Fábula III: La palabra que solo se puede decir una vez (2/3)

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Pasaron las horas y el día pronto se volvió noche. Flevata tenía que salir a trabajar en lo único que sabía hacer. Siempre que volvía, el cabello de Flevata desprendía un olor a metal. Al principio, Ecra, pensaba que ese era el perfume natural de su marido, y en parte quizá no estaba equivocada. Después de unos cuantos años viviendo con Flevata sabía perfectamente por qué era.

Flevata tocó la puerta de la habitación de su esposa con el caballo de madera de su hija. Ecra no había salido en todo el día.

—Ecra —dijo Flevata desde el otro lado de la puerta—. Sé que dije una estupidez... y me disculpo por eso. Pero quiero que sepas que lo único que deseo es lo mejor para nosotros. Te prometí que te llevaría a ver la torre lunar en Impasha. Y pienso cumplir nuestra promesa. —No se percibió ni un solo sonido en toda la casa. Flevata pronunció con un susurro la palabra de los amantes—: La... latux Ecra. Me voy.

Flevata, recorrió la sala con prisa. La luna se iluminaba con franjas blancas desde la ventana. Una noche de luna llena. Abrió la puerta principal y salió. El páramo negro, que en algún momento fue un valle, se presentaba ante él. Frío, sin vida y con el característico olor a azufre. Sus pies se tornaban con el típico color negro del carbón al dar cada paso. La erosión empezaba a notarse. Ese lugar jamás volvería a ser verde.

Flevata, se alejó lo suficiente, asegurándose que nadie lo viera, y se transformó en una bestia emplumada de color negro. Comenzó a volar acompañado únicamente por el viento. La gran mayoría de las personas eran lo suficientemente sensatas como para no salir en una noche de luna llena. Se corrían rumores de un Cambiaformas rondando los páramos. Y nadie estaba dispuesto a averiguar si esos rumores eran reales.

Flevata atisbó, desde las alturas, lo que parecía ser un enorme incendio que se extendía desde las altas montañas y bajaba por los valles. Descendió, volviendo a su forma humana. Siguió un camino provocado por la erosión y vio la gran barrera de fuego. Una enorme pila de cosas se encontraba sobre una elevación de rocas.

Unos hombres, con lo que parecían ser palas, lanzaban desde una plataforma: maderos, cuerpos humanos, trozos de lo que aparentaba ser la pared de una casa, mástiles de barcos, puertas, entre muchas otras cosas al gran cañón artificial que alimentaba el fuego. Flevata hizo visera con la mano y amusgó los ojos, vio más plataformas que se perdían a la distancia y más pilas de cosas para ser lanzadas al fuego.

Flevata golpeó levemente el hombro de uno de los trabajadores. Este se dio la vuelta con un rostro que reflejaba dureza y cansancio. Hizo un ademán con la cabeza indicándole "qué diablos quieres".

—Cuanto por esto. —Flevata se sacó el caballo de madera de uno de sus bolsillos.

—Aquí no pagamos por esculturas mal talladas, idiota —respondió el hombre mientras escupía al suelo.

—Esto es teca mágica —dijo Flevata agitando el pedazo de madera—. Esto arderá por dos meses como mínimo. Además, dependiendo de la forma que tenga, actuará de manera distinta cuando se incendie, se le ponga en el agua o se le suelte desde una montaña por el viento. Si tiene la forma de un pez, chapoteará, si tiene la forma de un ave volará por los aires y si tiene la forma de un caballo, bueno, digamos que correrá. —Flevata extendió toda su mano en dirección al cañón—. Por todo este lugar, propagando el fuego.

El hombre tomó el trozo de madera, sacó un cerillo de su bolsillo y lo encendió. Puso el fuego encima del caballo de madera, y vio, sorprendido, cómo el caballo cobraba vida, intentando correr. Sopló para apagarlo, y el caballo dejó de moverse.

—Madera de teca mágica. Poco común en los archipiélagos —dijo el hombre de tez negra examinando la pieza—. Era medianamente común en los bosques feéricos de este continente. Utilizada para crear barcos mágicos. —El hombre, pensativo, volvió a examinarlo. Dio su veredicto después de unos segundos—: Te doy una libra de papas.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now