Cap 39: La estrella errante (2/2)

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Después de días persiguiéndola, la encontraron volando cerca de la isla de Perdir, la isla más lejana de todo el archipiélago. Se perdía en el siroco de la mayoría de los mapas civilizados. Algunos incluso no la incluían.  

La cola del cometa desprendía polvos de color azul. Brillantes y parecidos a escarchas. Dejando una mota de polvos detrás de ella.

Cuando la vieron, la joven, volvió a escuchar la voz de la espada rota. Colemar, se paró en la proa. Acercó su mano lentamente hasta la empuñadura de la espada. Al tomarla, la desenfundó, alzándola por encima de su cabeza.

El cometa, dio la vuelta bruscamente, buscando su otra mitad. Colemar, admiraba con asombro cómo la estrella se acercaba a él, descendiendo como un cometa. El rápido aumento del brillo del astro advertía al príncipe que estaba por avecinarse.

La estrella se estrelló contra la empuñadura de Colemar. El centelleo de colores púrpura, blanco y azul segaban la vista del príncipe, quien se protegía la vista con su otra mano. La rajadura irregular de la espada empezó a emitir chispas, como si se fundiera con la estrella.

Después de un instante, Colemar, tenía algo completamente distinto en su mano. La espada fraguada con estrellas y cuentos. Lanzaba brillos con cada sablazo, motas de estrellas, como la cola de un cometa.

Era la espada durmiente. Su filo con superficie de tornasoles le daba una apariencia elegante a la dama durmiente. Su empuñadura, estaba revertida con lo que aparentaba ser un material como el cuero, haciéndola fácil de empuñar. Su pomo, tenía un cristal donde descansaba la estrella brillante y en su acanaladura el nombre de un cuento.

—La dama que se ahogó en un vado —leyó Colemar. Y la espada se volvió pálida como la luna. Desprendía energía. Colemar, volvió a decir su nombre para sellarla. Y esta, volvió tener el aspecto del tornasol.

—Ese cuento está atrapado en esa espada —dijo la joven—. La veo, y puedo retroceder cientos de páginas en el pasado para saber su origen. Era la espada del rey de las islas flotantes. Cuando las islas flotantes cayeron al mar, él separó el filo de la espada y la empuñadura. Una, en un coloso y la otra en una estrella. En la tierra y en el cielo. Imitando la creación de las diosas. Solo que en lugar de un nombre, el ocultó dos partes de un cuento.

—Entonces, uno de los reyes del cielo tenía la espada de oscuridad en sus manos —dijo Colemar, llevó su dedo índice y medio al filo de la espada—. Y el otro rey esta.

Un cuervo se postró sobre el mástil. Graznando. Sus plumas, se le erizaron cuando vio al príncipe portar la espada en sus manos.

La joven, cayó al suelo de madera. Se llevó las dos manos al corazón con gesto de dolor intenso. Sus ojos se salían de sus cuencas. Sentía como si un carromato aplastara su pecho. Una luz de color verde se desprendía de ella. Arginan hizo lo mismo. Todos la vieron con horror. Pues no entendían lo que ocurría.

Solo la joven podía entender el gorjeo de aquella ave. "Lewtra", le decía "Lewtra, perece, pues conozco tu nombre verdadero".

El cuervo de una sola pata, fue descendiendo de manera grácil. Hasta transformarse en la Cambiaformas de cabellos rojos. Parecía sostener algo en sus manos, una luz verde, que palpitaba como un corazón.

Un reflejo, le indicó a Val que debía esconderse, pero se resistió a aquel impulso. Se puso frente a su hermana.

—¡Déjala en paz! Te juro por mi nombre que estoy dispuesto a matarte si es necesario —dijo Valskanyr, dando un paso firme hacia ella. La Cambiaformas, esbozó una dantesca sonrisa, engreída y segura de ella misma, apretó con un poco más de fuerza aquella luz palpitante, hundiendo sus largas uñas.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now