpe y me encuentro con la mirada perdida de Martín. Está como en shock. Carajo. Chasqueo los dedos en frente de su rostro.

— ¿Socio? ¿Estás bien?

Parpadea despacio y luego se tapa el rostro con ambas manos.

— Tienes razón... deberíamos dejar de hacer estos trabajos.

Asiento consciente de que no me esta mirando.

— ¿Necesitas algo? — Le pregunto.

Me preocupa que esto le afecte de alguna manera en un futuro.

— Sólo llévame a casa Julián.

                               ~•~

Estoy llegando a mi casa. Tengo un humor de puta madre. Hoy salió todo mal con Martín. Antes de salir de la camioneta me observo en el espejo retrovisor, asegurándome de no tener alguna mancha de sangre.

Respiro hondo, antes de poner la llave en la cerradura. Entro y busco a Ivanna con la mirada. Sonrío, cuando la veo acurrucada en el sofá. Mi humor mejora al ver su hermoso rostro. Cierro la puerta detrás de mí y meto mis llaves en el bolsillo. Me devuelve una media sonrisa y voy a sentarme a su lado.

— ¿Dónde estabas? — Pregunta tomándome desprevenido.

— Trabajando... te lo dije. — Contesto mientras la miro.

— ¿Y de que trabajas?

Trago saliva, incómodo y nervioso ¿Acaso se enteró? Decido que lo mejor es no contarle sobre los trabajamos que hacíamos con Martín.

— Tengo una sucursal de bienes raíces con el nombre de la empresa de mi padre. La manejo yo. Es como si fuera mía.

— Ah... ¿y hubo problemas? — Quiere saber.

Su voz me dice que sabe que le estoy ocultado algo.

— Nada importante. — Contesto de inmediato.

Se me queda mirando y me doy cuenta que está enojada conmigo porque sabe que le miento. Tenso la mandíbula.

— ¿Por qué mientes? — Suelta de golpe.

Mierda.

— No miento. Nunca te he mentido. — Mi voz suena nerviosa.

— ¿Y por qué estás alterado?

— Es sólo que me pones nervioso. — Le suelto, harto.

Ella continúa mirándome fijo y eso me destruye. Parpadeo varias veces. No puedo seguir con esto.

— Lo de la sucursal es verdad. No es mentira...

— ¿Y entonces donde estuviste hoy? — Insiste.

— Tengo otro... trabajo. — Susurro en un hilo de voz.

No quiero hacer esto. Levanta las cejas, sorprendida.

— Falsificamos papeles... — Comienzo a hablar. — Por ejemplo pasaportes, identificaciones...

No puedo seguir. Mi nerviosismo aumenta.

— Continua. — Me pide.

— No quiero contarte esto. Si te preocupa tu seguridad puedo decirte que mientras yo viva, te protegeré.

Mi voz es dura y ella baja la mirada, decepcionada.

— ¿Y asi quieres que confíe en ti? — Pregunta ofendida. — Intento guardar mis cosas en la que según tú es "mi casa" Y encuentro dinero amontonado...

¡El dinero que me dio el Doctor Espínola! ¡Mierda!

— ¿Revisaste mis cosas? — La interrumpo de golpe sin esconder mi enojo.

Me mira con los ojos muy abiertos y niega con la cabeza.

— Tú me dijiste que podía decorar todo como yo quiera. Jamás me dijiste que había cosas que yo NO podía tocar. Ni siquiera sé donde guardas tus cosas. — Me suelta, molesta.

Miro hacia el piso sin saber que contestar. Tiene razón. Debería ser más cuidadoso.

— Continua contándome cuál es ese trabajo que tienes aparte de la sucursal.

Me cansé. No puedo seguir aguantando todo esto.

— ¡¿Quieres escuchar la puta verdad?! — Comienzo a gritar.

Ella asiente frenéticamente.

— ¡Cuando vine a vivir a este lugar, con la sucursal podía vivir como un puto rey pero no podía pagar lo único que quería!

Entorno la mirada hacia ella.

— ¡Sabía que no ibas a volver conmigo si te lo pedía así que empecé a hacer "otros" trabajos! Trabajos en donde tenía que lastimar a otros...

Abre los ojos como platos, horrorizada, como si estuviera en frente de algún animal salvaje y eso me hace enojar.

— ¡Oh no no no! ¡No te preocupes, no soy un asesino. He roto costillas, piernas, brazos pero jamás maté a nadie asi que deja de mirarme como si fuera un puto monstruo! ¡¿Entiendes?! — Le grito mientras me acerco a ella.

Me detiene poniendo sus manos en mis hombros. Me está tocando y tiene efecto inmediato sobre mí. Me le quedo mirando y veo como se le contrae la cara para luego romper en llanto. Estoy a punto de abrazarla y pedirle perdon por gritar así, pero ella me empuja por el pecho.

Sale disparada hacia las escaleras. No... No de nuevo. No quiero alejarme de nuevo de ella. La persigo por las escaleras mientras siento la desesperación subir a mi pecho. Soy un maldito idiota.

— ¡Frena, por favor, frena! — Le ruego.

Ella entra a el baño, cierra la puerta en mi cara, haciéndome chocar con esta y la siento poner el seguro. Esto no me puede estar pasando. 

— ¡Perdóname, por favor, perdóname! ¡Déjame entrar, no hagas esto de nuevo! — Le grito mientras golpeo la puerta.

Espero a que me conteste o simplemente que haga algo que me diga que todavía quiere intentar algo conmigo. Sigo golpeando la puerta.

— Déjame tranquila solo 10 minutos y luego saldré... — Me dice con voz suave.

No quiero dejarla tranquila. Quiero que salga. 

— No quise gritarte ni espantarte... Lo siento, perdón por favor. - Mi voz suena desesperada.

Se queda callada un momento.

— Sólo 10 minutos... te lo prometo. — Vuelve a decirme con voz tensa.

Tendré que dejarla un momento sola. No tengo otro remedio. Necesita espacio pero eso es algo que a mi me cuesta comprender.

— Vuelvo en 10 minutos.

Camino hacia mi habitación y lo primero que hago es sacar el dinero que deje a la vista de Ivanna. Luego pongo el temporizador marcando 10 minutos y simplemente espero. No quise asustarla ni gritarle pero hoy realmente la pasé mal y mi paciencia es limitada. Cuando mi temporizador suena, avisándome que ya pasaron los 10 minutos, camino hasta la puerta del baño.

— Ya pasarón los 10 minutos.

Intento sonar paciente. Pasan unos momentos y luego abre la puerta. No pierdo tiempo y la abrazo. Luego coloco ambas manos en su cara y la miro fijo.

— Por favor no te alejes de mí. Odio cuando sales disparada lejos de mí. — Le susurro mientras beso su hermoso rostro.

— Entonces no me hagas asustar. — Me pide con voz suave.

No. No te asustaré más. La agarro de la mano con suavidad y la llevo a nuestra habitación... Ya verás preciosa... aprenderás a amarme.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora