Prefacio

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A dos gemelas, el cielo y el mar. Como nosotros los humanos las llamamos. Fueron maldecidas con el don de las palabras. Una fue arrojada al fondo del mar. Y a la otra le bordaron sus alas en el cielo. Los ojos con heterocromía de la segunda hermana serían condenados. Uno, brillaría intensamente, como el sol, y el otro se apagaría al abrirse, como la luna. 

Su piel, azul en su parte derecha y negra en su parte izquierda, Indicarían el inicio de la noche y el final del día. Y su ojo, de pupila blanca, se cerraría, cuando su contraparte estuviese abierta.

La hermana del cielo, sin nombre, pues solo las cosas que el ser humano observa y posee cuentan con uno, más no un verdadero nombre, crearía todo lo que conocemos de la tierra, las montañas, las islas, los valles. Otorgándoles sus verdaderos nombres; sin embargo ella ocultó el verdadero nombre de todas las cosas en objetos. Adornó los cielos con las estrellas, que eran los objetos donde ella, celosamente, ocultaba los nombres verdaderos de las cosas. Para que los humanos jamás pudieran alcanzarlos.

Finalmente creó a los seres humanos, los compuso de inocencia y curiosidad, al igual que ella

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Finalmente creó a los seres humanos, los compuso de inocencia y curiosidad, al igual que ella. Y les enseñó el poder más poderoso que puede existir en este mundo, un poder que ni las bestias más terribles podrían aprender: El poder de las palabras. Con eso, ellos podrían trasmitir sus cuentos e historias de generación en generación. Y se dice que, entre el aullar del viento, los marineros aún pueden escuchar "La sonata de la creación". Pues, que son las palabras sino viento siendo pronunciado por el corazón de las personas. Esta nana, que solo suena en altamar, en la más plena oscuridad, cuando la constelación de la niña con alas bordadas en el cielo aparece, trae dicha y buenaventura al que ve y escucha al viento cantar.

La otra hermana, condenada a quedarse debajo del mar, creó a los peces, ríos y océanos, pero también creó a los huracanes y tempestades. Su piel, que llegaba a ser tan pálida que parecía traslúcida, reflejaba el tono de piel de su hermana, cielo. Llegando a ser azul cuando era de día y negra cuando caía la noche.

Esta hermana ocultó los nombres de las cosas en otros artefactos más cotidianos, creyendo que los humanos, ingenuos e inocentes, jamás las encontrarían. Ocultó el nombre de los mares en caracoles; ocultó el nombre de los ríos en piedras de ríos; y ocultó el nombre de las tormentas en un ser, el más precioso que ella jamás había creado. Ocultó el nombre de las tormentas en las escamas de un dragón.

"Quien quiera conocer el verdadero nombre de las cosas, que atrape la escama de un dragón y este le susurrará sus nombres" —decían los magos de los Archipiélagos Meteoro.

Y los humanos, al descubrir la importancia de los nombres, comenzaron a nombrar las cosas, creyendo que tendrían potestad sobre estos objetos. Les habían dado burdos y superficiales nombres a las cosas. Como los humanos suelen hacer.

Las gemelas les dijeron a los humanos: "Ninguno de ustedes posee un nombre. Quien quiera tener uno. Deberá demostrar su valía al mar, al viento y al cielo." Recalcaron: al mar, al viento y al cielo. Pero los humanos comenzaron a demostrar su valía ante los demás seres humanos y no al viento, al cielo y a los mares, y se nombraron los unos a los otros. Son pocos los humanos que tienen un verdadero nombre. Muchos presumen tenerlo. Pero realmente no cuentan con uno. Algunos tienen mil nombres, pero no cuentan con un verdadero nombre.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ