CAPÍTULO 34.

577 40 2
                                    

Aisley.

Obligar a Aarón a que usara una camiseta con el escudo del Capitán América fue lo más difícil del mundo.

— Aisley, no pienso salir con esto. — Me pone los ojos en blanco, pero se ve adorable.

— ¡Oh, vamos! No vas a quitártela. No dormimos, me tiemblan las piernas y aún me arde todo por tu culpa.

Pase toda la noche — literalmente — convenciéndolo de que se pusiera esa estúpida camiseta.

Solo se detuvo cuando prácticamente le suplique que lo hiciera. Además, mi entrepierna terminó hinchada y su pene ya no podía entrar de nuevo. Solo hemos dormido como dos horas.

— En la madrugada no protestaste. — Me mira con deseo nuevamente, pero yo ya no puedo.

— No, no, no, tenemos que bajar en unos minutos. — Me pega a su cuerpo y me besa, a esto no me puedo oponer, llevo mis brazos a su cuello profundizando el beso.

— Pero no voy a salir con esto. — Voy a hablar.

Me interrumpe volviendo a besarme y olvidó lo que quería decirle. Odio que use el sexo o simplemente sus besos para distraerme en los momentos que no quiero.

— Si vas a salir. — Niega con la cabeza. Vuelve a besarme, las piernas me tiemblan y siento que me voy a caer. — Aarón. — Gimo en su boca cuando me recuesta en la cama.

Se mete entre mis piernas, meto las manos en su camiseta subiéndolas por su espalda.

— Tenemos... que... bajar... — Digo entre jadeos cuando presiona su erección contra mi entrepierna.

— Pueden esperarnos. — Sus labios bajan a mi cuello y sus manos desde mis pechos hasta la cadera.

— Aarón, no. — Pero mi cuerpo responde en automático a sus caricias, a sus labios y aunque quisiera no podría apartarlo, aunque me duela todo aún.

Nos quitamos la ropa solo de la cintura hacia abajo, pero cuando intenta entrar me estremezco por el ardor y dolor.

— Tranquila, no voy a entrar. — Iba a decirle que no entendía, cuando comienza a frotar su erección en mi entrepierna sin dejar de besarme.

— Aarón. — Gimo en su boca y entierro las uñas en su trasero.

— No voy a ponerme eso. — Comienzo a mover las caderas a su ritmo.

— Si vas a ponértelo. — Digo entre jadeos, cuando siento que voy a correrme se detiene y me deja al borde del orgasmo. — ¿Por qué te detienes?

— No saldré con esto. — Se estira la camiseta y asiento, pero él niega.

Vuelve a frotarse contra mí y solo necesito un poco más, pero vuelve a detenerse.

— ¿Qué te pasa? — Comienzo a sentirme desesperada.

Continúa y se detiene muchas más veces al punto de hacerme sollozar, solo necesito correrme.

— Así es como yo me siento cuando eres una necia y quieres salir sola. — Se frota contra mi demasiado lento. — Así es como yo me sentía cuando no supe nada de ti en semanas. — Comienzo a sollozar desesperada. — Así me siento cuando te pones esos vestidos tan malditamente sexys que me encantan, pero no cuando alguien más te ve con ellos.

— ¡Ya entendí! — Exclamo entre sollozos.

— Así me siento cuando me desafías respecto a tu seguridad.

— ¡No voy a volver a salir sola, lo prometo! — Intento mover las caderas, pero las pega al colchón y no puedo hacerlo — ¡Esto duele!

— ¿Quieres correrte? — Es la pregunta más estúpida.

UN BESO DE SEDUCCIÓN. (TS #2)Where stories live. Discover now