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Sábado a la noche.

— Ella ya está anotada en la lista junto con una tal Julieta que irá como acompañante.

Sonrío consciente de que no puede verme. Tenía razón. Julieta la estuvo protegiendo todo este tiempo.

— Bien.

— Y también ya le ordené a los empleados de puestos de botanas y a los barman que cuando se crucen con Ivanna la llamen por su nombre y le den todo gratis.

— ¿Y los de seguridad?

— A ellos también les mostré su foto y les ordené que cuando la vean a ella y a su amiga, la hagan pasar al club de inmediato y no la dejen salir.

Suelto una risa.

— Eso es todo. Luego de esta noche, podrás respirar tranquilo.

Le corto la llamada al señor Roldán y comienzo a cambiarme. Saco una remera gris oscura, entallada y me la pongo, un jean negro y mis zapatillas deportivas negras. Me miro al espejo y me encuentro pálido. Ese último tiempo, cuando Ivanna aún seguía conmigo, había aumentado de peso y comencé a dormir y comer bien pero ahora que se fue de nuevo, me veo terrible.

No tengo ganas de nada, apenas tengo apetito y duermo terriblemente mal. Me despierto de golpe varias veces en la noche y ya ni siquiera tengo fuerzas para ir al gimnasio. En pocas palabras, Ivanna me arrebató la vida al marcharse... de nuevo.

Incluso llegué a pensar que tal vez debería haber muerto con ese disparo que me dió Liliana. Tal vez hubiera sido lo mejor. Ivanna habría conseguido lo que tanto quiere. Su libertad... Pero como no pensar en que mamá quedaría con el corazón roto y mi mejor amigo también. El ruido de la puerta de mi habitación me saca de mis pensamientos.

— ¿Julián? — Me pregunta Martín entrando a la habitación. — ¿Ya estás listo?

Asiento.

— Voy a llevar tu traje de baño, por si cambias de opinión con respecto a la piscina.

— Ya te dije que no voy a divertirme.

Martín pone los ojos en blanco.

— Ya lo sé... Pero es que hace mucho tiempo que no salimos de fiesta. — Me dice antes de salir de la habitación.

Si, lo sé. Ya no me interesa divertirme, tampoco beber ni nada de esas cosas. Ni siquiera estoy seguro, si está noche terminaré vivo.

                              ~•~

El club, de a poco, se está llenando de gente. Hacer todo esto, no me salió tan caro como creí. Podría haber gastado mucho más, si tendría que irme a otro lado, lejos de aquí, a buscarla. Ella seguramente en este momento se esta arreglando para la fiesta.

Pero no tiene idea de que la fiesta es una trampa... todo en ella lo es. La piscina es una trampa, los de seguridad son una trampa, los de las botanas y los barman también lo son. E incluso los invitados, que no sospechan ni porque el señor Roldán decidió hacer una fiesta tan de golpe y sin razón alguna. Todos ellos también son una trampa.

Creo que ya es hora de esconderme. Ivanna podría llegar en cualquier momento. Martín se acerca a mí con un trago en su mano y una sonrisa divertida. Espero no se emborrache porque de otro modo, tendré que cuidarlo.

— ¿Ya te vas a la ratonera?

Entorno los ojos y sonrío.

— ¿Ratonera?

— Donde te vas a esconder para espiar a Ivanna. — Me contesta mientras lanza una risa.

Es obvio que se está emborrachado.

— Tranquilo con el alcohol Martín. — Le suelto con voz sería.

— No me digas que hacer. — Me suelta casi en voz alta.

Frunzo el entrecejo, perplejo.

— ¡¿Pero cual es tu maldito problema?! — Pregunto con el mismo tono de voz.

— Me enteré que Julieta tiene novio.

Me quedo callado un momento. Mierda.

— No lo sabía... lo siento.

— Déjame perderme hoy... Realmente me deprime saber que no significo nada para ella. — Balbucea antes de dar sorbos de cerveza.

— Como quieras socio... — Le contesto antes de irme a el cuarto escondido.

El "cuarto escondido" es una pequeña habitación en el club donde generalmente están los de seguridad vigilando a la gente por medio de espejos que se pueden ver desde adentro. Me voy hacia esa habitación que obviamente pedí para mi sólo.

Ya adentro, me siento en un pequeño banco en frente de la ventana, que del otro lado simula un espejo común y corriente y me dispongo a observar. No puedo evitar sentirme mal. Tengo un nudo en el pecho, me pesan los ojos y me molesta incluso respirar.

La única razón por la que tengo fuerzas para observar la ridiculez de fiesta que yo mismo arme, es porque tengo la posibilidad de ver a Ivanna. El sonido de mi celular me saca de mis pensamientos. Puedo ver que es el número de uno de mis hombres de seguridad. Atiendo.

— ¿Si?

— Señor De Paez... ya llegaron.

Una punzada de pánico me da en el pecho.

— ¿Están haciendo la fila o las hicieron pasar de inmediato? — Pregunto nervioso.

— Ya las hicimos pasar y no vamos a dejar salir a la señorita Ivanna hasta que usted ordene.

— Perfecto. — Suelto antes de cortar.

Siento como si me hubieran inyectado adrenalina. Me paro, me acerco a la ventana y comienzo a buscar a Ivanna con la mirada. Para esta altura el club está bastante lleno, las luces prenden y apagan al compás de la música mientras toda la gente comienza a llenar la pista de baile. No la veo. Las luces entorpecen mi vista.

El tiempo pasa y creo que hace más de una hora que estoy aquí y aun no logro ver a Ivanna ¡Mierda! ¿Y ahora que hago? Si salgo de aquí y comienzo a buscarla por entre la gente, corro el riesgo de chocarmela de frente y que salga espantada.

No puedo entender donde está. Saco mi teléfono celular y estoy a punto de llamar al señor Roldán para que me diga si sabe en dónde se metió, cuando veo algo de reojo. Levanto la vista despacio y no puedo creer lo que estoy mirando. Es ella, frente a mí. Es Ivanna, del otro lado de la ventana donde sólo aparenta un inofensivo espejo, retocando su maquillaje.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Where stories live. Discover now