Cap 5: La carta de sangre (2/2)

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Ten, salió del lugar, no quería llamar la atención de ninguna manera, y si alguien se llegaba a enterar de lo que había pasado, lo más probable era que no dejarían a nadie salir de la isla.

Como si de algo sin importancia se tratase, Flevata salió de la cantina arreglándose la camisa, y con una sonrisa en su semblante, hizo una reverencia para pedir disculpas.

—Mis más sinceras disculpas, mi estimado. Pero los duendes no son reconocidos por guardar secretos, ni mucho menos secretos que puedan tener algún tipo de precio. Para su protección, y aún más importante, mí defensa y anonimato, me tuve que encargar de la salvaguardia de nuestra persona.

Ten, observó a su alrededor y tomó al joven de su mano y comenzó a caminar agitadamente, lejos del lugar.

—¡Maldito Cambiaformas! ¿Crees que soy idiota? Sabía que el maldito duende nos estaba escuchando. Tenía listo un hechizo de amnesia, olvidaría que tú y yo estuvimos en ese lugar, y como consecuencia, también olvidaría lo que escuchó.

—Ya veo. Eres muy precavido. Lo mejor es salir de este lugar lo antes posible, si alguien llega a entrar en esa cantina. —Flevata hizo un ademán con sus manos, como si le arrancaran la cabeza a alguien—. Y ya está amaneciendo, las personas no tardarán en salir de sus casas.

Ten, sacudió su cabeza en señal de desaprobación.

—Ustedes los Cambiaformas son esclavos de sus instintos, cuando sienten que algo les puede hacer daño sacan sus dientes como perros acorralados.

—No solamente eso, somos muy mujeriegos, no nos resistimos a nuestras necesidades básicas. —Flevata esbozó una sonrisa—. Y bueno, para serte honesto, tenía algo de hambre, y ya tocaba pintarme el cabello.

—Me dijiste que te llamaron Flevata por tu cabello rojo como el fuego.

—Así es, yo me pinto el cabello de rojo con la sangre de mis presas. No te mentí, Flevata es rojo fuego en Lengua Dragón.

A Ten ya le extrañaba que al muchacho de ojos verdes le otorgaran su nombre únicamente por su cabello rojo, había que admitir que no se esperaba la razón por la cual lo habían nombrado Flevata. 

De todas maneras, Ten sabía muy bien que ese no era el verdadero nombre del Cambiaformas. Los Cambiaformas no suelen revelar su nombre. Amenos que algo más importante que sus vidas esté en juego. Flevata, únicamente, había robado la esencia de una palabra y se la puso como nombre. Una palabra antigua que al ser pronunciada significada "fuego". Y si Flevata llegaba a soltar o poner ese nombre en otra cosa, no tendría más opción que decir su nombre verdadero, y con eso, arriesgarse a perder su propia vida y el poco control que aun poseía de sí mismo. 

Ambos caminaron hasta llegar a la salida del pueblo, el arrebol de la mañana se podía observar en el cielo y las gaviotas comenzaban a revolotear en el aire, los pescadores empezaban a sacar sus balanzas y los dueños de los filibotes se preparaban para zarpar con sus cargamentos. La arena blanca se volvía a enredar en la capa del mago. Ten, vio cómo su velero seguía en el mismo lugar, «Ni las mareas más fuertes o las raudas tormentas movían al Trotamar», pensó Ten.

—¿Dónde está tu nao? —le preguntó Ten al Cambiaformas.

—Yo llegué aquí volando, no tengo un barco y no lo necesito.

—¿No piensas transformarte e irte volando enfrente de estas personas, no? A Los habitantes de Netash no les gusta ni la magia, ni mucho menos un monstruo Cambiaformas. Apenas logran soportar a los pobres duendes.

—¿Tú tienes un barco? Si no quieres que me transforme tendrás que llevarme en tu nao.

Ten apuntó a su velero que se encontraba en altamar. Flevata lo miró con cara de incrédulo, no podía creer que tendría que nadar sólo para no incomodar a los residentes de esa isla que se perdía en el vasto mapa de las Islas Meteoro. Ten, al mismo tiempo, no podía hacer que el mar lo dejara pasar encima de él y de su compañero, porque en Netash odiaban a los magos. Y así, ambos comenzaron a nadar hacia el velero del mago.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now