• 𝙇𝙊𝙎 𝙈𝘼𝙍𝘾𝘼𝘿𝙊𝙎 •

•『47』•

       Historia mal contada
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Todos somos malos, en una historia mal contada.

 —¡Dejen de arrastrarme!, ¡se caminar por mi cuenta!, ¡malditos salvajes! 

—¡callate!, ¡sigue hablando y ya no podrás hacerlo!—me gritan al oído. 

 Sigo forcejeando y empujando en el estúpido intento de liberarme de sus manos, pero me es casi imposible. Intento repetidas veces usar el viento a mi favor pero me han puesto una pulsera que bloquea mis instintos marcados, los mantiene encapsulados.

  Estoy comenzando a desesperarme cuando la mano de una chica toma mi rostro me gira para que la vea a los ojos, luego se acerca a mi oreja y susurra.

-—cálmate, si te ven calmada y cooperando todo será menos doloroso para ti.

Ella no me amenaza, no intenta asustarme, solo está hablando, tranquilamente, con rostro preocupado, trata de calmarme, realmente quiere que me tranquilice.

A los cazadores no les agrada que sus presas se alteren.

 Lo intento, juro que intento tranquilizarme, pero la calma es algo que no combina conmigo y por alguna razón lo que esa mujer dice solo me pone mas nerviosa. 

Menos doloroso...

Van a lastimarme....

—¡no!, ¡por favor suéltenme!, no he hecho nada, me comporte bien,¡ por favor!— suplico y suplico pero no funciona. Es entonces cuando a empujones y patadas logran meterme a la iglesia. Me llevan por un pasillo que parece sacado del futuro y me meten a una habitación, que se asemeja más a una prisión que a un dormitorio. Ésta está tan oscura que por poco logro ver donde pisar. Ellos cierran la puerta y se van, por mucho que les rogué que no me dejen aquí. 

 De pronto un pequeño foco se enciende iluminado todo el lugar y me doy cuenta lo diminuto que es, lo cerca que el techo se encuentra y que no hay ni una sola ventana. ¿por qué la habitación se hace más pequeña?

 —no, no, por favor, saquenme de aqui, ¡¡por favor!!— comienzo a desesperarme realmente, la sangre en mis venas fluyen de prisa y siento como si mi cuerpo va a colapsar por respirar tan rápido. Intento calmarme contando hasta diez como decía mi mamá, cerrando mis ojos e imaginando un lugar bonito, amplio y donde yo pueda correr. Funciona pero cada vez que abro los ojos, las paredes se acercan cada vez más.—por favor...

  Mis ojos se inundan de lágrimas rogando porque alguien me saque, pero dudo que se escuchen si quiera mis gritos. Entonces cuando doy todo por perdido y pienso que me desmayaré por el miedo, la puerta se abre y por ella me mira la chica que intentó calmarme cuando llegué..

—vamos, es hora de tu prueba, ya no queda mucho tiempo—dice ella extendiéndo la mano. Yo la tomo y decido seguirla, mientras pueda salir de este maldito cuarto. Ella me lleva por el pasillo hasta llegar a otra habitación, pero ésta es grande y de color blanco, iluminada hasta el más recóndito de sus espacios. Es una habitación casi totalmente vacia, que solo posee una mesa con casco extraño. Frente a la mesa se encuentra una gran pared de vidrio polarizado asi que sé que me están observando.