Cap 28: La magia de hablar

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Una llama de color azul titilaba en la oscuridad, como una estrella solitaria del crepúsculo en medio del cielo, esperando que sus demás hermanas se mostraran. Su brillo, se reflejaba en un rostro de color canela. Nada especial los rodeaba. Unas cuantas rocas, un goteo y el silencio de unos dibujos rupestres de manos que rodeaban toda la cueva. El cabrillear de Arginan al chocar con las representaciones de las palmas daba la impresión de que se estaban moviendo, como si saludaran, agitándose de un lado a otro.

­­­—Antes que nada —dijo la llama con un tono de tranquilidad. Observaba a aquella chica con sus ojos crepitantes, sentada en el suelo húmedo de aquel lugar—. Quiero que sepas que mi antigua señora fue la maga y Onomástica: Nyileli. La mujer que descubrió el poder que poseían los nombres, la que observó el firmamento y descubrió nombres tallados en los astros, la que convirtió en piedra a los titanes que cayeron al archipiélago. 

La joven sin nombre asintió.

—Primero, te enseñaré la regla de las palabras —dijo Arginan—. El poder de una conversación, el poder de los secretos y la importancia de las palabras. Comencemos con este último. ¿Por qué crees que es importante cuidar nuestro lenguaje?

La joven sin nombre se llevó un dedo a los labios, pensativa.

—Creo que es importante porque es la manera en que nos comunicamos —dijo ella encogiéndose de hombros.

—¿Crees que se habla o se piensa primero? —espetó Arginan.

La joven sin nombre, estiró su mano a una roca, y empezó a jugar con ella.

—Supongo que se piensa primero antes de hablar, si no, se dirían incoherencias.

Arginan se iluminó con ímpetu. Una sonrisa de fuego se dibujó en su carita.

—Exacto —confirmó él—. Las palabras son importantes por qué reflejan nuestra manera de pensar sobre el mundo. Aunque no lo creas, la forma en que pensamos sobre las cosas nos entrega un poder impresionante sobre ellas o a ellas sobre nosotros. —Arginan revoloteó por el lugar, su llama se desprendía del candil en el suelo—. Debes tener cuidado con las palabras que utilizas para referirte tanto a ti como a las demás cosas. Ya que a las cosas se les quita o se les otorga poder con el uso de las palabras. Y pasa lo mismo con lo que dicen las personas. Te convences de lo que dices si lo repites lo suficiente. Después de convencerte de ser algo, te terminas convirtiendo en eso. Esta regla aplica tanto con las cosas buenas como malas. Cuando alguien te insulta o se refiere de alguna manera a ti. No puedes permitir que esas palabras te afecten, porque le estás dando poder a esa persona sobre ti.

—Entiendo —dijo ella—. ¿Pero eso significa que si repito mucho algo, mágicamente, me convertiré en eso? no me suena muy lógico, Arginan. Las palabras son importantes, sí, pero no tienen el poder de cambiar la realidad. Al igual que los pensamientos, pensar en algo no me va a convertir en eso que no soy.

Arginan rio. Pequeñas chispas azules caían al suelo desde sus cuencas.

—Pequeña —dijo Arginan llevándose las manos a la barriga. La joven lo atisbaba, confundida. ¿Había dicho algo gracioso?—. Las creencias dan paso a las emociones, y como nos sentimos a la acción. Si un niño se cree tonto, tanto por qué se lo repitieron o por cualquier otra razón, se sentirá como uno y eso dará pie a que no se esfuerce cuando tenga que estudiar. Quizá piense: "¿De qué sirve estudiar si soy un idiota?"

Arginan sonrió.

—¿Ves? —replicó la llama—. No es magia, niña. Es una conexión entre cómo te percibes a ti misma. Y por consecuencia, cómo terminas actuando. Tan simple como eso.

—Pero sentirse no es ser —dijo la joven sin nombre. Arrojó la roca al aire y la atrapó con rapidez—. Esto es una roca, no se puede convertir en otra cosa, ¿no?

Arginan, atisbó con interés la roca.

—Una roca es potencial también —dijo Arginan—. Una roca se puede convertir en una escultura, en una montaña si se juntan muchas de ellas o se puede quedar como un simple trozo de piedra. Depende de lo que quieras hacer con ella. ¿Quieres quedarte como una simple roca, jovencita? no hagas nada entonces. Pasemos a la siguiente regla: Los secretos. ¿Qué piensas de los secretos?

—Creo que son tesoros —dijo la joven. Rodeando las manos en la roca, ocultándola de la mirada de Arginan—. Cosas que nos dan nuestros amigos, son fragmentos rotos de ellos, que quieren compartir con nosotros. Los secretos, están hechos para cuidarse, no para revelarse.

—Interesante —dijo Arginan creándose una barba de fuego para acariciarla. La joven rio al ver esto—. El poder de los secretos. Nunca reveles más de lo que es necesario de ti mismo en una conversación, pues los secretos son cosas que únicamente pocos deben conocer. Le otorgas poder a alguien con cada secreto tuyo que reveles. Es por eso que debemos ser celosos con nuestros secretos. Los secretos nunca se suelen utilizar para el bien. Veo que tienes una idea, me gusta.

—Gracias —dijo ella, con un ademán remilgado y elegante—. Esas cosas las aprendemos desde niños en los archipiélagos. Quizá esa sea la única magia que practicamos en Senterruz. Ese tipo de cosas se pueden revelar a personas de confianza: a tu esposo o esposa, a tus amigos o a los seres que amas. Que depositen un secreto en ti es de las mayores distinciones que existe en los archipiélagos. Que te lo comparta alguien, significa que deposita confianza sobre ti. Como lo hizo Flevata con nosotros...

El semblante de la joven cambió de golpe, una mirada triste iluminaba su pupila verde. Arginan suspiró con pesadez.

—Tranquila —dijo la llama—. Pasemos a otro tema. ¿Qué me puedes decir de las conversaciones?

La joven sin nombre, se sentó cruzando sus piernas con delicadeza. Lanzó un hondo suspiro.

—Es una herramienta que nos permite compartir —dijo ella en voz baja, como si se le hubiera roto la voz.

—Tienes una forma muy peculiar de ver las cosas, no por eso menos correcta. El poder de una conversación —dijo Arginan—. Tiene que ver con lo que hablamos anteriormente de los secretos. El habla se convierte en un campo de batalla, sin siquiera darnos cuenta, te conviertes en lo que cuentas de ti mismo. Por eso de la importancia de una buena primera conversación con alguien. Así que ten cuidado de contar de más en un primer encuentro.

La joven sin nombre alzó su vista.

—Arginan —dijo la joven—. Pareciera que me estás advirtiendo sobre muchas cosas.

—Lo entenderás con las siguientes lecciones —dijo Arginan—. Esto no te parecerá magia, pero de hecho, estos son los primeros pasos que cualquier onomástico debe saber antes de aprender cosas más complejas. El poder de una conversación, el poder de las palabras y de los secretos. Por hoy hemos terminado, puedes irte.

La joven sin nombre, se levantó. Buscó algún lugar para acostarse. Vio por un momento la salida sellada de la cueva. La admiró. Arginan, le había dicho que este tipo de lecciones ameritaban una enorme concentración, y por lo tanto, no podría salir hasta terminar.

Colemar, únicamente podía abrir la cueva para traerle comida. Tenían prohibido dirigirse la palabra. Ella solo tenía permiso de hablar con Arginan. Ya que la llama, temía que todo lo aprendido se escapara de su boca. Quería que únicamente pensara en las conversaciones que tenían. Que le diera vueltas antes de dormir.

Ella se acomodó en un rincón de la cueva viendo a la pared. Puso sus manos como almohadas y suspiró. Cerró sus ojos, pensando, cuantas veces se había dejado influir por palabras externas a las suyas. Como ella misma llegó a pensar en el poco valor que tenía. En las ocasiones en que ella le había contado un secreto a alguien de poca confianza para que terminara esparciéndolo. Y se durmió en reflexión.

Se despertó de un sobresalto después de unas horas, en la plena oscuridad. Arginan, se había ocultado en el candil.

—Hacemos de nuestro mundo nuestras palabras —dijo ella en medio de la oscuridad. En un sobresalto.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now