Cap 7: Condena draconiana

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La sala del trono, estaba decorada con vitrales largos de distintos colores, con mosaicos que exponían diversos Cuentos de los Vientos Marinos. Uno tenía la forma de un dragón encadenado y lo que parecía ser un diluvio cayendo sobre él. Otro, representaba "La Era de los nombres". Y otro más, trazaba un barco, y a una enorme mujer salir del mar, entregándole un objeto a uno de los jóvenes que estaba en el galeón... y muchos otros Cuentos del Viento Marino también.

El eco de una voz masculina resonaba entre las columnas dóricas con capiteles ondeantes como olas que se extendían en la enorme cúpula de la sala.

—¡Me están diciendo que dos dragones de tormenta destruyeron el cielo del corazón del archipiélago! —dijo el rey, sentado en su trono. Se acomodó y agarró la punta redonda del brazo de su silla.

—Me temo, mi rey, que es verdad lo que le estamos contando adema... 

El rey hizo callar al mago con un ademán de su mano. Chasqueó los dedos, el sonido se extendió por toda la sala. Unos hombres corrieron al salón real, tenían el uniforme de la guardia marina, se arrodillaron.

—A sus órdenes, mi rey —dijeron los soldados.

—Quiero que manden expediciones por todo el archipiélago. —Hizo un gesto con su mano, como si quisiera llenar la sala con su palma—. Busquen a los supervivientes de las islas del corazón del archipiélago. Y si encuentran alguna nave destruida de esos lares háganmelo saber.

Los soldados se levantaron, y sin mediar palabra, salieron de la sala. El rey se volvió a acomodar en su trono y dio un profundo suspiro.

—Esperaba malas noticias, pero nada como esto. —El rey disintió con su cabeza, preocupado—. Primero los invasores irrumpen en las islas del oeste y ahora me entero de esto. —El rey se frotó los ojos—. ¿Me dijiste que tú incitaste al dragón a hacer esto?

Ten asintió.

—No se suponía que pasara esto, mi rey. Verá, es algo complicado. El dragón de tormenta del corazón del archipiélago buscaba el objeto que portaba el verdadero nombre del mar de ese mismo lugar, entonces para prevenir esto le ordené a Skynathrax... —El rey hizo un ademán con su mano, nuevamente, para callarlo.

—Sí, ya me lo contaste. Ahora viene lo importante. Tendrán que responder sólo con la verdad. —El rey, apuntó su dedo índice hacia arriba con severidad, zarandeándolo.

—Tú, la Kertarni. ¿Es verdad que encontraste el objeto que posee el verdadero nombre del mar Ylinelí?

La joven sin nombre asintió.

—Si sabes, mocosa sin nombre, que todo objeto que posea el verdadero nombre de un mar o un cielo le pertenece a la familia real. —El rey apuntó a su pecho repetidas veces.

—No lo sabía. Pero... —El rey fulminó con la mirada a la joven, ella guardó silencio.

—Pero nada. El desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. —La joven agachó la cabeza. El rey giró lentamente su seria mirada hacia el mago.

—Y tú, mago. ¿Niegas haber incitado al cielo del noreste, Skynathrax, a intervenir en asuntos de otros cielos y mares?

—No lo niego, mi rey. Sin embargo. —El rey golpeó con su puño el brazo del trono. El mago guardó silencio—. Escuché suficiente, gracias.

El rey miró de arriba abajo a Flevata.

—Un Cambiaformas, sólo había leído sobre ustedes en los cuentos del oeste —dijo el rey frotándose la barba—. Veo que es verdad que ocultan su verdadera forma sellándola en una palabra. Flevata... fuego en la vieja lengua de los dragones. 

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresWhere stories live. Discover now