Cap 10: Espejo Roto

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La joven sin nombre sintió como se sumergía en agua fría, con un sabor a miel, de un chapuzón. Poco a poco se hundió, dejando burbujas de aire que subían a la superficie infinita del lugar. Hasta que cayó, delicadamente, como una hoja que se desprende de un árbol de otoño en la suave y fina arena del fondo marino.

Parecía como si estuviese durmiendo por algún tipo de hechizo, acostada con sus dos manos como almohadas, pero una voz resonó en las profundidades.

La joven se despertó de golpe, y admiró que su alrededor era un lugar subacuático, que apenas estaba iluminado por algunos rayos de sol. Sus pupilas, verdes como las algas marinas que la rodeaban, se movían de un lugar a otro, ofuscados, como si buscaran a alguien en ese lugar. Quiso pronunciar unas palabras, pero se dio cuenta que no podía hablar, lo único que salía de sus labios eran burbujas que se perdían al subir por el agua.

Aun cuando estaba, presuntamente, bajo el agua, no tuvo la sensación de disnea. Un agitado movimiento en el lugar se percibió, como si las aguas temblaran. La joven, se giró para darse cuenta que no estaba sola en ese inhóspito lugar. Un enorme ser nadaba en círculos, de tal manera, que aparentaba ser un tiburón buscando su alimento.

—Veo que finalmente despiertas de tu largo letargo —dijo la voz, con un enorme eco que retumbó en el lugar—. Espero hayas descansado bien, princesita del mar.

La joven intentó hablar, sin embargo no lo logró. Puso sus manos en su garganta. Intentando, nuevamente, articular una palabra. «¿En dónde estoy?», pensó la joven.

Una risa zumbó como el sonido del metal siendo golpeado.

—Qué lástima me das, princesita del mar. ¿Acaso no te reconoces a ti misma, aun cuando estás nadando en tus propios pensamientos? —Un bufido de furia salió del ser, que seguía nadando en círculos en los alrededores oscuros—. Sí, estamos en tu mente, renacuajo de Senterruz. Un sabor dulce invade mi paladar, empalagoso y repugnante, pero pronto eso cambiará.

«Entonces... ¿esta es mi mente?», pensó la joven. Resbaló su mano por la arena donde estaba sentada.

—Es correcto, y puedo escuchar cada uno de tus pensamientos. —El demonio volvió a soltar una carcajada—. Es difícil engañar a un demonio, ¿sabes? —Dejó de nadar y posó sus pies en la arena, el suelo se estremeció—. Y aún más si este tiene todas tus memorias.

«Muéstrate entonces. Si no tienes ningún temor, o si crees que tienes alguna ventaja sobre mí, ¿por qué te escabulles entre las sombras?», pensó ella.

El demonio gruñó, como si fuese un reproche.

—Oh, no te preocupes, pequeña medusa, te aseguro que cuando me muestre te arrepentirás.

La joven sonrió.

«Incluso las medusas más pequeñas pueden picar, hasta ser más temidas que un tiburón que nada en círculos. Por una razón los tiburones no comen medusas aun cuando mueren de hambre. ¿No crees?», pensó  riendo la joven.

Una sonrisa resplandeciente se dibujó en la oscuridad.

—Veo que tienes confianza, pero... —El ser dio un paso hacia la joven—. ¿Siempre fuiste así? —El ser chasqueó los dedos y la parte oscura de las profundidades se iluminó, revelando al demonio, el cual sostenía un enorme espejo—. Mira lo que encontré mientras tú estabas plácidamente dormida: tus recuerdos.

Los recuerdos de la joven empezaron a aparecer en el reflejo del espejo, los días que caminaba con su hermano, cuando era una niña y se dio cuenta que tendría dos hermanos gemelos, o la ocasión en la que su amigo de la infancia le dijo que tenía ojos muy bonitos.

Cuentos del viento marino: La ladrona de nombresOnde histórias criam vida. Descubra agora