Cap 15: El príncipe pícaro

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Ten, descorrió la cortina de su escritorio. Su mirada se fue escurriendo por la hilera de libros, amontonados unos sobre otros y con algo de cera derretida en sus páginas polvorientas. Finalmente su mirada se depositó en su cofre de hierro. Extendió su mano hacia la tapadera fría y polvorienta, y con apenas poner su mano, el cofre hizo un sonido: "click" y la cubierta se abrió.

Ten, sorprendido porque el cofre se abriera sin necesidad que él introdujera la llave en la cerradura, la abrió por completo. Un suspiró de cansancio salió de él sin querer.

—Ese maldito —musitó entre dientes.

El cofre estaba vacío. Pero no porque no hubiera nada, no, era porque hubo algo ahí. Y es que robar un secreto deja un hueco muy denso en las cosas.

—Te crees muy listo, principito. Bueno, un cofre de hierro no sería un problema cuando lograste escabullirte en la biblioteca del Castillo del Mar. —Ten cerró el cofre con delicadeza, se quedó unos segundos en silencio, y luego arrojó la caja con furia al suelo. El cofre rebotó un par de veces, haciendo una pequeña abolladura en la madera—. Mi carta de sangre, no tengo idea de cómo voy a explicar eso cuando regresen. —Ten se sentó en su mueble, tapándose el rostro, un rostro sin máscara, ya que había sido descubierto.

Skynathrax entró en la sala. Vio cómo la caja de hierro yacía en el suelo de madera, entreabierta y vacía. Al igual que el telón del escritorio abierto. El agitado resollar de Ten hizo que el dragón-hombre se concentrara en la respiración del mago. 

Los dragones de tormenta son buenos leyendo el viento, conocen cuándo los soplos del mar son favorables o cuando un ventarrón es provocado por un capricho de los cielos. Saben leer sentimientos en la brisa. Y la agitada ventada que salía de Ten no era la excepción. Después de todo, conocen el nombre del aire, aunque el dragón comenzaba a olvidarlo.

«Desesperación, quizá», pensó Skynathrax, mientras levantaba el pesado cuadrado de hierro. Lo examinó largamente y lo volvió a arrojar al suelo con indiferencia.

—Leyó la carta de tu hermano —dijo Skynathrax. Y después de un asfixiante resoplido Ten respondió.

—No sólo la leyó, también la robó.

—¿Y crees que la lea mientras ellos están en el Laberinto del Titán?

—Claro que no —respondió Ten, levantándose con desaire—. Conociendo al príncipe Colemar, la leerá en cuanto todos nos volvamos a reunir. Intentará que sea lo más teatral posible.

El semblante de Ten se mostraba agotado. Ya había tenido suficientes mareos en la vida, y creía que ya había sido demasiado.

—Skynathrax —musitó Ten con cansancio—. Iremos al noreste del archipiélago. Lo prometido es deuda... tú ya no tienes por qué estar aquí. Regresarás a tu hogar y buscaremos una solución para que recuerdes tu nombre.

Ten subió a cubierta y le ordenó al Trotamar que diera rumbo al noreste del archipiélago. Caviló por un instante. En el gran mar de sus pensamientos reflexionó en muchas cosas. Intentó no hacer ruido en su cabeza, ya que los dragones de tormenta son tan buenos leyendo el viento, como los mares de los pensamientos. Algo se acercaba y él lo sabía. El inevitable encuentro con su hermano. Sucedería tarde o temprano.

El fugaz recuerdo de un muchacho de ojos azules con el que él jugaba en su infancia apareció en su mente. Doce años tenía. Tres meses después del fatídico huracán que devastó a su isla y le arrebató a su madre, a su padre y a su hermana mayor. Lo único que recordaba era el rugido de un dragón y a la isla destruida. Su gemelo y su hermano mayor lo buscaban entre los escombros de la isla.

Ten regresó a la realidad.

—Ese príncipe —dijo Ten. Y se puso a imaginar en las muchas formas en las que quizá intentó abrir su cofre. La cara de satisfacción del príncipe al lograrlo y su rostro de sorpresa al terminar de leer la carta. Quizá no entendería lo que leyó, pero lo haría en cuanto se lo explicara—. Ese príncipe... ese príncipe pícaro.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now