Cap 27: Pescando con cometas

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La mar se batía con las olas, oscilándolas con fuerza. Los vientos soplaban con distintos cuentos impulsando la tensa tela de la vela expandida que abarcaba todo el mástil de madera, como si de un palimpsesto se tratase, se llenaba de historias y letras que se sustituían con un nueva con cada soplo. El velero rechinaba, trémulo, como si la madera estuviera unida con distintos amarres y nudos en lugar de tornillos. La embarcación zozobraba entre la mar con chispas marinas que iluminaban el agua. Pero poco o nada les importaba a los polizones.

Una joven se abrazaba las rodillas, en silencio. Y un mozo se sentaba con una expresión de aciago, en silencio también. Aparentaban haber estado de esa manera algún tiempo. Quizá desde que comenzó su viaje. Pues sus labios parecían haberse pegado por su falta de uso. Vieron el linde del Mar Congelado en varias ocasiones. Pero no podían cruzarla. Y esperaban que los vientos no los llevaran ahí. Ya que los ladrones pálidos de madera podían destruir su barco. 

La mar era muy violenta por las Noches Noctámbulas. La marea cambiaba cuando la luna regresaba a las profundidades marinas o se alzaba en el cielo.

Algunas islas, islotes y cayos quedaban completamente sumergidas. Se podían observar a los peces y ballenas bioluminicentes nadar por los valles de aquellos lugares. Y las gentes, como en las Islas de las Minas, aprovechaban para cruzar grandes distancias cuando estos se sumergían, al no tener que caminar por las planicies, valles o cañones, sino, simplemente navegar por ellos y cruzar. Estas personas se habían adaptado a la pleamar y la bajamar en esta temporada del año, pues construían sus casas en la cima de las montañas, bajaban a cultivar los cocos, en épocas normales, y subían a las montañas para navegar por algunas partes del archipiélago en sus peculiares barcos y vender sus productos en tiempos de Días Noctámbulos.

La joven sin nombre y Colemar atisbaron cómo uno de estos barcos se acercaba a ellos. Era una canoa con doble casco, para ayudarlo contra el inclemente mar, y una rueda hidráulica que giraba para impulsarla. Tenía una gran tabla donde se podía caminar sobre la embarcación y una amplia cubierta, con una choza. La embarcación empezó a detenerse en cuanto las naves estuvieron a un lado de la otra. Un hombre salió de la choza, y caminó en la cubierta de madera. Alzó la mano y la sacudió.

Catíly —dijo el hombre con barba incipiente, inclinándose en su vara de teca. Su rostro estaba curtido por el sol, y sus ojos tenían cataratas.

La joven sin nombre lo atisbó como si fuera parte de su imaginación.

Catíly para usted también —dijo la joven sin nombre. Por primera vez, separando sus labios.

—¿Qué hacen un par de muchachos en altamar en estas épocas del año? —dijo el hombre acariciándose la barba—. Hoy será la noche más oscura en todo el año, concluyendo los Días Noctámbulos. Las estrellas se ocultarán para dar inicio al renacimiento del mundo. Deberían estar con sus familias. Pronto la luna se ocultará por última vez en el mar. Mañana será el día del regalo. El primer día del retorno del sol.

—No sabemos navegar —dijo la joven sin nombre—. Estamos varados en las planicies azules y oscuras de la mar.

—Una persona que se lanza a la mar sin saber navegar —dijo el hombre—. Es como un hombre que se arroja de una alta montaña esperando aprender a volar mientras dura su caída.

—Escapamos, no teníamos opción... —dijo Colemar levantando la cabeza—. No podemos calmar los vientos con música, no vemos sus patrones, somos empujados de un lugar a otro, rondamos sin rumbo.

El hombre sacudió su mano oscura con ímpetu.

—Poco o nada importa sus razones para haber escapado —dijo el hombre—. Ahora, suban. Aten su velero a mi barco. —El hombre vio al cielo. Las estrellas desaparecían, como luciérnagas apagándose—. Vamos.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz