Fábula II: El latir silencioso de los sentimientos (3/3)

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Ecra caminaba por el sendero del bosque, el tiempo era agradable, seco, como solía ocurrir en los otoños. En la vereda, se podía admirar cómo los pinos mudaban de hojas. Algunos se resistían al cambio de estación, se pintaban de colores verdes y amarillentos. Llovían hojas a los lados del sendero.  

El camino, la llevaba hasta un gran árbol de aliso con hojas color jalde. Las hojas caían en el césped, formando una alfombra debajo del mismo. Ecra, se acomodó la falda para sentarse. Tomó el libro que llevaba en su canasto y lo abrió. Algo se movió entre las ramas de los árboles, una figura negra salió de la copa.

­­­Ecra alzó la vista.

—Hola, Grien —Ecra, hizo un gesto con sus manos para hablar. Grien se había caído al suelo. El brusco movimiento, hizo que las hojas del aliso se desprendieran de sus ramas que caían girando como bailarinas de ballet.

Grien, se estaba quitando las telarañas invisibles que se le habían enganchado en la cara. Mientras Ecra tomaba con delicadeza una hoja con sus dedos. A un hada, le había llamado la atención la hoja, Ecra se la entregó.

—¿Qué vamos a leer hoy? —preguntó Grien. Un hada intentaba quitarle una hoja del cabello. Como si apartara a un mosquito, empezó a sacudir su mano para alejarla—. Malditas moscas.

—No son moscas —le dijo Ecra. Señaló una hoja amarillenta y volvió a señalar la copa del árbol dónde estaban sentados—. Son hadas, empiezan a remendar sus vestidos para camuflarse. Ya es otoño. Un vestido verde no les servirá de nada.

—Y eso que importa, solo son colores —refunfuñó Grien.

—Grien —le dijo con un ademán y a Grien pareció jalarlo una cadena desde su cuello—. Recuérdame la importancia de las estaciones.

Grien suspiró con desdén. Y recitó, como si lo hubieran hecho cientos de veces:

—Las estaciones representan el ciclo de la vida eterna —dijo con voz monótona—. Primavera: nacimiento y niñez, verano juventud, otoño vejez y finalmente invierno representa la muerte. Todo nace en primavera, en verano existen los cambios, en otoño las cosas se preparan a morir. El mundo muere en invierno y renace en primavera. Y, dependiendo de la estación en que nazca una persona, su forma de ser va a ser diferente.

—Excelente —dijo ella. Y aplaudió con comedimiento—. Te has vuelto todo un egregio lozano.

—Como el trinar de un pájaro —balbuceó Grien—. Ecra, encontré una palabra en el libro que me prestaste. —Grien sacó un libro de su capucha—. ¿Qué significa apétalo?

Ella se volteó. Se le dibujó una sonrisa.

—¿Estás leyendo La dama que se ahogó en un vado?

—Sí —dijo él con vergüenza—. Lo... lo comencé a leer ayer.

—¿Y qué te parece? —le preguntó. Lo tomó del antebrazo con emoción. Los ojos le brillaban. Él la vio con sorpresa.

—Pues. Está bien. Pero me confunde su final: "Quien fuera la rosa para encontrarse tan pálida, apétala y fría se seca la flor escuálida". Pero no entiendo el final. Es un libro muy extraño.

—Apétalo es una flor que no cuenta con pétalos. Es una poesía épica, por cierto —le aclaró Ecra—. Narra en versos las hazañas de una heroína. Cuenta con cien cantos, es de arte mayor porque es tetradecasílabo o alejandrino.

—Pero si yo cuento dieciséis sílabas en estos últimos dos —replicó Grien. Usando los dedos para contar. Aplaudía para separar las sílabas como un niño pequeño.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now