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Tenso la mandíbula sin entender como mierda puede lastimarme de esa manera.

— ¿Qué acabas de decir? — Balbuceo.

— Lo que escuchaste ¿No crees que ya fue suficiente? No sigas con esto y llevame a mi casa...

Su voz suena segura. Piensa que esto es un juego. Me paro en un pié y luego en el otro sintiendo como aumenta la ira.

— ¿Crees que estoy jugando Ivanna?

Exploto. Me acerco rápidamente a ella y la agarro del cuello con una mano.

— ¡¿Piensas que esto es un puto juego?!

Ahoga un grito y me agarra las manos mientras me mira con los ojos abiertos como platos. No tiene fuerza para defenderse. La suelto de golpe y luego me agarro la cabeza con ambas manos mientras la siento toser ¡Mira lo que me haces hacer!

— ¡Te daré 10 minutos, solo 10 putos minutos para que llames a Julieta y le órdenes que prepare tus cosas! — Le grito y luego me voy corriendo por las escaleras.

Me quedo apoyado en la puerta de mi habitación e intento escuchar lo que habla Ivanna por su celular.

— Amiga... — Solloza Ivanna.

Se queda callada un momento.

— Estoy en su casa... necesito que me hagas un favor Juli...Tienes que guardar todas mis cosas en las maletas. Los hombres de Julián pasarán a buscar todo.

Esta hablando con Julieta. Le habla con una dulzura que yo jamás había escuchado antes.

— Si... — Suelta en voz baja.

Frunzo el entrecejo ¿De qué están hablando? Ivanna se queda callada un minuto.

— Si. — Contesta nuevamente.

Vuelve a quedarse callada un minuto. Mierda. Quiero saber de que hablan y eso me desespera.

— Si. — Contesta con voz firme.

Vuelve a quedarse callada. Pongo los ojos en blanco. Es obvio que contesta así porque no quiere que escuche lo que hablan.

— Y yo te quiero a tí... — Contesta en un sollozo.

No puedo aguantarlo más. Camino hacia las escaleras. Mientras bajo la veo secarse una lágrima y sorberse la nariz con la cabeza gacha. Cuando levanta la mirada la veo dar un pequeño respingo y yo me cruzo de brazos y la miro fijo.

— ¿Qué te estaba diciendo que te afectó tanto? — Le pregunto en el tono más amable que tengo.

— Cosas nuestras... — Contesta intentando hablarme bien.

La fulmino con la mirada. Puede ser realmente necia.

— Estoy cansada. ¿Dónde está mi habitación? — Pregunta mientras mira para las escaleras.

Me río con ganas pensando si realmente cree que la dejaré dormir en una cama que no sea la mía.

— Nuestra habitación.

Ella sólo me mira. Camino hacia ella, se inclina para atrás pero ignoro eso y la agarro de los brazos para ayudarla a ponerse de pie. Se deja llevar seguramente porque no le queda otra, mientras que a mí me encanta tenerla cerca. La abrazo por la cintura y la llevo hacia las escaleras. Cuando llegamos arriba, le enseño la casa. Señalo la puerta a la derecha.

— Ese es el cuarto de huéspedes. No se usa jamás.

Se le queda mirando un momento. Luego señalo la puerta del medio.

— Este es el baño.

Seguimos caminando y llegamos a la última puerta.

— Y esta es nuestra habitación.

Ella se revuelve inquieta mientras yo reprimo las ganas de besarla en el pelo. Preparé la habitación lo justo y necesario para que ella pueda decorarla como quiera. Lo único que si puse en la habitación fue un espejo grande cerca del balcón para que pueda arreglarse tranquila. Creo que ya es tiempo de que descanse.

— Ven. — Le ordeno mientras la empujo por la espalda y cierro la puerta.

Estuve esperando esto mucho tiempo y espero que no se resista. Me paro detrás de ella y comienzo a desvestirla. Trago grueso evitando la dirección a donde se dirigen mis pensamientos. Se queda solo en remera y jeans.

— Sera mejor que te acuestes, iré a preparar algo de comer...

Es demasiado pronto para verla en poca ropa. Si llego a verla desnuda, no sé si pueda responder de mí. Me voy de la habitación, dejándola sola. Bajo hacia la cocina para prepararle algo de comer. Mientras pongo pan a tostar, exprimo jugo de naranja y luego le preparo un café. Tendrá que conformarse hasta que aprenda a cocinar. Pongo todo en una bandeja y subo las escaleras.

Abro la puerta y de golpe se cae la bandeja de mis manos. El jugo y el café se derraman en la bandeja y el vaso de vidrio se rompe. Ivanna no está. Miro para todos lados, desesperado ¡No puede ser! ¡Carajo! Voy corriendo hacia el balcón y miro hacia afuera, buscándola.

— ¡Mierda, mierda! — Grito desesperado.

Corro hacia las escaleras y la busco por la casa ¡Ella se escapó! ¡Tengo que encontrarla! ¡Mierda!

— ¡¿Dónde estás?! ¡No! ¡No!

Corro hacia la habitación de huéspedes, abro la puerta y me encuentro con un cuarto vacío... No ¡No! Estoy a punto de bajar corriendo las escaleras cuando observo la puerta del baño. Sin pensarlo corro hacia la puerta y la abro de golpe.

Ahogo un grito y siento el calor subir a mi rostro. Ivanna, con nada a excepción de sus bragas blancas. La piel pálida y lisa como de porcelana. Se me cae la mandíbula. La miro de arriba a abajo. Está más delgada pero todo tal y como lo recuerdo. El pelo negro le cae por los brazos y puedo ver sus pechos apretados por sus manos en un intento por taparselos. Tiene las mejillas rosadas y me mira con temor. La bañera está llena de agua y el baño lleno de vapor.

—- Yo... yo solo quería tomar un baño. — Me susurra con temor.

No tengo nada para contestarle. Entro de golpe. Ella lanza un grito pensando que voy a lastimarla. La rodeo con mis brazos sediento de ella y la levanto dejando sus pies suspendidos en el aire. Cuando me mira a los ojos, me inclino y la beso con fuerza. Muerdo y saboreo sus labios. Ella se queda inmóvil pero no me importa. Luego, jadeando por seguir besándola y abrazándola, la dejo en el suelo. La miro y veo que tiene sus mejillas encendidas. Está conmocionada por lo que acabo de hacer.

— No vuelvas a desaparecer sin avisarme...casi se me sale el corazón. — Le digo con dulzura.

Siento calor en el cuerpo. Mis manos acarician su espalda desnuda. Es una mujer hermosa y exquisita. La deseo demasiado... Bajo una de mis manos hacia su cintura mientras la miro fijo, pero ella reacciona.

— De acuerdo... Lo siento.

No quiere que siga. La suelto a regañadientes. Ella mira para todos lados excepto a mí.

— Okey, te espero. — Le digo con voz suave.

Cuando salgo del baño, cierro la puerta detrás de mí y caigo sentado en el suelo. Miro mi entrepierna y puedo notar como se marca mi miembro endurecido. Odio no poder ni siquiera besarla.

Volver a verla. [2] (BILOGIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora