Cap 34: La salvadora...

52 9 27
                                    


El titán se acercaba cada vez más y más a la costa. El agua del mar apenas si le llegaba a las rodillas. Empujaba uno a uno sus pies, el imponente peso del agua, ralentizaba sus movimientos, pero no por eso era menos temible. Rozaba el cielo, y esa isla, parecía tener casi su misma dimensión. Con unos cuantos pasos, podría atravesarla y partirla a la mitad.

La joven, se paró en seco. El oleaje le mojaba sus zapatillas.

—¡Cyl! —gritó la joven con el ceño fruncido—. ¡Destrúyete!

Cyl se detuvo. Todo su ser tiritó ligeramente, como si su cuerpo metálico se resistiera a moverse. Sus dos ojos, como soles que desprendían fuego, se fijaron en la muchacha. Era diminuta, un insecto, que apenas si podía distinguir en la arena de la playa.

—Tú —resonó su voz, tenía un eco en su tono, como si alguien hablara en el hueco de la campana de una catedral—. ¿Crees que soy como el viento de los campos, los piélagos del mar o el viento en las montañas? ¿Qué con el solo hecho de escuchar mí nombre caeré ante tus designios? —El ser produjo un fuerte sonido, como si riera. Un ruido metálico, como si golpearan un martillo en una chimenea de hierro—. No. No te confundas. Yo soy un ser indómito, y solo escucho la voz de mi amo. Soy todos los desastres naturales en un solo ser.

El titán. Hundió violentamente sus brazos al agua, y las convirtió en una especie de émbolo. Y osciló con fuerza las olas. Los barcos que se encontraban en el mar, saltaban con ímpetu y la arena de la costa se ahogaba por el oleaje. Era como si la bahía fuese un largo mantel azul que el titán tomaba desde un extremo, sacudiéndolo.

—Mis manos son tormentas en mar —dijo con una postura, como un toro que está apunto de cornear a alguien.

El titán, se irguió. Comenzó a caminar en dirección a la costa. El suelo se estremecía, como movimientos tectónicos.

—Mis pies, terremoto y derrumbe —continuó Cyl.

El titán. Estiró un brazo. Cerró su puño, con un sonido chirriante, y golpeó su pecho con reciedumbre. Y produjo el sonido de una campana siendo teñida. La joven, se llevó ambas manos a sus oídos.

—Mi cuerpo es hierro puro. Impenetrable, como un castillo de torres y muros que tocan el cielo. 

El cuerpo del titán, produjo una conductibilidad térmica desde su pecho. Su cuerpo de hierro, se tornó rojo vivo como un metal caliente desprendiendo efluvio. El mar, empezó a burbujear, como una olla de presión.

—Mi corazón, la erupción de un volcán. —Cyl, se detuvo—. Infierno en tierra.

La chica. No se movió un milímetro. Estaba exactamente en el mismo sitio donde ella quería estar.

—Y la espada en tu pecho —dijo la joven con serenidad—. La derrota que te proporcionó tu hermano. —La joven respiró, el puente de su nariz se llenó de aire. Canalizó el miedo en el agua del mar para hacer una pasarela de hielo—. Y el que te encerraran en el laberinto, tu ingenuidad. Tu corona vacía, fracaso.

El titán corrió a toda velocidad en dirección a la joven. Ella sonrió. Había funcionado.

—Disociación —dijo la joven, abriendo su palma—. Puñetazo, Cyl

La acción del titán se había borrado de su oración. Irguió su brazo pero no lanzó el golpe. El titán, Observó confundido su puño. Y la joven, canalizó un pensamiento de tristeza en su mente. Y arrojó un chorro de agua al corazón del titán. El agua se evaporó sin más. Abrió sus ojos con sorpresa.

El titán, alzó su pie del mar, el agua se le escurría como cascadas. La joven canalizó una emoción de alegría, y lanzó una ráfaga de viento. Pero el titán, ni se inmutó.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora