Y llovieron flores...

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Han pasado dos años desde que te fuiste. Hice tu cenotafio en la cima de una ladera con vista al mar. Espero no te moleste. Pensé que quizá te agradaría más estar cerca del horizonte del mundo antes que en el interior del mismo.

Skynathrax se volvió el cielo de la tierra y Ecra el gran océano. Ella fue un ángel de mar después de todo, sabe comandar a las mareas y los vientos.

Ambos me visitan de vez en cuando. Tomamos algo de té, pasamos las tardes los tres, me cuidan, pues me cuesta caminar con cada día que pasa. Y cuando viene Skynathrax, me lleva algunos conejos para hacer sopa. Me hubiera encantado que la probaras. A mi hermano le encantaban. Madre siempre hacía para él.

Cuando veo al horizonte del mar pienso en ti. Me imagino que vivimos juntos en este pequeño rincón del mundo, esperando con ansias llegar a casa para poder probar las comidas que te preparo. Como lo hicieron mis padres en su momento. Lamentablemente, cuando abro la puerta, encuentro la casa vacía. Sé que suena tonto, pero en ocasiones, espero que me estés esperando ahí sentado. Con un libro en la mano. Explicándome alguna cosa que leíste con una sonrisa.

Me alegra decir que el viento vuelve a soplar en el mundo, y que, además, las plantas y flores crecen poco a poco otra vez. Todo gracias a Ecra y Skynathrax. Aunque mi amigo tiene algunos malos resabios. Quiso crear una constelación con mi nombre. Pero ya sabes que a mí siempre me gustó pasar desapercibida.

Debo admitir, creí que nunca volvería a ver a Val, pero un día, en el horizonte, logré divisar una barca gigantesca. Pasó de largo. Pero estoy segura que era él. Lo sé. Mi corazón late con el suyo. Y ahora que lo recuerdo, jamás llegué a decirle cuantas aletas caudales de ballena vi en mi viaje. Creo que no vi ninguna. No fue un viaje con mucha suerte supongo.

Estoy cumpliendo mi promesa, completé el libro que me entregaste, o mejor dicho, lo estoy terminando ahora mismo. Sabes, agregué en la parte superior del primer capítulo la historia que le contaba a mi hermano Ukyrenisha. La que dice: Y el viento sopla llamando el nombre del héroe. El que fue vencido por su propia nobleza, su gran determinación. Se sacrificó por personas que nunca creyeron en él y dio su corazón a un mundo que carecía de uno... Es el héroe que nombró las olas del mar y venció la maldad del mundo, dando esperanza a las personas...

Lo hice para recordarlo. No estoy segura si tenía dos hermanos o tres. La realidad es que nadie lo recuerda. Y Tengo vagas memorias de una persona con cabellos rojos muy largos. Al releer el libro, no encuentro nada de él en las páginas. Temo que haya sido alguien importante en nuestras vidas o que solo sea uno de los muchos efectos secundarios de la maldición.

Desde hace algunos meses he perdido el apetito. Me veo más delgada. Trato de no preocupar a Skynathrax pero tanto él como yo sabemos que no me queda mucho tiempo. Cada día se me hace más difícil subir la cuesta de la ladera en donde siempre te dejo flores. Siento cómo mi cuerpo empieza a fallar. Mi cabello se cae, dejándome una calva incipiente en la coronilla de mi cabeza.

Me siento cansada como una anciana. Y debo admitir que me siento tan sola como una también. Me despierto a desayunar, la casa está completamente sola, en silencio. No hay más ruido que el viento. Y al irme a dormir es igual.

Temo que un día Skynathrax regrese a la choza y me encuentre postrada en la cama por última vez. No me gustaría que me viera de ese modo, ni causarle tan terrible dolor. Una presión en mi corazón me embarga desde hace un mes, y el brazo izquierdo duele en ocasiones. Me falta el aire. Y ahora solo quiero estar acostada en la cama. El mínimo esfuerzo hace que me duela el pecho. No sé cuánto tiempo podré estar así. He tenido más sueño en las últimas semanas. Temo que sea mi cuerpo tratando de obtener más energías.

Hoy he tomado una decisión. Cuando termine de redactar esta última parte de la historia dejaré el libro encima de mi cama y me iré. Usaré las pocas energías que tengo. En cuanto Skynathrax vuelva lo encontrará. Estoy segura que entenderá todo con el solo hecho de ver el libro. Es muy listo, siempre lo fue.



Skynathrax, abrió la puerta de la choza. El sol entraba a raudales por la ventana. Se desplazó por toda la casa, buscando a Thu, y vio un libro en el camastro de su amiga. Se sentó grácilmente. Lo admiró con brillo y lo tomó. Al abrirlo, se dio cuenta que era la historia de la aventura que todos vivieron. Una sonrisa con un pesado suspiro se le escapó en su semblante junto con una lágrima. Alzó la cabeza para ver aquella puerta abierta por última vez.

Ecra, estaba en el portal de la puerta. Vio el libro en las manos de Skynathrax. Se encogió de hombros. Pasó por la pequeña sala para sentarse en la cama, al lado del dragón. Puso su mano encima de la de Skynathrax.

Ambos se observaron, asintiendo. Dejaron el libro en la impoluta cama con cautela. Skynathrax se convirtió en dragón y voló junto con Ecra. Vieron por encima de su hombro para contemplar por última vez la choza y el cenotafio en la orilla de la ladera.

Se fueron lejos. Abandonando esa isla para siempre. Ya no estaban atados a ella.

La joven, trastabillaba hasta una arboleda, de manera tranquila. Y lo vio. Aquella semilla que había plantado se había convertido rápidamente en un árbol con flores. Y cayeron flores sobre ella como lluvia.

Se postró en las raíces, debajo de aquel árbol que ella había plantado, puso sus manos sobre su regazo. Y llovieron flores sobre ella... y llovieron flores... y llovieron flores hasta llenarla, haciéndole un vestido.

Y recordó a Colemar en sus últimos momentos. Y le pareció ver su silueta, extendiéndole la mano. Con sus ojos escondidos en su cabello, con flores a su alrededor y una sonrisa diciéndole:

—Ven, Lewtra... Tenemos que vivir...

O por lo menos eso es lo que cuentan los vientos marinos...



¡El viento se levanta!... ¡Hay que intentar vivir!

Abre y cierra mi libro el aire inmenso,

La ola en polvo osa batir las rocas.

¡Volad, volad, páginas deslumbradas!

¡Romped, olas! ¡Romped aguas exaltadas!

¡Este techo tranquilo que los foques picotean!


Paul Valéry, El cementerio marino. Estrofa XIV.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora