Entreacto: Lágrima

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Arginan apenas destellaba energía. Se encontraba descansando. Colemar, Flevata y la joven sin nombre veían cómo Arginan se volvía más grande y más pequeño. Como si respirara.

Colemar, se sacó la lágrima del ángel que tenía colgada como un collar. La joven sin nombre mantuvo su mirada firme en aquella botella de color azul.

—Cuando terminemos esto —dijo Colemar—. La travesía del Titán. Te daré la lágrima del ángel para que te cures. Quita maleficios y maldiciones.

—Colemar —dijo Flevata con una media sonrisa—. Nada de lo que hagas tú o yo puede remediar el pasado. La maldición ya me ha hecho todo el daño que tenía que hacerme. Aunque nunca vuelva a ser un Cambiaformas, no tendré oportunidad de volver a ser feliz.

—Siempre hay esperanza, Flevata —le dijo la joven sin nombre, el crepitar de Arginan se escuchaba como si fueran ronquidos—. No se puede curar el pasado pero si empezar a reparar el presente. 

—Me sentiría culpable si soy feliz después de lo que hice —dijo Flevata escondiendo su mirada. Negó con la cabeza—. Únicamente espero mi momento de morir. Para mí no hay felicidad, pequeña, solo paz.

—¿Los Cambiaformas pueden morir? —preguntó la joven sin nombre.

—Sí, —respondió Flevata—. Pero solo si son asesinados o se quitan la vida por su propia cuenta. Podemos vivir siglos, hasta que aparezca alguien y nos mate... o decidamos dejar de vivir.

—Pues quiero que mueras tranquilo entonces —dijo Colemar con voz quebrada—. No quiero que mueras como un monstruo. Déjame obsequiarte esto.

Colemar, agitó el frasco con ímpetu.

Flevata suspiró.

—De acuerdo —dijo Flevata—. Pero sí necesitamos la lágrima para derrotar al titán de hierro no dudes en usarla.

—No creo que sea necesario, tenemos su nombre —dijo la joven sin nombre encogiéndose de hombros.

—Debo decirles algo —expresó Flevata—. Estos son mis tres grandes secretos. Los secretos son cargas importantes. Son armas, que se pueden usar en tu contra. Los secretos solo se les debe contar a los amigos y a personas de confianza.

—Eso lo sé muy bien... —dijo Colemar.

Flevata lo interrumpió con un ademán.

—Sé que han evitado llamarme como Flevata. Por qué no sabes si soy Flevata o Grien. Pero les imploro que me llamen Flevata.

—De acuerdo, Flevata —dijo la joven sin nombre con una sonrisa.

Flevata asintió.

—La verdad es que tengo cinco secretos. —Flevata alzó su dedo—. El primero es que soy un Cambiaformas. —Alzó un segundo dedo—. El segundo es que mi verdadero nombre es Grien. —Alzó un tercer dedo—. El tercero es que me robé la perla que ahora es la luna del fondo del mar. —Alzó un cuarto dedo—. El cuarto es que maté al amor de mi vida. —Flevata alzó un quinto dedo—. Y el quinto es que tengo un secreto compartido con Ten. No se los puedo revelar en este momento. Pero les prometo que lo haré cuando volvamos a ver a Ten.

Colemar y la joven sin nombre se observaron con detenimiento. Finalmente asintieron. La luna se volvió a alzar en el cielo. Flevata se irguió enérgicamente. Sus garras crecieron, al igual que sus colmillos.

La joven sin nombre se paró. Abrió su palma, dubitativa. Colemar la vio de reojo con un semblante triste.

—Grien.... —dijo ella...

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now