Cap 8: El nombre de las estrellas

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Dejaron atrás las islas del mar Einimer, para embarcarse en las frías y oscuras aguas del mar Dely. Se decía que ese mar era un enorme abismo del cual salían las criaturas más extrañas. Algunos incluso aseguraban que en esas acantiladas aguas se encontraba el dragón encadenado de los antiguos cuentos, hasta algunos náuticos afirmaban escuchar como el abismo marino rugía.

Lo que si era seguro, era que lo peor que podías hacer era nadar en sus aguas. No tanto por las bestias marinas que nunca han sido registradas por bestiarios, de hecho, lo que más temían los marineros eran los vacíos marinos, estos fenómenos hacen que una corriente invisible te absorba a las profundidades del mar, y no existe nada que se pueda hacer para ayudarte.

Esta no es una parte del archipiélago muy habitada, ni mucho menos visitada. Es inclusive menos habitada que el Mar del Titán. Para la suerte de nuestro equipo, no lograron ver a ningún barco invasor, probablemente porque ellos ya sabían que en ese mar no había gran cosa.

Encallaron en las islas de las colas. Una de las pocas islas habitadas por humanos. En esta isla, se le rinde pleitesía a los dragones, no a los dragones de tormenta o los dragones marinos, no, más bien a los dragones comunes. Esta era de las pocas áreas del archipiélago que tenía a estos fascinantes animales.

Ten, logró conseguir indicaciones muy precisas de los isleños, también les advirtieron que no era seguro viajar de día. Principalmente por las sirenas, quienes podían hacer que los marineros se enamoraran de ellas por sus melódicas voces. Si querían navegar de día tendrían que usar cera en sus oídos. Las sirenas eran devoradas por los dragones, y esta era la principal razón por la que los isleños de las Islas de Las Colas adoraban a estos animales, creían que los mantenían seguros. Para ellos, las sirenas venían del mismísimo infierno, el cual era el gran abismo, y los dragones, que venían de los cielos, eran como ángeles que los protegían de estos demonios cuando ellos se disponían a pescar.

Los isleños, aconsejaron que huyeran lo más rápido posible si llegaban a escuchar que el mar, en medio de la noche, pronunciaba el nombre: "Tihvon", Ya que este nombre sólo traía muerte a quien lo escuchara.

Agradecieron a los pálidos isleños y partieron fuera de las Islas De La Cola. Pusieron cera en sus oídos y navegaron. No se podía hacer mucho de día. Todos parecían aburridos, exceptuando al príncipe, quien sacó un cuaderno y se puso a dibujar a las gaviotas y a las golondrinas que volaban. A la distancia, se podía observar como los dragones intentaban cazar a las sirenas envistiéndolas desde los aires, y como ellas se sumergían, ocultándose de sus depredadores.

Llegada la noche, el equipo acordó en que dos personas harían guardia mientras los demás descansaban

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Llegada la noche, el equipo acordó en que dos personas harían guardia mientras los demás descansaban. Los primeros centinelas serían: Ten y Flevata. Los segundos: El príncipe y la joven sin nombre. En la primera guardia se podía escuchar cómo Flevata y Ten aprovechaban la noche para hablar, ya que de día no podían, reían y cantaban con alegría; sin embargo todo era diferente cuando la joven sin nombre y el príncipe hacían guardia. La primera noche ninguno de los dos se dirigió la palabra, la segunda noche el príncipe intentó tener una conversación con la joven sin nombre, pero ella se demostró muy reacia, era como si tuviera miedo de hablar. Siempre estaba cabizbaja o sentada abrazándose las rodillas mientras miraba al horizonte oscuro.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now