Cap 2: Una voz en la mar

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Después que el huracán desapareciese hubo un enorme silencio, los vientos dejaron de soplar, las olas dejaron de azotar y el cielo estaba despejado. Los pueblerinos se miraron entre sí con caras de sorpresa y luego saltaron y gritaron de la felicidad. "Estamos salvados", gritaban. Saltando y alzando los brazos al aire. Los gemelos Uky bajaron del tejado y tomaron el brazo de Valskanyr.

—Tenemos que ayudarle —dijo Ukyrenisha—. Él nos salvó del huracán, ahora estamos en la obligación de auxiliarlo. Si está muerto, lo menos que podemos hacer es darle un entierro digno. 

—¿No nos salvó a propósito o sí? —dijo el padre, mirando a Valskanyr.

—No sé si nos salvó a propósito, la verdad. Pero fuese apropósito o no, nos salvó, eso es un hecho. Ahora tenemos que ayudarle.

Valskanyr fue a la cabaña y se puso su espada en el cinturón, su padre y el irían a ayudar al ser que había caído al mar. El joven desdobló la vela que se encontraba en un cofre y admiró el símbolo del grifo cayendo en picada. 

Corrieron cuesta abajo hasta encontrar los puertos del pueblo, allí estaba su velero, tenía tallados de madera que asimilaban las olas marinas y un mascarón con forma de caballito de mar. El velero, muy modesto y hecho con las propias manos del joven, aun no recibía un nombre.

Las naves, al igual que las personas, acostumbraban recibir un nombre después de una hazaña o algo que los caracterizara en especial. El joven le puso la vela que los padres le habían regalado y se surcaron al mar en busca del dragón caído. Se guiaron por el cadáver del otro dragón, que yacía flotando en el agua. 

Lo buscaron por todas partes, hasta que lo vieron flotar sin rumbo, alejándose de la costa. Fueron hacia él y lo subieron al velero. Ambos se asustaron al verlo, parecía ser humano, pero tenía cuernos con aspecto de obsidiana. Su cabello era muy largo, con un color azul marino, y en su rostro tres tajos, propiciados por su pelea con el otro dragón. El padre le puso la oreja en el pecho y le colocó la mano en la boca, para comprobar si estaba respirando.

—¡Está vivo! Que mala suerte... tenía la esperanza que falleciera con el impacto de su caída.

—No digas eso, padre. Él nos salvó hace unos momentos —dijo Valskanyr.

—Genial, nos salvó, pero no sabemos si cuando despierte terminará asesinando a toda la aldea. ¿Quién sabe si por lo que estaban luchando era para saber quién se comía a los pueblerinos? —El padre vio la espada de su hijo y movió la mano lentamente para tomarla—. Creo que lo mejor será decir que murió al caer al vacío.

—No, no pienso asesinar a alguien que está inconsciente, padre. —Valskanyr tomó la mano de su padre para evitar que desenvainara su espada—. Simplemente está mal.

—Pues yo lo haré por ti, sólo tápate los ojos. No es prudente ayudarlo, hijo. El bienestar de la isla es prioridad.

—Vamos, padre. No digas tonterías. Además, quiero documentar al dragón, dudo que algún domador haya tenido la oportunidad de verlos tan de cerca, siempre han sido un misterio, anda, pon el velero con rumbo a la costa —dijo Valskanyr, apuntando con su dedo a la costa.

El padre de Valskanyr lo miró con fastidio mientras dirigía el velero a tierra firme. Valskanyr esbozó una media sonrisa y volteó a ver al dragón que había salvado, y se preguntó que era exactamente ese ser. Notaron que el cadáver del otro dragón era arrastrado por la marea, tardaría algo en llegar, pero sin duda el pueblo vería el cadáver del dragón en la costa.

Los pueblerinos los estaban esperando, querían ver al fenómeno, parecía ser que sentían más curiosidad que miedo del ser. El padre de Valskanyr cargó al dragón entre sus brazos. Los pueblerinos cuchicheaban entre sí mientras les abrían paso al joven y al padre. Uno preguntó si estaba vivo, a lo que el padre afirmó con su cabeza, cuando se supo que "esa cosa" estaba viva, todos los pueblerinos corrieron a sus casas. Nadie pensaba ayudar a cuidarlo. El padre suspiró y luego agitó la cabeza en señal de desaprobación. 

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now