CAPÍTULO 52.

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Aarón.

Ese mismo día suben al estrado a mi madre, pues ella sigue siendo la pediatra de Aidan.
Al día siguiente sube Ángelo, Ezra y otros testigos que sigo pensando son innecesarios. Cuatro días de juicio, solo quedan dos más hasta que McMillan finalmente dicte sentencia. Justo cuando salimos del tribunal para ir por Andrei al colegio mi celular comienza a sonar y me sorprende ver el nombre de McMillan en la pantalla.

— Ivanova. — Respondo y Aisley me mira con el ceño fruncido.

— ¿Me concedería cinco minutos de su tiempo? Nadie puede saber que hablamos. En mi despacho.

— Voy para allá. — Cuelgo y Aisley suspira. — Lo siento, tengo que hablar con un juez de uno de mis casos, ve tú por Andrei y los veré en casa. — Le doy un beso en la frente.

— Espera, ¿Quién va a quedarse contigo? — Por supuesto que sí ella tiene seguridad, yo también tengo que tenerla.

— Cane, que solo se quede una camioneta y uno de tus hombres, los demás con Aisley. — Asiente y regreso a los tribunales.

Su secretaria me autoriza la entrada en cuando me ve acercarme. El despacho de McMillan es tal cual lo recordaba, él fue mi padrino de tesis en el doctorado hace un par de años.
Es un hombre mayor, casi setenta años con el cabello blanco.

— Toma asiento muchacho. — Siempre hemos tenido confianza y no nos hablamos de usted.

— ¿De qué quieres hablar conmigo Martín?

— Montenegro es un idiota y ambos lo sabemos. — Asiento totalmente de acuerdo. — Roberts sigue teniendo la misma rivalidad contigo y este juicio es innecesario. Nathaniel Stark y Andrea Thompson son culpables. Ella tiene problemas mentales y está comprobado por un psiquiatra, no irá a prisión, irá a un hospital psiquiátrico en donde cumplirá su condena. Que quede claro que no hago esto porque se trata de tu hijo. Lo hago porque tengo las pruebas suficientes para hacerlo. ¿Voronin subirá mañana al estrado? — Asiento. — Después de eso fijare otra audiencia un par de horas después en las que dictare sentencia, quiero irme de vacaciones ya.

— Pudiste dictar sentencia desde el primer día McMillan. — Apoyo el tobillo en la rodilla opuesta.

— Y ya estaría de vacaciones hijo, pero solo tenía que confirmar lo que ya sabía. — Nos quedamos en silencio. — ¿Cuánto te costó conseguir tan rápido todas las grabaciones? Al día siguiente del incidente ya las tenías.

— Un par de millones de dólares, respecto a las de mi casa por supuesto no hubo problema. Pero referente a las de las calles si tuve que cobrar algunos favores y pagar por los servicios de otras personas. Y, además, el caza recompensas.

— Lo suponía, la policía no colabora así de fácil y rápido. Puedes estar tranquilo respecto a la sentencia.

— Martín, pedí que tú fueras el juez por algunas razones, eres imparcial en todos los sentidos, por eso eres uno de los jueces que más admiro.

— ¡Vaya! Eso viniendo del mejor abogado de Nueva York debe de ser totalmente un halago. — Se ríe. — Hijo, cualquier otro juez que los declaré inocentes estaría siendo comprado, son culpables y tenemos todas las pruebas.

— Lo sé, ¿Algo más?

— Acepta un caso en el que yo sea juez cuando regrese de mis vacaciones, siempre es un placer ver como haces pedazos a otro abogado. — Suelto una carcajada.

— Será todo un placer.

— ¿Ya me perdonaste que te haya hecho perder un juicio?

— No, pero puedo vivir con eso. — Suelta una carcajada y salgo de su despacho.

UN BESO DE SEDUCCIÓN. (TS #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora